

En 2017, una investigación encendió las alarmas sobre la higiene en la comida rápida: reveló que más de la mitad del hielo de McDonald’s, Burger King y KFC en Reino Unido contenía bacterias fecales. El hallazgo generó un escándalo internacional, comparaciones con el agua del inodoro y una urgente revisión de los protocolos de limpieza en los locales. Lo que parecía una simple bebida fría se transformó en un símbolo del descuido invisible en la era del fast food.
El hallazgo que nadie quería creer
El reportaje fue emitido el 19 de julio de 2017, y los resultados fueron tan inesperados como preocupantes: tres muestras contaminadas en McDonald’s, seis en Burger King y siete en KFC, con niveles especialmente altos en estas dos últimas. El problema no era menor: la ley británica establece que el nivel permitido de bacterias fecales en el agua para consumo humano es cero, así que cada muestra positiva representaba un fallo grave en higiene.

El impacto fue doble porque ya se había destapado semanas antes un caso similar en Starbucks, Costa Coffee y Caffè Nero, donde también se hallaron bacterias fecales en las bebidas frías. El patrón era claro: las máquinas de hielo estaban convirtiéndose en un punto ciego sanitario en los grandes nombres del consumo rápido.
¿Cómo llegan las bacterias al hielo?
La causa principal, según los expertos, fue la falta de limpieza en las máquinas dispensadoras de hielo. Tony Lewis, director de políticas del Instituto de Salud Ambiental del Reino Unido, explicó que “hay que revisar qué hace la gente con el hielo y si las máquinas realmente se limpian”. En muchos casos, las bacterias se introducen a través del contacto humano o del agua contaminada que se congela sin filtrar correctamente.

El hielo no mata bacterias: las conserva. Por eso, una vez dentro, el frío solo pausa la actividad microbiana, pero no la elimina. Cuando el cubo se derrite en tu bebida, las bacterias “despiertan” y vuelven a la acción. Un detalle tan cotidiano como pedir un refresco con hielo podría, en teoría, exponerte a contaminantes invisibles.
El agua del inodoro, más limpia que tu refresco
Uno de los datos más impactantes del reportaje fue la comparación con el agua del baño. En análisis paralelos realizados tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, el hielo de varios restaurantes tenía más bacterias que el agua del inodoro. El motivo: el agua de los baños pasa por sistemas de filtrado y control constantes, mientras que las máquinas de hielo dependen del mantenimiento manual.

Tom Humphrey, experto en bacteriología, explicó que estas bacterias son el indicador más fiable de contaminación fecal, y que su presencia, aunque no siempre implique riesgo inmediato de infección, demuestra una falla estructural en la limpieza. El hielo debería ser tan seguro como el agua que lo produce, pero este caso mostró que no siempre es así.
Reacción de las cadenas y daño reputacional
KFC fue la más afectada: cinco de sus siete muestras contenían niveles “significativos” de contaminación. La empresa reaccionó cerrando temporalmente sus máquinas de hielo para limpiarlas e inspeccionarlas, además de reforzar la formación de su personal en higiene. Burger King y McDonald’s también respondieron, asegurando que sus protocolos son rigurosos y que los resultados serían revisados internamente.

Más allá de las medidas, el daño ya estaba hecho. En redes sociales, los consumidores no tardaron en reaccionar con asco e indignación, mientras los titulares se viralizaban. Un cubito de hielo se convirtió en el símbolo de lo que puede pasar cuando la limpieza no se toma en serio.
Más allá del escándalo: una lección de higiene moderna
El caso del hielo contaminado dejó una lección clara: la higiene invisible importa tanto como la visible. En un sector donde la rapidez y la eficiencia dominan, los pequeños descuidos pueden tener consecuencias gigantes. No se trata solo de limpiar las máquinas, sino de entender que la confianza del consumidor se gana con rigor, no con marketing.

Desde entonces, las auditorías de limpieza en las grandes cadenas se volvieron más frecuentes, y la concienciación sobre la seguridad alimentaria aumentó. Pero el recuerdo del hielo sucio sigue flotando como una advertencia: lo que no se ve puede ser lo más peligroso.

En definitiva, el escándalo del hielo contaminado fue un espejo de nuestras propias rutinas de consumo. El estudio no solo destapó bacterias, sino una verdad incómoda: detrás de la velocidad del fast food puede esconderse una limpieza a medias. La próxima vez que pidas un refresco con hielo, tal vez te preguntes si la máquina que lo sirve ha tenido el mismo cuidado que tu pedido.
Carolina Gutiérrez Argüelles
Fuente de esta noticia: https://ecoosfera.com/noticias/hielos-refrescos-restaurantes-comida-rapida/
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