El 24 de marzo de 1874 Budapest daba a luz a la primera estrella del espectáculo internacional. Su nombre era Erik Weisz, pero logró fama como Houdini. Además de convertirse en el ícono del ilusionismo, magia y escapismo, fue un visionario en estrategias de publicidad. Sus mejores trucos para la autopromoción, la lucha contra el espiritismo y extraña muerte.
Fue la primera estrella global del mundo del espectáculo. Erik Weisz, más conocido como Houdini, quien nació el 24 de marzo de 1974 en Budapest, Imperio Austro-Húngaro, se ha convertido, a casi un siglo de su fallecimiento, en un ícono indiscutible de la magia, ilusionismo y especialmente del escapismo. Su apellido, a su sola mención, evoca no solo sus hazañas y contribuciones al entretenimiento, sino también las peculiares circunstancias de su muerte, para la cual el cine ha ofrecido una versión más dramática y alejada de la realidad.
Además de su innegable talento en el arte del ilusionismo y escapismo, Houdini destacó por su habilidad para la autopromoción, su astuta relación con los medios de comunicación y su firme oposición a los espiritistas, lo que contribuyó significativamente a su posicionamiento en la cúspide del entretenimiento. Con cada actuación, llevaba su profesión un paso más allá, innovando y desafiando los límites de lo posible.
En la época de Houdini, los magos formaban parte de las múltiples atracciones que ofrecían los circos y ferias itinerantes, actuando junto a mujeres barbudas, siameses, fakires y otros personajes considerados “freaks”. Era un tiempo en el que la idea de cancelación cultural no tenía lugar y los derechos de las minorías eran prácticamente inexistentes.
A mediados del siglo XIX, Jean Robert-Houdin, un francés que inicialmente se desempeñó como relojero y constructor de autómatas, revolucionó el mundo de la magia. Robert-Houdin la elevó en todos los aspectos, incorporando nuevos contenidos mediante el uso de aparatos mecánicos y la aplicación de fenómenos físicos para producir efectos impresionantes. Además, introdujo cambios significativos en la indumentaria del mago, siendo el primero en vestirlo con frac y sombrero de copa, y trasladó sus actuaciones desde circos y ferias a los escenarios teatrales, profesionalizando y dignificando el arte de la magia.
Desde muy joven, Houdini comenzó su carrera en el mundo del espectáculo actuando en circos, rodeado de un variado elenco de personajes. Fue la lectura de la autobiografía de Jean Robert-Houdin lo que inspiró a Erik Weisz a adoptar el nombre artístico de “Houdini” en homenaje al mago francés. Sin embargo, con el tiempo, la admiración que Houdini sentía por Robert-Houdin se transformó en envidia. Dotado de un gran ego, Houdini intentó opacar el legado de Robert-Houdin con la publicación de su libro “El desenmascaramiento de Robert-Houdin”, en el cual lo acusaba de haber robado trucos; una afirmación que ningún biógrafo serio ha logrado confirmar.
Jean Robert-Houdin, a pesar de haber sido olvidado por el gran público, fue un pionero en cambiar el paradigma de los prestidigitadores. Antes de él, muchos magos, como Harry Kellar, afirmaban que su magia derivaba de poderes especiales o incluso la asociaban con fuerzas demoníacas. Robert-Houdin, en cambio, sostuvo que la magia se basaba en la técnica y los trucos, no en supuestos poderes sobrenaturales. Con esta postura, instauró la dinámica entre el mago y el espectador que invita a este último a intentar descifrar el método detrás de cada truco, enriqueciendo así la experiencia del ilusionismo.
En sus inicios, ansioso por obtener reconocimiento, Houdini buscó ser nombrado heredero por Harry Kellar, uno de los magos más prestigiosos de la época. Sin embargo, Kellar eligió a Howard Thurston para sucederlo en su legado. Esta decisión llevó a Houdini a considerar tanto a Kellar como a Thurston como sus grandes enemigos.
Houdini dio sus primeros pasos en el mundo de la magia como un experto en trucos de cartas, una habilidad común entre los magos de su tiempo. Fue esta comprensión la que marcó un punto de inflexión en su carrera. Reconociendo la necesidad de distinguirse, decidió alejarse de los tradicionales trucos de “abracadabra” para adentrarse en actos más complejos y arriesgados. Así, Houdini comenzó a realizar hazañas donde la vida estaba literalmente en juego, y de ese modo, a cimentar su fama y legado como el maestro del escapismo.
