
Imagen Minminas de Colombia
En las últimas horas, un mensaje contundente desde el Ministerio de Minas ha reconfigurado el tono del debate nacional sobre el gas. Con una voz sin titubeos y un carácter que suele incomodar a quienes rehúyen a las verdades directas, el ministro Edwin Palma acusó de manera abierta a varios sectores técnicos y políticos de incurrir en “hipocresía, cinismo y deshonestidad intelectual”. Un pronunciamiento que no solo reavivó viejos desencuentros, sino que expuso la tensión entre la realidad energética del país y las decisiones que, según él, se evadieron durante años mientras se celebraban fracasos como si fueran estrategias.
Palma recordó que la exploración de gas no es una tarea de meses ni responde a voluntades improvisadas. Un contrato serio, explicó, requiere al menos ocho años para mostrar resultados y, en la mayoría de los casos, solo se vuelve exitoso después de una década. Aun así, cerca del 20% del territorio colombiano tiene concesiones exploratorias, pero apenas una fracción mínima ha sido efectivamente investigada en campo. Para el ministro, la decisión democrática de poner fin a nuevos contratos a finales de 2022 no alteraba en lo absoluto un panorama que —sostiene— ya venía marcado por años de inacción. El fracaso, dice, no se configuró ahora, sino en los gobiernos que, pese a contar con altos precios internacionales del petróleo, campañas financiadas por la industria y todos los incentivos para encontrar gas, no lograron resultados. “Ineptos”, remató.
Su crítica avanzó hacia un punto que toca fibras sensibles: la dependencia de importaciones. La compra de gas para generación energética comenzó en 2016, y la destinada a la demanda esencial se intensificó el año pasado. Para Palma, este escenario no nace de una crisis súbita, sino de una cadena de decisiones que favorecieron un monopolio privado que concentra la banca más grande del país, medios de comunicación y fondos de pensiones. Una estructura que calificó como un ejemplo de cómo la regulación puede moldearse a conveniencia de los poderosos, mientras los expertos de la época -desde entidades como la CREG, la UPME y los ministerios correspondientes- fallaron en anticipar la realidad que hoy señalan con dramatismo.
El ministro evocó incluso los episodios celebrados como hitos que nunca lo fueron: descubrimientos anunciados con optimismo —Opon, Orca, La Creciente— que prometían excedentes y exportaciones que jamás se materializaron. Lo que siguió fue complacencia, confianzas infundadas y un país que terminó pagando los costos de esa falta de planeación. Resulta paradójico, señaló Palma, que haya sido esta administración la que expidió el Decreto 1467 de 2024 para dar viabilidad comercial al gas costa afuera y a proyectos de importación, herramientas que -según él- debieron existir hace años. Si quienes hoy posan de visionarios realmente lo hubieran sido, se pregunta, ¿por qué nunca involucraron a Ecopetrol en ese negocio estratégico para la seguridad energética del país?
En el debate alrededor del gas hay mucha, mucha hipocresía, cinismo y deshonestidad intelectual.
Ahora esos tecnócratas que pudieron hacer y no hicieron siendo gobierno sufren dolosamente de “mala memoria”. Pero todo lo que está ocurriendo no es más que su culpa.
Vamos por… https://t.co/iRe6LSE8yu pic.twitter.com/xcwPZSdJou
— Edwin Palma Egea (@PalmaEdwin) December 5, 2025
El panorama actual también muestra incrementos abruptos en los precios del gas. Empresas que hace tres años vendían a 5 dólares por MBTU hoy ofrecen el mismo producto a 9, y para cubrir periodos como diciembre y 2026 han fijado valores de hasta 12. Un fenómeno que no parece respaldado por aumentos en costos operativos o inversiones de magnitud, y que para el ministro convierte el precio del gas en un producto especulativo, sujeto a maniobras de intermediación que terminan encareciendo la tarifa que pagan los usuarios. Y mientras los discursos políticos se llenan de advertencias apocalípticas sobre apagones y colapsos energéticos, poco se dice del mercado secundario del gas, de las compras que no se usan y se revenden a precios inflados, o de la falta de propuestas para corregir estos desajustes.
A pesar del ruido y de las narrativas que, según Palma, buscan generar alarma en vísperas de procesos electorales, los datos oficiales del Gestor del Mercado muestran que existe suficiente gas para atender la demanda nacional, incluso en un contexto de estrechez. No hay negación de las dificultades, enfatizó, pero tampoco espacio para discursos que se alimentan del miedo. La estrategia del Gobierno se orienta a acelerar los proyectos que debieron impulsarse hace años, revisar el comportamiento de precios, proteger a los usuarios y activar un paquete de 20 medidas destinado a ampliar la oferta, tanto doméstica como importada, mientras se combate la especulación.
El ministro cerró su pronunciamiento con una reflexión que, más que política, fue un llamado a la responsabilidad. Dijo que si la energía que se invierte en magnificar crisis se dirigiera a enfrentar los verdaderos retos del sector, los avances serían mayores. “Con ellos o sin ellos”, afirmó, “seguiremos adelante”. Una frase que dejó claro que, más allá del debate técnico, lo que se disputa hoy es el relato sobre quién debe asumir la responsabilidad de una historia energética que, por años, fue contada a medias.
carloscastaneda@prensamercosur.org
