

El mediático periodista, cineasta y autor de decenas de libros, José María Zavala, vuelve a sorprender a los lectores con una publicación que, en palabras de Juan Manuel de Prada, “aúna exégesis bíblica, amor por la tradición y conocimientos históricos” que configuran “un libro cautivador”. Los doce, última obra publicada por el autor de la mano de Espasa, se trata de un volumen que aglutina el criterio y experiencia de Zavala tras décadas de investigación con el peso de místicos como Emmerich, teólogos como Ratzinger y especialistas como Otto Hophman.
El resultado es un relato de lectura ágil cargado de novedades, desde la respuesta a los grandes misterios de los apóstoles a un retrato de los mismos hasta ahora no visto, de forma sistemática, compilada y con un contexto que ofrece al lector sólidos conocimientos de la Iglesia primitiva.
Pedro, ¿cuándo y cómo asume el papado? ¿Cómo le cambia?
Una de las incógnitas que desvela Zavala en Los doce es el momento en que Pedro asume su responsabilidad como “príncipe de los apóstoles”. Y es que en las Escrituras aparecen dos Pedros diferentes. Por un lado, el de los Evangelios, “a veces contradictorio y vacilante, que se debate entre los obstáculos que encuentra en su camino espiritual”. Por otro, el Pedro de los Hechos, en el que se advierte “en plenitud como roca firme de la Iglesia”.
¿Qué ocurre para que esto suceda? Bajo el epígrafe de La metamorfosis, el escritor advierte de una evolución “sobrecogedora”. En ella, “el hombre irreflexivo, tornadizo y débil que semanas antes se estremece de miedo y jura que no conoce a Jesús para no ser apresado como él, le reafirma ahora alto y claro con valentía ante millares de personas el día de Pentecostés, aún a riesgo de su propia vida.
De este modo, “el Pedro timorato se transforma finalmente en el adalid de los intrépidos”, lo que se muestra en episodios como “el poder con que hace recaer sobre Ananías y Safira, los esposos mentirosos, la ira de Jesús, o la fuerza con que lanza el primer anatema apostólico sobre el embaucador Simón el Mago”.
Santiago, ¿está realmente enterrado en Compostela?
De entre las muchas curiosidades y misterios de los apóstoles, Zavala no teme en salir al paso de una controversia que, pese a las evidencias, se pretende perpetuar. Una de esas fuentes que rescata el escritor es la carta del rey asturiano Alfonso III “el Magno”, una “prueba palpable y un foco de luz” que apunta a la veracidad de la localización del apóstol Santiago en Compostela.
En dicha carta, el monarca asegura haber presenciado en persona “algunos de los más grandes milagros obrados en peregrinos durante su visita a la tumba del apóstol”, como reproduce el escritor: “En cuanto a lo que me preguntáis, de qué apóstol es el sepulcro que nosotros poseemos, sabed ciertísimamente que es del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, y este sepulcro se halla en el Arca Marmárica. Este sepulcro resplandece hasta el presente con muchos hechos prodigiosos: son arrojados los demonios, recobran la vista los ciegos… y otros milagros que hemos visto por nosotros mismos y [otros que] he conocido por el testimonio de nuestros obispos y sacerdotes”.
El Arca, el sepulcro donde fue sepultado el apóstol, también es aludida por San Isidoro de Sevilla, que en su libro De orto et obitu remarca que Santiago “fue muerto por la espada de Herodes y enterrado en el Arca marmórica”.
No son las únicas pruebas citadas por Zavala. También habla de otras como los “extraordinarios privilegios” concedidos por Roma a la Catedral de Santiago, las donaciones de los retes a la catedral o la celebración en torno a la tumba de concilios, asambleas y coronaciones de monarcas, lo que constituyen otras muestras de su “innegable autenticidad”.

Zavala sostiene «Los doce», una publicación que desde el rigor histórico enfrenta las grandes polémicas, mitos y misterios que rodean a los apóstoles.
El Apocalipsis de Juan, el “vidente de Patmos”
Los doce tampoco elude el siempre enigmático Apocalipsis que San Juan escribió durante su destierro en la isla de Patmos, en el mar Egeo.
Entre las múltiples incógnitas que rodean al texto, Zavala combina el análisis de unas profecías desalentadoras con un trasfondo plagado de esperanza.
Así, ante el toque de trompetas que “bastaría para sembrar el pánico”, la afirmación de Juan de que “Satanás lanzará su ataque por medio de las bestias a las que transferirá su poder” o la existencia de una Iglesia “amenazada siempre por el poder del dragón”, Zavala es capaz de apreciar la esperanza.
Pese a estos anuncios, dice, «el Apocalipsis constituye un consuelo, en la medida en que anuncia la victoria final de la vida sobre la muerte y del bien sobre el mal”. Un combate, agrega el escritor, que también se sucede de forma “diaria” y cotidiana y en la que el libro de Juan brinda el necesario ánimo y aliento para librarla.
El gran misterio de Judas, “el infame”
Pese a que actualmente Judas es “el símbolo universal de la traición”, Zavala detalla que no siempre fue así y acudiendo a especialistas como Otto Hophman, argumenta que “nadie honesto con la verdad evangélica está en condiciones de asegurar que Judas es ya un ser depravado cuando Jesús le llama para formar parte de su Colegio Apostólico”. El Evangelio, dice Hophman, “no ofrece ningún argumento para dudar de que la fe y el afecto de Judas por Cristo fueron al principio nobles y dignos”.
De este modo, hubo un tiempo en el que Judas, como uno de los doce, caminó junto al Señor, predicó el evangelio, sanó enfermos y expulsaría junto a ellos a los demonios en nombre de Cristo.
Siendo así, y convencido de que nadie se convierte de la noche a la mañana de amigo en traidor a Jesús, Zavala trata de descifrar misterios insondables como son la elección de Judas por Jesús y que confíe en él desde el primer momento o el mismo comienzo y fin del “sendero de la traición”.
Un camino que, según Zavala, comienza tras el sermón de Jesús en Cafarnaúm, al día siguiente de la multiplicación de los panes y los peces, cuando le reprocha que renuncie a establecer su reino en la tierra. “No puede ocultar su decepción. Como Satanás, Judas tienta a Jesús con el poder y la gloria de este mundo”, observa Zavala. Confirmada la renuncia de Cristo al reino terrenal el Domingo de Ramos, un Judas, ya bajo el influjo del mal según los evangelistas, justifica la inminente traición: ¿Qué hay de censurable en delatar a un hombre que pone en riesgo el presente y futuro de su pueblo? ¿Qué hay de reprochable en exigir una recompensa por asumir el riesgo que la delación entra? ¿No ha predicho el maestro su destino?
Con todo, Zavala concluye el libro como comienza, plagado de esperanza y respuestas. “Nadie duda de que entre Jesús y Judas se abre un abismo de luz y tinieblas”, pero añade: “En su último encuentro con Judas, Jesús le llama amigo. Solo Dios es capaz de convertir la oscuridad más tenebrosa y triste en un resplandor de esperanza y alborozo por su infinita misericordia”.
José María Carrera
Fuente de esta noticia: https://www.religionenlibertad.com/libros/250212/cambio-pedro-papa-exorcismo-santiago-zavala-desvela-misterios-apostolicos_110465.html
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