
Panamá, ese país increíble que sirve como conexión vital entre dos océanos y dos continentes, está en un momento crítico en el 2025, con tensiones y desafíos que se sienten en todos lados, ¿sabes? Desde las bulliciosas calles hasta los recintos del poder, las cosas no están fáciles. A pesar de que siempre se habla de estabilidad y de un crecimiento continuo, la realidad es distinta…El ambiente ahora mismo está cargado de protestas, la economía incierta, y la política… ¡ay, la política! Navegando en aguas que son muy pero que muy turbias.
La política se encuentra entre la presión externa y el descontento que crece por dentro.
El Presidente José Raúl Mulino, el que tomó las riendas con promesas de un gobierno fuerte ante la migración y que iba a reformar a fondo el sistema de seguridad social. Su lista de pendientes, ha estado dominada, diría yo, por dos temas súper calientes: la crisis migratoria en el Darién y la reforma de las pensiones. Mulino no se lo pensó dos veces para tomar decisiones que generaron controversia, ¡vaya! Como ese acuerdo con Estados Unidos para reforzar la presencia militar y el inicio de esas deportaciones masivas de migrantes, que bueno… que fueron muchas. Además, ha impulsado una reforma que aumenta la edad para jubilarse… Y eso, eso sí que ha hecho que la gente salga a protestar.
La relación con Estados Unidos, sorpresa, ¡ha tomado un protagonismo que nadie esperaba!
El acuerdo para expandir la presencia militar de los Estados Unidos en suelo panameño, un acuerdo que firmaron sin consultar al pueblo, eh, eso es algo que muchos han interpretado como una verdadera renuncia a la soberanía del país. Y la verdad es que, para mucha gente, la historia de Panamá es un relato de lucha constante, una lucha por el control del canal, y de resistir la intromisión extranjera en sus asuntos. Estas tensiones, especialmente después de lo que dijo la administración Trump, ¿recuerdas?, sobre la posibilidad de que Estados Unidos controlara el canal… eso, eso sí que ha puesto a prueba la diplomacia panameña, ¿no?, y ha sembrado muchísima inquietud sobre lo que le depara el futuro al país.
Ahora, hablemos de la sociedad: movilización, represión y una ciudadanía que no se rinde jamás. En Panamá, durante los últimos meses, hemos sido testigos de uno de los ciclos de movilización social más fuertes, ¿sabes?, de las últimas décadas. Desde finales de abril, ¡casi a diario!, ahí estaban los sindicatos, los estudiantes, las comunidades indígenas y los trabajadores del campo, todos protestando en las calles. Aunque el detonante principal fue la reforma de las pensiones, esas protestas, se sumaron muchísimas otras cosas: el rechazo a la represión, la defensa de la soberanía, y también la denuncia del cierre de los espacios democráticos.
Y, claro, la respuesta del gobierno no se hizo esperar… fue muy dura.
El país… se ha militarizado, de verdad que sí: vemos policías equipados con lo último en tácticas antidisturbios, vigilando terminales, universidades, ¡y hasta los centros comerciales! Han ocurrido arrestos injustos, allanamientos ilegales y una persecución brutal contra líderes sindicales, es tremendo. El asunto de Saúl Méndez, el mero mero del fuerte sindicato Suntracs, que tuvo que pedir asilo en Bolivia después de denunciar amenazas y persecución, ¡es un claro símbolo de la tensión que se siente en el aire!
Y miren, la verdad es que el pueblo panameño está harto, cansado de sentir que las decisiones que importan se toman a sus espaldas, ¿me entienden? La desconfianza hacia la clase política se dispara, y la idea de que el país está gobernado por una élite que solo piensa en sí misma, anteponiendo sus intereses, es una realidad palpable para casi todos. Pero a pesar de todo, la gente sigue luchando, movilizándose; la gente está convencida que la presión social puede hacer que las reformas más impopulares cambien.
En cuanto a la economía, ¡el canal está en peligro, y hay señales de alarma! Panamá, durante años, ha sido un ejemplo de crecimiento, ¿verdad? Gracias en gran medida al canal y su sector financiero. Pero, ¿el 2025? ¡No pinta tan bien, la cosa se ve mal!
El canal, muy afectado por la sequía persistente y las limitaciones en el paso de barcos durante 2023 y 2024, está desesperado por volver a la normalidad. Hay varios proyectos en marcha, como la construcción de una represa en el río Indio. Se trata de una inversión enorme, ¡unos 1.600 millones de dólares!, y se espera que garantice el suministro de agua. ¡Pero eso no es todo!
Para hacer las cosas más difíciles, existe muchísima presión internacional, especialmente debido a esa gran pelea geopolítica entre Estados Unidos y China, peleando por el control y la influencia del canal; eso agrega una capa más de incertidumbre, ¿verdad?
El déficit fiscal alcanzó un preocupante 7% del Producto Interno Bruto en 2024. Eso realmente es preocupante, ¿eh? Este problema ha llevado a las agencias que califican la deuda, a degradar la nota de Panamá. ¡Fitch la colocó en «basura»! y S&P la puso casi al punto de perder el grado de inversión, ¡casi nada! El gasto público sigue aumentando, por otro lado, los ingresos han bajado. Para rematar, la economía siente mucho el golpe por el cierre de la mina Cobre Panamá, que era una fuente importante de dinero y trabajo. Y el Fondo Monetario Internacional ya está avisando sobre los peligros financieros que vienen de los problemas legales internacionales debido al cierre de la mina.
La verdad es que la vida diaria no es sencilla para muchos panameños. El costo de la vida sube cada día, el desempleo preocupa y la desigualdad se hace más notable.
A pesar de ser uno de los lugares más ricos de la zona, en Panamá la cosa se siente. La idea, ya sabes, de que el sistema económico solo le cae bien a unos cuantos, no para de crecer. Eso es innegable.
Ahora, mirando hacia el futuro, ¡Panamá está en un momento crucial! Hay un montón de cosas que pesan: la gente pidiendo cambios, el lío en el mundo, y una economía que es un poco delicada, ¿me entiendes? Todo esto clama por respuestas serias y conversaciones de verdad. La gente ya ha dejado claro que no va a callarse ni a renunciar a lo que es suyo, ¿verdad? El futuro del país dependerá, totalmente, de si los que mandan se ponen a escuchar y a negociar en serio.
Pero mira, a pesar de todos los problemas, ¡el espíritu panameño sigue ahí, fuerte como un roble! Panamá tiene una historia de gente que siempre ha sabido levantarse y pelear. Y aunque las cosas estén ahora un poco oscuras, esa esperanza de tener un país más justo y dueño de sí mismo sigue brillando en cada protesta, en cada discusión y en cada vez que alguien se ayuda.