Al llegar a un nuevo lugar, la primera demanda de Houdini era ser encerrado en la cárcel más segura, casi sin ropa y completamente encadenado. Por lo general, en menos de 10 minutos, lograba escapar y se presentaba ante el alcalde para entregarle los grilletes. Esta hazaña era resultado de una meticulosa planificación y preparación de cada detalle para maximizar el impacto de su presentación. Houdini también se encargaba personalmente de informar a la prensa sobre sus actos, lo que garantizaba su cobertura mediática. Sus proezas comenzaron a ser ampliamente publicitadas, convirtiéndose en noticias que impulsaban las ventas de los medios que las reportaban, gracias a la fascinación que despertaban entre el público.
Este acto de escapismo en las cárceles era solo una parte de sus estrategias promocionales. En este ámbito, Houdini también se adelantó a su tiempo, estableciendo un modelo publicitario innovador que, con las debidas adaptaciones tecnológicas, continúa siendo relevante en la actualidad. Una de sus tácticas más creativas consistía en contratar a siete calvos que paseaban por la ciudad previo a sus presentaciones. En un momento dado, se inclinaban para mostrar en sus cabezas una letra del apellido de Houdini, formando su nombre completo. La creciente alfabetización de las masas en Estados Unidos y el auge de la prensa escrita no pasaron inadvertidos para el mago, quien supo aprovechar esta popularidad mediática para potenciar su propia fama.
Houdini llevó la magia a la calle a una escala nunca antes vista, congregando a miles de espectadores para presenciar sus escapes. Elegía cuidadosamente lugares de fácil acceso, asegurándose de que pudiera ser visto por la mayor cantidad de público posible. Sus actos de escape implicaban situaciones extremas, como ser colgado boca abajo mientras se libraba de una camisa de fuerza ante la vista atónita de todos. Además, a menudo se encadenaba de pies a cabeza y se lanzaba desde puentes públicos, logrando liberarse y emerger nadando para el aplauso y admiración de las multitudes congregadas.
La celda de tortura acuática
Entre todos los números de escape realizados por Houdini, hubo uno que lo consagró como una leyenda: la celda de tortura acuática. Este consistía en ingresar boca abajo en un cubo lleno de agua, estando amarrado con candados de alta seguridad. Este acto no solo se convirtió en su obra maestra sino que también generaba una mezcla de morbo y tensión extrema entre el público. La expectativa crecía hasta transformarse en horror al ver que el tiempo pasaba y Houdini no emergía. Para aumentar el dramatismo, un maestro de ceremonias instaba al público a contener la respiración junto a Houdini, algo que, dada la falta de entrenamiento del público, era imposible. La presencia de un asistente con una maza lista para actuar en caso de emergencia, un reloj enorme marcando el tiempo y la música que añadía tensión al acto, conformaban una puesta en escena inolvidable. A menudo, el público, angustiado tras 5 minutos, suplicaba que sacasen a Houdini del cubo, y justo cuando el asistente se preparaba para romperlo, Houdini aparecía triunfante por detrás. En realidad, el mago solo requería un minuto para liberarse; el tiempo adicional hasta su aparición era intencionadamente usado para incrementar el suspense y alimentar su leyenda.
Houdini demostró su versatilidad como mago, no limitándose únicamente a las hazañas de escapismo. También era capaz de crear ilusiones sorprendentes, como cuando hizo desaparecer a la elefanta Jenny. Este acto, realizado ante la incredulidad del público, implicaba el uso cuidadoso de los efectos ópticos, mostrando la amplitud y la creatividad de su repertorio mágico.
Houdini destacó no solo por la espectacularidad de sus actos de escapismo en público sino también por su habilidad como publicista, desarrollando una notable producción de carteles promocionales. En estos carteles, por ejemplo, desafiaba al público a presentarse con esposas, prometiendo una suma considerable de dinero si no lograba quitárselas. Sin embargo, Houdini nunca tuvo que pagar, demostrando su maestría una y otra vez. Para la creación de estos materiales, trabajó con algunos de los mejores ilustradores de la época y, en un notable cruce de caminos entre el entretenimiento y la literatura, incluso contrató a H.P. Lovecraft, quien más tarde ganaría fama por sus relatos de terror, para la redacción de sus anuncios.
