Existe gran expectativa en torno a la relación entre Brasil y Argentina. Una mancuerna que sin duda será decisiva a la hora de tomar de decisiones sobre el futuro de la integración suramericana.
El regreso de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil representa un aire de esperanza para América Latina, en concreto, una nueva oportunidad para relanzar los esquemas de integración de la región.
Sin embargo, más allá de la voluntad política del mandatario, también existe el riesgo de que dentro de Brasil haya fuerzas que opongan resistencia a estas iniciativas como ocurrió en el pasado.
Entre ellas, los grandes empresarios vinculados a la exportación y el sector financiero, así como legisladores de partidos políticos de orientación conservadora que podrían sabotear estos proyectos desde el Congreso.
Retomando la Arquitectura Financiera
Durante la primera ola de Gobiernos progresistas, que tuvo lugar en la primera década de los 2000, se diseñaron una serie de mecanismos e instituciones que dieron forma a la denominada Arquitectura Financiera suramericana.
Se trataba de una iniciativa multilateral—que recibió un gran impulso por parte de los presidentes Rafael Correa (Ecuador) y Hugo Chávez (Venezuela)—que tuvo como objetivo que el Cono Sur ganara autonomía en el campo de las finanzas internacionales.
La meta era conseguir que los Gobiernos se hicieran de herramientas para mejorar su capacidad de respuesta frente a shocks externos o, en el peor de los casos, frente a una crisis financiera global como la acontecida en 2008.
Fue entonces cuando se conformó un grupo de expertos y técnicos que se encargó de diseñar el Banco del Sur, el Fondo del Sur y el Sistema Único de Compensación Regional (Sucre).
El primero para financiar proyectos regionales en diversos rubros, no solo infraestructura; el segundo, un ‘colchón financiero’, para atemperar escenarios de volatilidad; y el tercero para facilitar los intercambios entre países reduciendo el riesgo cambiario.
Sin embargo, ninguna de estas iniciativas logró consolidarse. Ahora, ya bajo un tercer mandato, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se ha propuesto retomarlas y hacerlas realidad.
Hasta el momento ha hecho expresa su intención de lanzar una moneda regional, que no sería única (como el euro), sino solo una de referencia como en su momento lo fue el Sucre.
‘Sur’ sería el nombre de esta nueva divisa, y cuya implementación ya se ha venido trabajando con el equipo de la Cancillería argentina desde antes de su toma de posesión.
En entrevista con RT, Pedro Páez, quien fue representante Plenipotenciario del presidente en Misión Especial del Gobierno ecuatoriano para los temas de la Nueva Arquitectura Financiera Internacional, considera que Lula da Silva es un “convencido” de la necesidad de la integración regional.
Y no descarta que también retome en algún momento de su tercer mandato los proyectos del Banco del Sur y el Fondo del Sur, que jugarían un papel de gran relevancia frente a escenarios de falta de liquidez y volatilidad en los mercados financieros.
Con millones de dólares puestos en el BNDES, los empresarios privados vieron con recelo la puesta en marcha de un banco de desarrollo regional de nuevo cuño, el Banco del Sur, que ya no estaría enfocado en la generación de ganancias, sino en el bienestar de los pueblos.
Sobre el Banco del Sur—un proyecto pionero en su tipo, diseñado incluso antes del banco de los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)—, cabe destacar que fue saboteado por los grandes empresarios vinculados a la construcción y el sector primario.
Es que en Brasil hay un poderoso banco de desarrollo regional, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), una institución que es financiada con dinero público y privado, y que además tiene una cartera de inversionistas de origen extranjero.
Con millones de dólares puestos en el BNDES, los empresarios privados vieron con recelo la puesta en marcha de un banco de desarrollo regional de nuevo cuño, el Banco del Sur, que ya no estaría enfocado en la generación de ganancias, sino en el bienestar de los pueblos.
Con Argentina, una alianza estratégica
Ya con Lula instalado en el Gobierno, existe gran expectativa en torno a la relación entre Brasil y Argentina. Una mancuerna que sin duda será decisiva a la hora de tomar de decisiones sobre el futuro de la integración suramericana.
Mientras que la relación se enfrió sobremanera durante la Administración de Jair Bolsonaro, tan pronto Lula se perfiló como ganador de la contienda electoral, Fernández viajó a Brasil para felicitar en persona al exlíder obrero, a quien también había visitado durante el tiempo en el que estuvo preso.
Daniel Scioli, excandidato a la Presidencia argentina y actualmente embajador en Brasil, ya se ha reunido varias veces con el equipo de Lula da Silva desde que resultó presidente electo, con vistas a fortalecer la relación bilateral, así como facilitar la reincorporación del gigante suramericano a diversos espacios de cooperación regional.
