RADIO MERCOSUR - 24 HORAS EN VIVO

Perú y su esperanza.

Comparta nuestras noticias

 

Si hay algo que define a Perú en este 2025 es la sensación de estar atrapado en una especie de tormenta política que parece no tener fin. La verdad es que, después de años de sacudidas y cambios abruptos, el país anda buscando con urgencia un rumbo claro, pero el camino está lleno de baches. Vamos a desmenuzar juntos cómo está la situación política, económica y social, con sus luces y sombras, para entender mejor este momento tan complejo.

Política: la inestabilidad como paisaje cotidiano

Perú lleva años viviendo una crisis política que ya se siente casi crónica. Desde hace más de una década, la presidencia parece una silla eléctrica: seis presidentes en siete años no es un dato menor. Y 2025 no es la excepción. La presidenta Dina Boluarte, que asumió tras la destitución de Pedro Castillo en 2022, sigue al frente, pero con una popularidad en caída libre, tocando mínimos históricos que rondan el 3%.

La renuncia del primer ministro Gustavo Adrianzén en mayo, justo cuando enfrentaba varias mociones de censura, fue otro golpe que evidenció la fragilidad del Ejecutivo. No fue un escándalo de corrupción lo que lo sacó, sino la mala gestión y, sobre todo, la crisis de inseguridad que azota al país. El secuestro y asesinato de 13 mineros en el norte fue la gota que colmó el vaso, despertando una indignación que se siente en cada rincón del país.

,

Y es que la violencia no da tregua. Lima y otras regiones viven bajo estados de emergencia, con paros nacionales convocados por trabajadores y estudiantes que exigen un cambio real. La presidenta anunció elecciones para abril de 2026, intentando calmar las aguas, pero muchos ven esta convocatoria como un intento por ganar tiempo en un sistema político que, la verdad, está muy desgastado.

El Congreso, fragmentado en más de 40 partidos políticos, es un reflejo de una sociedad dividida y desconfiada. La alianza entre grupos de derecha, izquierda y fujimorismo crea un tablero donde la gobernabilidad es una quimera. Además, la presidenta enfrenta investigaciones por corrupción y la trágica represión de protestas en 2022, lo que le resta aún más legitimidad.

En resumen, la política peruana es un torbellino donde la esperanza se mezcla con la frustración. La democracia está viva, sí, pero con heridas abiertas que tardarán en sanar.

Economía: señales positivas en medio de la incertidumbre

En medio de este panorama político tan convulso, la economía peruana muestra una cara algo más alentadora. Según el Ministerio de Economía y Finanzas, el crecimiento para 2025 se espera entre 3.5% y 4%, un dato que supera las expectativas iniciales y refleja un desempeño mejor al de 2024, cuando el PIB creció 3.3%.

Este crecimiento se apoya en varios sectores clave. La pesca, por ejemplo, tuvo un impulso impresionante en enero con un aumento del 23.1%, gracias a la mayor extracción de anchoveta. También destacan la manufactura, el transporte, la construcción y el agropecuario, que aportan dinamismo y empleo. La minería, tradicional motor de la economía, sigue activa con la producción de cobre, molibdeno y plata, aunque con retos por la volatilidad de los mercados internacionales.

Las remesas son otro salvavidas para muchas familias peruanas. En 2024, el país recibió casi 5.000 millones de dólares enviados por peruanos en el extranjero, un 11.2% más que el año anterior. Este dinero no solo ayuda a cubrir necesidades básicas, sino que también impulsa el consumo interno y mantiene a flote a muchas comunidades.

Sin embargo, no todo es un camino despejado. La incertidumbre global, con tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, genera nubarrones que podrían afectar el comercio y la inversión. Además, la deuda pública, aunque controlada por debajo del 30% del PIB, exige prudencia para no perder la confianza de los mercados.

Y la desigualdad, como en tantos países de la región, sigue siendo un problema latente. El crecimiento económico no siempre llega a los sectores más vulnerables, y la pobreza y el desempleo informal continúan golpeando fuerte.

Sociedad: entre la esperanza y las heridas abiertas

La sociedad peruana, en este 2025, vive un momento de contradicciones. Por un lado, hay un deseo palpable de cambio, de dejar atrás años de crisis y violencia. Pero, por otro, las heridas de las protestas recientes, las muertes y la represión aún duelen y dividen.

La inseguridad es una preocupación constante. El secuestro y asesinato de mineros en el norte, la violencia en las calles y la sensación de impunidad generan miedo y desconfianza. Esto se refleja en la baja aprobación del gobierno y en la creciente movilización social, con paros y protestas que buscan hacerse escuchar.

En el ámbito social, la educación y la salud siguen siendo retos enormes. Aunque hay esfuerzos por mejorar la calidad educativa y ampliar la cobertura, la realidad es que muchas escuelas y centros de salud carecen de recursos básicos. La brecha entre zonas urbanas y rurales, y entre diferentes grupos étnicos, es profunda y difícil de superar.

Sin embargo, la resiliencia del pueblo peruano es admirable. En medio de la adversidad, surgen iniciativas comunitarias, proyectos culturales y movimientos sociales que buscan construir un país más justo. La esperanza, aunque a veces tenue, sigue encendida.

¿Qué viene para Perú?

Perú está en un punto de inflexión. Las elecciones de abril de 2026 son vistas como una oportunidad para resetear el tablero político y dar un nuevo impulso a la democracia. Pero para que eso suceda, es necesario que se produzca una renovación real, que no solo cambien los nombres, sino que se transformen las estructuras que han llevado al país a esta crisis permanente.

 

 

 

La economía debe seguir creciendo, sí, pero con un enfoque más inclusivo que permita reducir la desigualdad y mejorar la calidad de vida de todos. Y la sociedad necesita sanar, encontrar espacios para el diálogo y la reconciliación, para que la violencia y la desconfianza no sigan marcando el día a día.

Perú en 2025 es un país que camina con paso incierto, entre la esperanza y el desencanto. Pero, como suele decirse por aquí, “el que no arriesga no gana”. Y en esta tierra de historia milenaria y diversidad vibrante, la apuesta por un futuro mejor sigue viva, a pesar de las tormentas.


Este retrato de Perú no es perfecto ni definitivo, pero sí intenta capturar la complejidad de un país que, con todas sus contradicciones, sigue buscando su lugar en el mundo. La política, la economía y la sociedad están entrelazadas en una danza complicada, y solo el tiempo dirá si logran encontrar el ritmo adecuado para avanzar.

 


Comparta nuestras noticias


En que te puedo ayudar?