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Infobae.- Llevaban un fin de semana completo de juerga, tomando píldoras, mezclando bebidas energéticas con alcohol, fumando marihuana y consumiendo heroína. Estaban desquiciados y querían más adrenalina y drogas.

Karla Tucker (23) le propuso a su novio Danny Garrett (37) y a James Leibrant ir a robar al departamento de un amigo en común: Jerry Lynn Dean (27).

Karla lo detestaba. Les dijo que quería intimidarlo para que les diera el dinero que buscaban. Y, si no lo hacía, podrían, de todas maneras, llevarse sus cosas y convertirlas en cash: una moto, la televisión, los equipos de música…

Para convencerlos Karla les mostró las llaves del departamento de Dean y se rió. Se las había robado a Shawn, la mujer de Dean, en un descuido unos días antes, mientras ella le confesaba sus penas y que estaba distanciada de Dean.

La madrugada del lunes 13 de junio de 1983, entre las 2.30 y las 4.30, el trío se decidió: irían por todo.

Sangre y orgasmos múltiples

Entraron y lo primero que hizo Karla fue despertar a Dean apoyándole un pico de más de un metro de largo, en la cabeza. Le dijo: “No te muevas hijo de puta o estás muerto”. Rápidamente se sentó sobre él. Dean intentó protegerse y la tomó por los antebrazos mientras le rogaba por su vida. La llamó por su nombre varias veces. Danny Garrett decidió intervenir y para liberar a Karla recogió un martillo que estaba en el suelo y le dio a Dean un buen golpe en la cabeza. El dueño de casa quedó fuera de juego, como desmayado.

Danny Garrett salió del cuarto para cargar la camioneta con Leibrant con todo lo que se llevarían.

Karla se quedó en la habitación. Dean empezó a hacer ruidos extraños. Su cuerpo intentaba respirar, pero la sangre impedía la entrada normal de aire. Los sonidos eran horribles. Le gritó histérica que se callara una y otra vez. Por motivos obvios, el moribundo no pudo hacerlo. Ella, entonces, tomó su pico con rabia y empezó a golpearlo. Cuando Danny reingresó en el dormitorio, la ayudó a acabar con él y le propinó una puñalada en medio del pecho.

Terminados los ruidos siguió cargando el vehículo.

Karla encendió las luces del cuarto. El sangriento escenario era surrealista. Recién entonces notó la presencia de un testigo inesperado. Una mujer pretendía esconderse del horror en un rincón, tapada con sábanas y una colcha. Por lo visto, Dean no había demorado en conseguir pareja, se dijo Karla.

La que estaba en su cama, era Deborah Ruth Thornton, de 32 años, quien había conocido a Dean en una fiesta la tarde anterior. Mala suerte la de esta joven. Pésima.

Karla no la conocía, pero estaba más que decidida a no tener testigos. Además, seguro que había escuchado a Dean llamarla por su nombre.

Había algo más siniestro en todo esto: Karla había obtenido goce sexual matando a Dean. Quiso repetirlo. Le tiró un golpe con el pico a Deborah, pero solo le rozó el hombro. Comenzó una brutal pelea entre las dos mujeres. Deborah intentó defenderse, pero Danny Garrett entró una vez más en escena y las separó. Karla no pensó en retroceder. Comenzó a clavar su arma en la víctima repetidamente. Con Deborah caída en el piso, aprovechó para hundirla en el medio de su pecho, directo al corazón. Cada vez que lo hizo, tuvo un orgasmo. Fueron poderosos orgasmos múltiples.

Eso contó Karla a sus amigos primero y, luego, al tribunal que la juzgó.

Justo en ese trance de sadismo y violencia entró al dormitorio Leibrant, el tercer cómplice. Declaró que vio a Karla Tucker sacando con esfuerzo el pico de un cuerpo. Karla levantó la vista, lo miró, sonrió y siguió golpeando a Deborah. Su sonrisa iluminada fue lo que más lo asustó. Leibrant escapó caminando de la escena. Estuvo dando vueltas por los alrededores durante una hora y terminó llamando a Ronnie Burrell (quien era marido de Kari Tucker, hermana de Karla), para que lo fuera a buscar.

Garrett y Karla estaban furiosos con su deserción. Para arreglar las cosas, Leibrant prometió que los ayudaría.

Drogas, sexo y cero control

¿Quién era y cómo había llegado Karla Tucker a convertirse en esta perversa homicida?

Nació en Houston, Texas, el 18 de noviembre de 1959. Era la más chica de tres hermanas. Su padre, “Larry” Lawrence Earl Tucker, no estaba nunca en casa porque era estibador en el golfo de México. Su madre, Carolyn Moore, trabajaba como secretaria ejecutiva, pero en realidad ejercía la prostitución.