Scioli se encuentran preparando el regreso de Brasil a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) de la mano de Argentina, que en este momento ostenta la presidencia pro tempore del organismo multilateral.
La reincorporación oficial del gigante suramericano se tiene prevista para la tercera semana de enero, cuando la CELAC sesionará en la ciudad de Buenos Aires.
Un día antes, se contempla una reunión entre Lula da Silva y Fernández para estrechar la cooperación en una amplia diversidad de temas de la agenda bilateral.
Por ejemplo, se espera el lanzamiento de un esquema de comercio exterior que incluye la compensación a 180 días para aumentar los intercambios, así como un fomento mayor de los pagos en monedas locales.
Además, se alista un acuerdo con el BNDES para financiar el gasoducto Néstor Kirchner, que en su segunda etapa se extenderá a lo largo de 583 kilómetros, desde Salliqueló en la provincia de Buenos Aires, hasta San Jerónimo en Santa Fe.
Para Brasil, Argentina es un aliado estratégico. Ambos países suramericanos forman parte del Mercado Común del Sur (Mercosur), un bloque regional donde tienen una participación destacada.
El Mercosur habrá de definir también su relación con el Viejo Continente: Argentina y Brasil decidirán si finalmente se concreta, o no, un tratado de libre comercio con la Unión Europea.
Resta por ver qué decisiones toman ambos Gobiernos sobre el futuro de este bloque regional. Si hay una mayor cooperación a la hora de articular cadenas productivas, por ejemplo, en la industria automotriz, un sector que ha sido objeto de no pocas controversias entre las partes.
El Mercosur habrá de definir también su relación con el Viejo Continente: Argentina y Brasil decidirán si finalmente se concreta, o no, un tratado de libre comercio con la Unión Europea.
Hasta el momento, Lula da Silva se ha mantenido un tanto hermético con respecto a este acuerdo; no está claro si está dispuesto a renegociar algunos de sus términos antes de avalarlo, o si está conforme en lo general.
El reto, pasar de las promesas a la acción
Jorge Marchini, catedrático de la Universidad de Buenos Aires y uno de los principales expertos en el Continente sobre integración latinoamericana, sostiene en entrevista con RT que la llegada de Lula da Silva a la presidencia de Brasil representa una gran oportunidad para la región.
El exlíder obrero, sostiene Marchini, es un presidente que goza de un fuerte respaldo popular y cuyo tercer mandato tiene la oportunidad histórica de, ahora sí, hacer realidad el sueño de Simón Bolívar y José Martí: la unidad y la integración del Continente.
Sin embargo, el también vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana advierte que ya en otros momentos varios mandatarios han prometido mucho, pero al final quedaron atrapados en la inercia.
Organizan cumbres multilaterales donde se pronuncian discursos grandilocuentes, sin embargo, a la hora de la toma de decisiones, las iniciativas de integración regional o bien no se ponen en marcha, o su rol es apenas simbólico.
Jorge Marchini sostiene que el papel de Brasil será clave, sin embargo, puntualiza que la participación del resto de países suramericanos también será fundamental.
La integración regional, asegura, es un proyecto de largo aliento que requiere de la cooperación de todos los países, no solo de los de mayor relevancia económica y geopolítica.
En el caso de Lula da Silva, Marchini augura que estará a la altura de las circunstancias. La experiencia acumulada de sus primeros dos mandatos, comenta, le permitirá salir avante frente a dificultades y, a la postre, desempeñarse como un aliado de la integración continental.
En diciembre de 2021, Lula da Silva aseguró que, de llegar por tercera vez a la Presidencia, impulsaría la puesta en marcha del Banco del Sur y la implementación del Consejo de Defensa Suramericano. La meta es ganar autonomía.
En una entrevista de hace dos años, el propio Lula da Silva reconocía que durante la primera ola de Gobiernos progresistas hubo ingenuidad y desconfianza, un contexto que llevó a que se cometieran errores.
Los retos por delante son mayúsculos. Además de la reactivación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el fortalecimiento de la CELAC, el Gobierno de Lula de Silva tiene ante sí el reto de conseguir finalmente la unidad de la región, y consolidar los mecanismos de concertación política para resolver conflictos.
A la propuesta de lanzar una moneda suramericana, se añaden también otros proyectos que quedaron pendientes como parte de la UNASUR.
En diciembre de 2021, Lula da Silva aseguró que, de llegar por tercera vez a la Presidencia, impulsaría la puesta en marcha del Banco del Sur y la implementación del Consejo de Defensa Suramericano.
La meta es ganar autonomía. El primero permitirá dejar de depender de instituciones como el Banco Mundial a la hora de financiar el desarrollo de la región, y el segundo sentará las bases para establecer una estrategia de defensa propia de manera conjunta, sin la injerencia de potencias extranjeras.
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