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¿Cómo podemos entender la “mayordomía corporal bíblica”?

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Después de una larga jornada de estudio personal de la historia de la educación física y el cristianismo, tuve que ir a recoger a la escuela a mi hija, bañarla, calentarle la comida, orar juntos y acompañarla a dormir. Prácticamente esa es mi tarde de lunes a viernes. Está organizado de manera sistemática. Una rutina provee descanso y orden en las acciones diarias. Créeme que, con una niña pequeña, lo notas. La planificación es clave para el desarrollo de la mayordomía.

En el ejemplo anterior, si no planifico y estructuro el tiempo con mi hija, quien pagará el precio por la mala gestión será ella, como protagonista, y yo, como el adulto irresponsable que no hace lo que debe. Lo mismo sucede en la competencia o el sector de los hábitos saludables: una acción que se ejecuta sin consejo y planificación lo más probable es que carezca de dirección y propósito. Proverbios 20:18 lo señala de la siguiente manera: «Los proyectos con consejo se preparan, / Y con dirección sabia se hace la guerra» (énfasis añadido).

Como entrenador y creyente, considero que cuando un proyecto «saludable» no está guiado por el consejo bíblico y sí por el deseo subjetivo, terminarás abandonándolo y, por lo tanto, las consecuencias serán exhibidas en tu vida, en la de quienes te rodean y, en última instancia, en la exposición del evangelio en tu vida de una manera errónea. Esto es lo que llamo la progresión cíclica de una mala mayordomía.

Deseo subjetivo → Acción subjetiva → Abandono → Consecuencias

Esta cadena es el efecto dominó de una vida saludable fundamentada en el deseo subjetivo y no en la Escritura. Ejemplo: Una persona quiere perder peso. Hace ejercicio. Ya no desea hacer ejercicio. Abandona. Así puedes pasarte media vida.

En cambio, cuando el deseo nace por la observación de la Escritura, la acción se sujeta a la norma bíblica. La rendición de cuentas ya no recae sobre mi persona como agente y juez de la acción y hábito saludable, sino sobre el Creador del cuerpo y la ciencia que aplico al mismo, Cristo.

  • Deseo: administrar el cuerpo para la gloria de Dios.
  • Acción: planifico y ejecuto un programa adaptado al tiempo y el contexto en los que Dios me ha puesto.
  • Abandonar: es una probabilidad a causa del pecado residual y este mundo caído, pero tu compromiso ya no es contigo mismo, sino que está sujeto a la norma bíblica y al deseo dado por la observación de qué es el cuerpo según las Escrituras. Por cierto, Dios desea fervientemente que hagas Su voluntad.
  • Consecuencias: en medio de mi fidelidad, el carácter de Cristo se forma en mi vida a través de una actividad que exprime lo que hay en mi corazón.

La voluntad de Dios es que seas un fiel mayordomo de todo lo que Él te ha dado para que cuides y administres, incluyendo el cuerpo que Él diseñó para ti (cp. Gn 2:15; Mt 25:21; 1 Co 6:20). La mayordomía que se te exige es una mayordomía individualizada, que se caracteriza por el contexto en el que te encuentras, el tiempo que Dios mismo te ha prestado, los recursos financieros que te ha provisto… en otras palabras: Dios te ha equipado con los recursos necesarios para el estándar de mayordomía que Él demanda de tu vida como siervo en esta historia llamada vida.

Una educación saludable sin el desarrollo de una cosmovisión bíblica traerá una vida saludable hueca y eternamente irrelevante

La mayordomía corporal bíblica, como la entiendo, es un sistema de respuesta a las formas del cuidado corporal antibíblicas. Este sistema de respuesta tiene por norma general que el fin supremo de todas las acciones saludables es la gloria de Dios (1 Co 10:31). Podríamos definir, entonces, a la mayordomía corporal bíblica como el proceso a través del cual el corazón se educa, se limita y conoce el fin supremo de todas las acciones saludables.

Una mayordomía que educa

En la mayordomía corporal bíblica, la educación tiene que ver con el aprendizaje del objeto del cuidado (el cuerpo) y lo que aplicamos para ese cuidado (el conocimiento). Sin duda, hay múltiples maneras en la que podemos cuidar el cuerpo, pero en concreto, en mi libro, me centro en las dos ramas más conocidas: la nutrición y el ejercicio físico.

El cristiano del siglo XXI se enfrenta a un sinnúmero de propuestas para el cuidado corporal. Es por esa razón que los cristianos de esta generación deben estar al tanto del conocimiento científico y antropológico del cuerpo. A diferencia de hace 1500 años, hoy el ejercicio físico es un acto más que cualquier individuo puede realizar, pero el cristiano debe conocer e interpretar todas y cada una de sus acciones a través del fundamento bíblico.

La educación saludable es buena y necesaria, pero una educación saludable sin el desarrollo y la madurez de una cosmovisión bíblica traerá una vida saludable hueca y eternamente irrelevante. La mayordomía corporal bíblica enfatiza primero la necesidad del creyente de inquirir en el conocimiento de quién es Dios, pues esto determinará su estilo de vida y, por otra parte, la necesidad de reconocer a Dios como el autor de las ciencias que la persona aplicará al cuerpo que no le pertenece. En otras palabras, una mayordomía sin educación bíblica es una acción peligrosa en el campo espiritual.