Cuando Karla cumplió 10 años sus padres se divorciaron. La separación fue muy conflictiva. Al punto que, durante esas peleas, Karla se enteró de que era hija extramatrimonial, producto de un romance ocasional de su madre. Lo cierto es que ya, desde hacía tiempo, a Karla nadie le prestaba la más mínima atención. Fumaba marihuana desde los 8 años y a los 10 ya consumía heroína y otras drogas duras.

Su preadolescencia terminó en desastre cuando a los 14 la echaron del colegio. Comenzó a seguir los pasos de su madre. Carolyn estaba con un grupo de rock. Karla se sumó y empezó a ejercer la prostitución. Viajaba con grupos musicales como The Allman Brothers Band, The Marshall Tucker Band y Eagles.

Precoz en todo, a los 16 decidió casarse con el mecánico Stephen Griffith. No duraron nada, al poco tiempo ya estaban separados. A los 20 empezó a frecuentar a un grupo de ciclistas. Así fue que conoció, en 1981, a una mujer llamada Shawn Dean y a su marido Jerry Lynn Dean. Ellos le presentaron a otro amigo, Danny Garrett, de 35 años. Al poco tiempo se pusieron de novios. El destino había tejido la tela de encuentros que conduciría a los asesinatos.

Si bien Karla no tenía antecedentes ni había estado presa, cuando ocurrieron los crímenes se supo que había tenido al menos una seria pelea con Dean en la que ella le pegó un puñetazo en la cara. Con el golpe rompió sus anteojos y un vidrió se clavó en el ojo de Dean quien terminó en el hospital haciéndose atender. No queda claro si Karla fue amante o no de Dean en algún momento, por lo que el ingrediente de los celos no debería dejarse de lado. Se dijo que Karla culpaba a Dean de haber destruido unas fotos con su madre y de haberse comportado muy mal con ella y con su mujer Shawn. O, quizá, el odio de Karla fuera solo producto de su mente perturbada por los abusos de alcohol y heroína.

Risas frente a la tevé

Los cuerpos fueron descubiertos horas después por Gregory Scott Traver. Como eran compañeros de trabajo y vivían cerca, Dean lo llevaba siempre en su auto. Ese día no apareció a buscarlo y Gregory decidió ir hasta el departamento de su amigo. Quería saber si le había pasado algo.

Lo que encontró fue el infierno que habían dejado Karla y su novio Danny Garrett. En el cuarto sobre el colchón estaba el cadáver de Dean, en el suelo el de una mujer con un pico clavado en su corazón. Además, Gregory notó que faltaban muchas cosas.

Esa misma tarde, mientras Karla y Danny Garrett miraban televisión, la noticia de los crímenes llenó de titulares la pantalla. Se rieron, hicieron bromas sobre los famosos que eran y llamaron a Leibrant para que fuera a ver los noticieros con ellos.

La mañana siguiente, la pareja asesina, fue hasta la casa del hermano de Danny, Douglas McAndrew Garrett. Luego de bajar las partes de la moto que habían robado, Karla le anunció muy tranquila: “Anoche, con Danny, matamos a Jerry Dean”. Y le dio la billetera de Dean a Douglas. Este la quemó inmediatamente en un fogón y asustado empezó a pedirles que sacaran de su garaje las piezas de la moto de la víctima. Su hermano lo convenció para que las tuviera. Douglas accedió. Se deshizo de ellas, pero después lo pensó mejor. Llamó a J.C. Mosier, un amigo de la familia que era detective del departamento de homicidios. Le contó lo que había ocurrido y le dio el nombre del tercer cómplice: James Leibrant.

Douglas siguió cooperando y grabó las conversaciones con Karla y su hermano Danny, donde discutían sobre los homicidios. Dos horas de grabación fueron más que suficiente. Listo caso resuelto.

Contar las heridas

Los peritajes forenses determinaron que Dean tenía golpes con el pico y puñaladas. En total, de sus 28 heridas, 20 habían sido fatales. Además, presentaba una tremenda fractura de cráneo. Deborah Ruth Thorton había muerto, también, por numerosas cuchilladas y golpes de pico en el pecho y en su espalda. El arma usada estaba en su cuerpo.

El 20 de julio de 1983 Karla y Garrett fueron detenidos y, luego, sometidos a juicio por separado.

Karla Faye Tucker se presentó ante el jurado totalmente drogada y el juicio estuvo a punto de suspenderse.

Con una frialdad demoledora la imputada llegó al punto de expresar cómo era que había sentido placer sexual al descargar sus golpes.

Pero, al mismo tiempo, en la prisión, comenzaba su conversión. Karla había comenzado a leer la Biblia.

“No sabía qué estaba leyendo. Antes de darme cuenta estaba de rodillas en el piso de mi celda y le pedía perdón a Dios”, dijo años después en una de sus tantas entrevistas.