H.P. Lovecraft escribió “Imprisoned with the Pharaohs” para Houdini, en donde narró una supuesta aventura del ilusionista atrapado en una pirámide, detallando las arduas pruebas que debió superar para escapar, todo ello dentro de un marcado tono de terror. Durante muchos años, esta historia fue tomada como un hecho real por el público, demostrando el gran impacto que tenía la narrativa combinada con la ya legendaria figura de Houdini en la imaginación colectiva.
Tony Curtis, Norman Mailer y Adrien Brody son algunos de los actores que se pusieron en la piel del ilusionista en diversas producciones cinematográficas y televisivas, de las más de 10 adaptaciones basadas en su vida. Sin embargo, Houdini no solo fue objeto de representación en el cine, sino que también participó activamente en él. Su debut en la pantalla fue con “The Master Mystery”, un serial de 15 capítulos que solían proyectarse antes de las películas principales. Estos episodios, de aproximadamente 8 minutos de duración, mostraban el talento de Houdini como escapista, quien realizaba él mismo las escenas de riesgo sin la ayuda de dobles. Cada capítulo terminaba en un momento crítico, incentivando al público a volver la semana siguiente para descubrir la resolución. Posteriormente, Houdini protagonizó varias películas como “The Grim Game” (1919), “Terror Island” (1920), y con su propia productora realizó “The Man from Beyond” (1921) y “Haldane of the Secret Service” (1923), consolidando su leyenda también en el ámbito cinematográfico.
La fama de Harry Houdini traspasó fronteras. Sus giras internacionales lo llevaron por países como Alemania, Inglaterra y Rusia. Contrario a las leyendas que lo involucran como espía durante la Primera Guerra Mundial, su objetivo era consolidarse como una figura internacional tras dejar una impresión duradera en figuras notables como Guillermo II de Alemania y la familia Romanov en Rusia. Respecto a su visita al último zar, circula el mito de que Houdini llegó a ridiculizar a Rasputín, una figura infame de la corte rusa; sin embargo, no existe evidencia concreta que respalde este evento, manteniéndolo en el terreno de la especulación y el misterio.
A principios del siglo XX, la aviación emergió como un fenómeno fascinante, especialmente después de que los hermanos Wright lograran el primer vuelo controlado y sostenido de una aeronave motorizada en 1903. Capturado por el entusiasmo que este hito generó, Houdini se sumergió en el mundo de la aviación y consiguió que le construyeran un aeroplano. Con el objetivo de hacerse notar en un ámbito donde aún no había dejado su huella, eligió un escenario inédito para su hazaña aérea: Australia. Ahí, realizó su primer y único vuelo, sin volver a pilotar un avión nuevamente. Este episodio se sumó a su legado como pionero y aventurero, aunque su carrera en la aviación fue breve y se limitó a aquel singular evento
Desde que Harry Kellar rechazó a Houdini como su heredero, una de las obsesiones de Houdini fue eliminar a toda competencia dentro del mundo de la magia e ilusionismo. Para proteger sus trucos, Houdini comenzó a patentarlos, siendo el primero en su campo en tomar esta medida. Sin embargo, esta estrategia resultó contraproducente. Lo que inicialmente parecía una forma de protección se convirtió en un boomerang; los magos, en lugar de acudir a sus espectáculos, visitaban el registro de patentes, donde encontraban detalladas explicaciones de sus trucos. Este acceso inadvertido a las técnicas de Houdini permitió que sus innovaciones se divulgaran sin que él pudiera beneficiarse como había previsto.
Durante esos años, Houdini enfrentó a un nuevo adversario: Theodore Hardeen. La competencia entre ambos fue intensa. Hardeen no solo parecía copiar los trucos de Houdini sino que también los mejoraba, lo que llevaba a ambos ilusionistas a superarse constantemente. Este intercambio de desafíos se realizaba principalmente a través de los medios de comunicación, que eran usados para proponer y responder a los retos. Así llenaban sus salas, en medio de enfrentamientos públicos.
La rivalidad entre Houdini y Theodore Hardeen se mantuvo durante años. Sin embargo, se trató de un nuevo truco ya que esta supuesta competencia resultó ser el hermano menor de Houdini, Ferenc Dezső Weisz. Los hermanos habían ideado una estrategia para mantenerse en el centro de atención y dominar el escenario del ilusionismo, dejando poco espacio para cualquier competidor. Tras el fallecimiento de Houdini, fue Ferenc quien continuó con el legado, realizando sus trucos.