Una mayordomía que limita

En las últimas semanas, he estado entrenando y enseñando a mi hija de cuatro años el hermoso deporte del fútbol. Disfrutamos a todo fulgor de correr uno detrás del otro en medio de risas y gritos de goles. Pero cuando Yael toma la pelota con la mano, mi consigna no tiene demora: «Con la mano no, con el pie sí». Estas ocho palabras limitan el uso de sus manos, pero permiten que la actividad tenga fluidez y que ella aprenda qué es jugar al fútbol.

En una escala mayor, algo así sucede en nuestras vidas saludables. Salomón lo escribe de una manera más gráfica: «Cuando te sientes a comer con un gobernante, / Considera bien lo que está delante de ti, / Y pon cuchillo a tu garganta, / Si eres hombre de mucho apetito» (Pr 23:1-2, énfasis añadido).

«Y pon cuchillo a tu garganta…», esta frase en particular es un límite muy bien marcado. Es mantener la distancia entre lo prudente y lo que mi aparente necesidad, mi apetito, quiere o me impulsa a hacer.

Una mayordomía bíblica se corresponde con límites establecidos bajo la norma que rige la conducta cristiana, la Palabra de Dios. Por el contrario, una mayordomía que carece de límites es la manifestación de un corazón que ha abrazado las directrices de otro señor, pero no el Señor de la Biblia.

En la industria del sector saludable y del fitness de nuestra generación, todo método vale; si da resultados, es válido. En la mayordomía corporal bíblica esto no funciona así. El límite de las acciones saludables en la vida del cristiano se encuentra a los pies de la cruz y no en lo que al parecer funciona. Todas las acciones referentes al cuidado corporal y el desarrollo de hábitos saludables deben permanecer fundamentalmente a los pies de la cruz. Ahí está el verdadero equilibrio. El límite entre la parte deportiva y la parte espiritual está en la absoluta inclinación por Cristo.

Todas las acciones referentes al cuidado corporal y el desarrollo de hábitos saludables deben permanecer fundamentalmente a los pies de la cruz

He visto en innumerables ocasiones cómo las personas hacen largas filas para participar en retos de pérdida de peso en treinta días. Esto puede suponer un gran estímulo al principio y te puede ayudar a acercarte a ese objetivo (se diría que a muchos les ha sido de gran ayuda, al menos para comenzar), pero por desgracia, la mayoría de estos retos no trabajan el carácter, sino que el objetivo está en alcanzar la ansiosa y tan anhelada meta. El problema está en que llegas a la meta, pero, como tu corazón sigue siendo el mismo, al mes siguiente vuelves al punto de partida del que saliste en el reto anterior, lo que te lleva al bucle.

Te apuntas a otro reto, y a otro reto, y así puedes pasar años hasta que no comprendas que el verdadero reto está en ser mayordomo toda la vida, no solo treinta días. Por otra parte, te ofrecen productos que venden la promesa de que en quince días podrás lograr lo que no pudiste hacer en cuarenta años, tomando una pastilla y sin esfuerzo alguno.

Cuando lo has intentado todo, la línea del límite se vuelve cada vez más borrosa. El corazón es complejo, y el cuidado corporal llevado por un corazón sin límites es arriesgado en exceso.

Una mayordomía que conoce

Recuerdo muchas de las entrevistas que hice a los socios del club donde servía como parte del cuerpo de entrenadores. Antes de empezar un programa de entrenamiento o proceso deportivo, normalmente se realiza una entrevista previa para conocer el historial clínico y deportivo y el objetivo de la persona. Mi pregunta inicial siempre ha sido: «¿Por qué quieres entrenar?». La mayoría de las personas (por no decir casi todas) responden a esta pregunta con un beneficio que se viste de deseo: la salud.

Por supuesto que es un objetivo válido; la salud es importante, pero como estamos aprendiendo a ver la vida saludable desde la perspectiva de la mayordomía corporal bíblica, debemos ser más reflexivos en lo que hemos tomado como válido durante muchos años.

El cristiano que ha profundizado en nuestro llamado a ser buenos mayordomos, no busca ejercer mayordomía corporal bíblica por salud, sino por obediencia. Esa obediencia exhibe las marcas del evangelio, y el evangelio exhibe la gloria de Dios. Dicho de otro modo: la gloria de Dios se exhibe a través de Su glorioso evangelio, este evangelio es abrazado por los escogidos a los que se les ha alumbrado el entendimiento y, en pos de esa transformación, ellos son obedientes al llamado de ser siervos de su Señor y no de la salud.

Las implicaciones de esta maravillosa y sobrenatural transformación también son evidentes en las acciones menos pintorescas, como lo es un programa de entrenamiento físico. Esta observación no solamente nos ayudará a ser fieles al Señor, sino que producirá una mayor adherencia a la construcción de un estilo de vida saludable. De esta manera, estaremos cumpliendo con el llamado a hacer todo para la gloria de Dios y no para nuestra salud. «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Co 10:31, énfasis añadido).


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Daniel Cabús
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/mayordomia-corporal-biblica/

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