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Jue. Nov 21st, 2024
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Si algún francófilo ya lo intuía, la edición francesa de la revista Elle lo ha confirmado: las francesas ya no hacen toples. En su extenso reportaje de investigación Les françaises ne font plus du topless? la publicación anuncia que nuestras vecinas, mito por antonomasia del machito ibérico y quintaesencia del libertinaje corporal, sufren una pandemia de pudor. Solo un 2% de las menores de 35 años toman el sol con la bajera del bikini, según su encuesta. ¿Qué les ha pasado en la patria del Marqués de Sade, el Moulin Rouge y el unte de mantequilla para últimos tangos en París?

Tras las ciento y una Miley Cyrus de turno, el desnudo se asocia más a un estúpido resorte prejuicioso que a un regreso a la naturaleza

Las herederas de Brigitte Bardot han renunciado a mostrarse en público por una triple razón. En primer lugar, ¡pásmense!, por cuestiones políticas: las Femen o su versión estadounidense Free The Nipple han ruborizado a Putin o a Rouco Varela, pero a cambio de este inevitable sacrificio: el toples ya no se considera un justo síntoma de libertad y de autoafirmación femenina, sino que el activismo pectoral y sus inevitables bamboleos, se consideran extremistas. Si hoy Delacroix volviera a pintar su archiconocido La libertad guiando al pueblo, a buen seguro que no hubiera escondido los senos de la mujer que encarnaba tan bella alegoría.

En segundo lugar, supone ir a la contra de la tendencia actual de cosificar e hipersexualizar a la mujer, la llamada cultura porno (en inglés, que siempre queda todo más fino, porn culture: el vocabulario que a veces necesitan estos temas no siempre es representativo del respeto que se pueda sentir hacia ellos). O para que nos entendamos: las ciento y una Miley Cyrus de turno. La desnudez ya no es un regreso a la madre naturaleza y a la inocencia del jardín del Edén como en la época jipi: se identifica automáticamente, por un estúpido resorte prejuicioso, con la provocación. Que por intereses mercantiles nos estén retirando el placer de disponer libremente de nuestro cuerpo debería ser algo a tener en cuenta.

Otro gran motivo de este cambio es que el mirón de playa ha sido sustituido por el mucho menos inocente roba-desnudos que lo tiene fácil para subir fotos a redes sociales

Y por último está, como no podía ser de otra manera, las redes sociales, origen y fin de todo lo bueno y de todo lo malo que le ocurre a la Humanidad en los últimos tiempos. El mirón de playa ha sido sustituido por el mucho menos inocente roba-desnudos. Crece el temor a que las imágenes sean para disfrute de todo hijo de vecino con ADSL y/o smartphone. Por más que las puritanas Facebook, Instagram y demás no permitan la sombra de una areola hay miles de otras que no tienen ningún problema en exhibirlas y hacer pingües beneficios con esta parte de la anatomía.

 

 

La revista original apunta también, aunque sin mucho entusiasmo, un fenómeno que nos parece mucho más interesante: cómo las mujeres cada vez se fijan más en el pecho de las otras mujeres. No es una fantasía de pervertido: si hasta ahora creíamos que la playa (y el desnudo) democratizaba, con el aumento de las operaciones de mamoplastia empieza a haber clases y clases de pecho. Por cierto, y sin ánimo de meter el dedo en el cierre del sujetador, en ningún momento la revista se plantea el que, en una sociedad multicultural y multiconfesional como la francesa, buena parte de su población femenina simpatice o rechace enfrentarse a lo que se considera de buen tono entre, por ejemplo, muchos musulmanes o esos millones de católicos que se han manifestado en contra del matrimonio homosexual.

Sea como fuere, ¿quién se lo iba a decir al difunto López Vázquez o a Pepe Sacristán, protagonistas de aquella legendaria Españolas en París? Es más, ¿quién se lo iba a decir a los propios franceses, que hasta hace dos téléjournals tenían como primera dama a Carla Bruni (italiana, sí, pero afrancesada cual Jacques Brel), siempre dueña y señora de la (frecuente, por otro lado) decisión de mostrar sus exquisitos atributos? La francesa ha pasado a engrosar la larga lista de nacionalidades que repudian el mostrar el busto, como ocurre en Sudamérica, Norteamérica y Asia.

Ahora mismo, la résistance al Imperio del Pezón Oculto queda en manos de nórdicas, inglesas, alemanas y, por supuesto, españolas. Es lo único que debemos agradecer a esta tendencia. Gracias a ella, ya hemos descubierto cuál es, de verdad de la buena, la tan mentada marca España: no llevar marca… del bikini.

Fuente: El País. 

 


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