En octubre de 1983, se volcó al cristianismo. Había sido una rápida y conveniente conversión.

Años después, en 1995, se casó con el capellán de la prisión, el reverendo protestante Dana Lane Brown, en una ceremonia religiosa. Nunca pudieron tocarse y la relación transcurrió tras un vidrio.

En abril de 1984 fue condenada a muerte, al igual que su ex novio Danny Garrett, por inyección letal.

En busca de clemencia

Durante sus años en la cárcel Karla se convirtió en una celebridad. Fue entrevistada por todos los programas con rating: 60 Minutos, Court TV y The 700 Club, entre otros. Este último era conducido por el predicador Pat Robertson, quien había virado su posición de partidario de la pena de muerte hacia una visión contraria a ella. Al famoso periodista Larry King, Karla le habló en un reportaje sobre el miedo a morir: “No le temo a la muerte. Sé hacia dónde voy. Jesús me aguarda. Aunque yo ya no sea una amenaza para la sociedad”.

La historia de Karla medía en audiencia. El hecho de que la condenada fuera mujer, su promocionado arrepentimiento y su conversión religiosa eran ingredientes atractivos. A eso se sumó que el mundo abogaba por conmutar su pena a muerte por una perpetua. El Papa Juan Pablo II; el primer ministro italiano de la época, Romano Prodi; el Parlamento Europeo y las Naciones Unidas intercedieron por ella. Los guardiacárceles de la prisión dijeron que era una prisionera modelo que parecía reformada e, incluso, el hermano de la víctima Deborah Thornton, al conocerla, se puso de su lado.

Las organizaciones que la defendían sostenían que, gracias a que su marido la había rehabilitado, ella había comenzado a dar charlas y a aconsejar a adictos para que dejaran de consumir. Muchos de ellos habían sido rescatados de las drogas. Por eso, concluían, había salvado más vidas que las que había quitado.

Su abogado y su familia le pidieron al expresidente de Estados Unidos y entonces gobernador de Texas, George Bush hijo, que la ejecución fuera suspendida. Pero ni él, ni el Tribunal Supremo, accedieron. Bush sostuvo que no podía hacer excepciones y que todos los delincuentes debían ser tratados de igual forma ante la ley.

Nada ni nadie logró torcer la decisión tomada.

Un récord no deseado

El 18 de diciembre de 1997 la corte decidió que la ejecución se llevaría a cabo el 3 de febrero del año entrante.

Fue apelación tras apelación, hasta el mismísimo día de su ejecución. Un total de 76 pedidos de clemencia que siempre fueron rechazados.

El 2 de febrero fue trasladada en avión desde su unidad en Gatesville hasta la prisión de Huntsville que estaba preparada para esta instancia final. Su última comida fue una ensalada, una banana y un durazno. Karla pudo escoger a cinco de las personas que la verían morir. Además de su marido, eligió a Richard -ex marido de Deborah Thornton- y a sus dos hijastros que siempre habían apoyado su condena a muerte y al hermano de Deborah, Ronald Carlson, que tenía una posición contraria. En la sala desde donde se vería el funesto espectáculo estaban también los familiares de Dean.

Richard Thornton, esa misma mañana, había asegurado a la prensa que no creía una sola palabra sobre la conversión religiosa y la rehabilitación de Karla Tucker: “Solo cuando vea muerto a ese monstruo, podré empezar a respirar tranquilo”.

En la habitación de su muerte Karla Tucker, con 38 años, fue atada de pies y manos con correas adheridas a la camilla que le impedían moverse o resistirse. Mientras lo hacían, ella rió. Pero ahora no tenía ningún pico entre sus manos.

Antes de morir, Karla dijo sus últimas palabras:

“Quiero decirles a todos ustedes que pido perdón por el sufrimiento que he causado. Espero que esto sirva para que Dios les de paz. (Miró a su marido) Baby, te amo. (Miró a todos los presentes sonriendo) Todos han sido muy buenos conmigo. Los quiero a todos mucho. Voy a encontrarme cara a cara con Jesús ahora (…)”.

Catorce años después de haber sido sentenciada, el martes 3 de febrero de 1998, a las 18.45 horas, se convirtió en la primera mujer en 135 años en ser ejecutada en el estado de Texas. Y la segunda en ser ejecutada en los Estados Unidos desde la reinstalación de la pena de muerte en 1976 por parte de la Corte Suprema.

La sentencia se llevó a cabo 45 minutos después de la hora programada inicialmente. Pasados ocho minutos desde la inyección letal (en la que se mezclaron tres drogas para sedar, paralizar y detener su respiración) fue declarada muerta.

Danny Garrett, para entonces, ya había perecido bajo las garras de un cáncer de hígado en 1993.

 


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