Después de una actuación de Houdini, Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes se acercó para conocer al ilusionista, quien lo había deslumbrado por lo que había presenciado en el escenario. Esta admiración mutua sirvió como fundamento para una amistad inicial entre ambos personajes. Sin embargo, con el tiempo, las diferencias fundamentales en sus creencias sobre el espiritismo y los poderes sobrenaturales condujeron a un enfrentamiento feroz e irreconciliable entre ellos.
Sir Arthur Conan Doyle era también un ferviente espiritista. Ejerció como presidente del Ghost Club inglés, una sociedad dedicada al estudio de lo paranormal y que contó entre sus fundadores a Charles Dickens, otro ilustre escritor de la literatura inglesa. Sin embargo, a pesar de compartir una afición por temas sobrenaturales, existía una marcada diferencia en sus creencias personales: mientras que Conan Doyle era un creyente genuino en la existencia y la capacidad de comunicación con los espíritus, Dickens tendía a interpretar estas manifestaciones bajo una perspectiva más psicológica, buscando explicaciones racionalizadas para los fenómenos paranormales.
Los últimos años de la vida de Houdini estuvieron marcados por una intensa lucha contra el espiritismo. Este cambio en su carrera y en su enfoque personal surgió después del fallecimiento de su madre en 1913, mientras él estaba de gira por Europa. La noticia de su muerte lo dejó devastado, ya que mantenían un vínculo muy fuerte y Houdini siempre se había encargado de cuidarla. Le quedó la sensación, que se convirtió en una obsesión, de que su madre había muerto sin haberle dicho algo importante. En su búsqueda por una posible comunicación con ella, comenzó a acudir a sesiones con médiums que afirmaban poder establecer un contacto entre ambos. Durante la época de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de gripe española, el espiritismo se había vuelto especialmente popular, ya que los deudos, ante la inmensa cantidad de muertes, buscaban desesperadamente comunicarse con sus seres queridos fallecidos. Este contexto de dolor y esperanza se convirtió en un terreno fértil para los estafadores, contra los cuales Houdini comenzó su cruzada, desenmascarando a falsos médiums y denunciando las prácticas engañosas del espiritismo.
Houdini, tras pasar de un médium a otro, empezó a exponer los trucos que veía sencillos debido a su experiencia: objetos en movimiento, sonidos inexplicables y apariciones. En 1922, Conan Doyle organizó una sesión espiritista en Atlantic City con su esposa, quien afirmaba tener la capacidad de comunicarse con los muertos, coincidiendo con el cumpleaños de Houdini. Durante la sesión, la esposa de Doyle fue “poseída” por el espíritu de la madre de Houdini, entregando un mensaje en inglés con referencias cristianas, contradiciendo el hecho de que la madre del ilusionista no conocía el inglés y era de religión judía, además de ignorar la relevancia de la fecha. Esto indignó a Houdini, quien escribió un artículo acusándolos de fraude y comenzó una ferviente campaña contra el espiritismo.
En 1926, a los 52 años, el desgaste físico de Houdini era evidente, y aparentaba más edad de la que tenía. Durante una gira en Canadá, dos admiradores se le acercaron para pedirle el truco del puñetazo, donde Houdini recibió golpes en los abdominales como si nada. Sin embargo, antes de que pudiera prepararse o responder, uno de los jóvenes le dio varios golpes. Aunque inicialmente continuó con su gira, los dolores se agudizaron hasta que en Detroit se tornaron insoportables. Finalmente, accedió a visitar a un médico, quien diagnosticó la rotura de su apéndice. Poco después, Houdini perdió la vida por una peritonitis.
Antes de su fallecimiento, Houdini hizo prometer a su esposa, Bess, que recordaría unas palabras específicas, un código secreto entre ellos. Este código serviría para que, si en el futuro los médiums intentaran comunicarse con él, Bess pudiera discernir rápidamente la autenticidad del contacto. Houdini falleció el 31 de octubre, justo al inicio de la celebración de Halloween. Durante una década, Bess honró su memoria llevando a cabo sesiones espiritistas en esa fecha con la esperanza de contactarlo. Sin embargo, Houdini nunca se manifestó y el código nunca fue revelado por nadie. Al final de estos intentos, Bess decidió no continuar, expresando su resignación con las palabras: “10 años son suficientes para esperar por un hombre”.
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