MADRID.- Ahora mismo, la guerra «directamente ya está afectando al cambio climático«, sostiene Quintanilla, ya que «se producen lluvias ácidas en cualquier lugar donde hay un conflicto por todos los componentes» de la munición.
Explica que, según datos de la oenegé ucraniana Ecoaction y Greenpeace, el conflicto ha destruido la tierra y los hábitats en Ucrania, y ha provocado la contaminación del suelo, el aire y el agua.
Según las oenegés, los ataques con misiles han causado incendios forestales y los bombardeos en zonas industriales han provocado «una contaminación adicional del aire, del suelo y del agua».
Desde el 24 de febrero de 2022, más de 1,2 millones de hectáreas de territorio de reserva natural han quedado afectadas por la guerra, según datos oficiales, y aumentarán.
Asimismo, «tres millones de hectáreas de bosques ucranianos están» afectadas por el conflicto y «450.000 hectáreas de bosques están bajo ocupación o en zonas de combate», según las oenegés.
Las explosiones de cohetes y artillería, añaden, están provocando un «cóctel» de compuestos químicos.
«Después de la explosión, se oxidan por completo y los productos de la reacción se liberan a la atmósfera. Los principales, como el dióxido de carbono, no son tóxicos, pero contribuyen al cambio climático«, subrayan.
Todo esto sin contar con los residuos de las ruinas de las edificaciones y la contaminación por la destrucción de los sistemas de alcantarillado y de abastecimiento de agua, que han quedado totalmente destrozados.
En 2019, señala Quintanilla, según datos de la Unión Europea, su industria armamentística alcanzó los 24,8 millones de toneladas de emisiones de CO.
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