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Lun. Nov 25th, 2024
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POR:  CARLOS FAJARDO
PARA PRENSA MERCOSUR- Cuenta X Fastidiardo

Lo dicho por Gustavo Petro en su reciente discurso en la Nacho (Marzo 11 de 2024) no es un “ataque desproporcionado y descomunal contra la libertad de expresión”, como quieren hacerlo ver los medios hegemónicos, de los cuáles Caracol, RCN, El Tiempo, El Colombiano, Semana, Blu Radio, entre otros, hacen parte, es simplemente la expresión de un hecho cada vez más evidente: Tenemos una prensa militante, poco o nada rigurosa, que ha dado muestras claras y suficientes de su aberrante falta de objetividad, su tendenciosa y degradante parcialidad y su clara intención de atacar al gobierno.

Tenemos una prensa comprometida NO con la difusión de información veraz, debidamente constatada, respetuosa del derecho ciudadano a la información, sino unos canales de manifestación permanente de ciertos grupos políticos que pretenden retomar el poder con mentiras, difamando y ocultando maliciosamente los evidentes avances, intenciones y propuestas del gobierno del cambio, atacando y señalando sin pruebas y sin ningún escrúpulo a sus funcionarios de alto o mediano nivel, satanizando los errores de algunos y buscando generar una atmósfera hostil al gobierno.

Tenemos una prensa que es propiedad de miembros de la plutocracia cleptómana que se adueñó de este país y nos llevó gradualmente al precipicio de violencia, inequidad, corrupción y miseria en que nos convirtieron.

Tenemos una prensa oscura y mendaz que adocena, adoctrina y embrutece.

Tenemos una prensa en la que, a la par de unos pocos incuestionables y brillantes periodistas, cultores rigurosos de la verdad, pululan por decenas figuritas de origami que enlodan con falsedades el ejercicio de una muy noble e indispensable profesión, escudados como rémoras en una acepción monstruosa de la “libertad de expresión”. Una prensa que confunde perversamente información con opinión. Una prensa que es experta en agigantar rumores infames, difundir falacias, señalar con vileza contradictores y que, en muchos casos, practica el sicariato moral.

Lo vimos recientemente cuando un humilde líder social de una olvidada región de nuestro país fuera ultimado por los oscuros asesinos actuando en clara sincronía con los dichos difamatorios de una periodista que lo señaló de pertenecer al ELN.

Si señora, es con Ud., Diana Saray.

En torno al prestigio de algunas figuras cimeras, bien merecido y ganado en años de ejercicio austero, estoico, minucioso, apegado a la verdad, respetuoso de su profesión y de su audiencia, aparecen figuritas de oropel que actúan ni más ni menos que como mira de los asesinos.

Pero alrededor de las colosales estructuras de una prensa hegemónica, mercenaria, apegada al poder, faldera de plutócratas, falaz, mendaz y que hace mucho traicionó los principios éticos del periodismo, crecen y se agigantan nuevas expresiones: Raya, Bandalos, Cuestión Pública, Vorágine, Noticias Uno, La Nueva Prensa. La Oreja Roja, Verdad Abierta, Rutas del conflicto, El Shabbat, Pos La Verdá, La Cola de la rata, Mutante, Volcánicas, Universo Centro, Baudó, Manifiesta, entre muchos otros que dan lustre a la profesión con valentía, audacia, respeto y rigor.

Sea este un humilde homenaje y reconocimiento a esos medios comprometidos con la verdad que se han convertido en alternativa a la desinformación malintencionada de una prensa que nunca fue grande por sus cualidades sino por la billetera de sus financiadores y propietarios.

Un homenaje que lleno de gratitud hago también, por supuesto, a http://prensamercosur.org, un equipo de alcance internacional, liderado en Colombia por Carlos Castañeda que amable y generosamente me ha permitido hacer uso de sus canales para expresar semanalmente mi opinión…

UNA PROPUESTA

En Colombia vivimos bajo una suerte de Monarquía “democrática”. Elegimos y se nombran funcionarios que una vez en funciones se convierten, de la noche a la mañana y en virtud de esa “democracia”, en pequeños reyezuelos en su cargo, indiferentemente del alcance y calidad de su desempeño.

No son de periodo fijo sino de periodo atornillado. Así pues, tenemos Fiscales que se dedican a gastar ostentosamente su presupuesto mientras practican una suerte de justicia selectiva que se convierte en un arma política al diezmar la dignidad y libertades de los contrincantes del reyezuelo fiscal, mientras garantiza la impunidad de sus aliados.

Nada los toca, ni el que se vayan en contravía de políticas de estado como la paz y la lucha anticorrupción, ni la precariedad de sus resultados en el control del delito, la galopante e hiriente inseguridad y la degradante e indignante corrupción.

Las libertades por vencimiento de términos son la regla, generando no sólo desencanto sino indignación entre quienes se esforzaron por hacer las investigaciones previas, se expusieron a detener a los delincuentes y también entre quienes esperábamos justicia.

¿No es ese un criterio de calidad de la gestión de jueces y fiscales?

La Procuraduría y las contralorías demuestran inusitada diligencia para atacar a sus rivales políticos, en tanto que tardan mucho en asumir investigaciones de funcionarios de gobiernos anteriores de los que fueron partícipes.

Los legisladores lo hacen en beneficio propio y de sus benefactores, actúan, como es habitual, de espaldas al país, ajenos a las necesidades apremiantes de la sociedad y a la prelación del interés público sobre el particular de sus mecenas.

¿El archivo de proyectos de importancia, la manipulación de los quórums, no debería ser un criterio de calidad de su gestión?

Los alcaldes, gobernadores y presidentes se desnudan con obscena desfachatez de sus promesas de campaña una vez suben al poder. Recuperan súbitamente la sensatez y, de manera inusitada, se convierten en contrarios de lo que con mucho énfasis y entusiasmo defendieron preelectoralmente.

¿La sujeción a los programas propuestos no debería ser la lista de chequeo de su gestión?

Los famosos cortes de cuenta no son otra cosa que un canto a la bandera. Los funcionarios llegan con prisa, como si tuvieran una apremiante necesidad fisiológica, cargados de estadísticas y cuadros de colores, a decir lo que quieren y a dar respuestas evasivas a los pocos informados que llegan a esos escenarios a buscar respuestas.

La “gran prensa” actúa en connivencia con el poder corrupto. A punta de medias verdades o de descaradas mentiras manipulan a la opinión pública y protegen a los perpetradores del desmantelamiento del estado.

Ejercer un periodismo riguroso, apegado a la verdad, al respeto por el derecho ciudadano a recibir información veraz y objetiva de los medios de comunicación, es una actividad de alto riesgo en este país, donde los mismos “periodistas” actúan algunas veces como señaladores y apuntadores de los asesinos.

¿No debería haber un control previo, institucional e independiente de la veracidad de la información que periodistas y funcionarios ofrecen a los ciudadanos?

CAMBIEMOS ESO.

Es posible, con base en la experiencia acumulada, sacar de toda esta sarta de embustes, incumplimientos, dilaciones, selectividades, algo bueno, algo que nos mejore como democracia participativa, algo que nos permita avanzar como estado de derecho.

Que todos los funcionarios, realmente todos, seamos objeto de seguimiento y evaluación permanente, pero efectiva y eficaz, por parte de la ciudadanía. Que se priorice el interés general sobre el particular.

Que el Estado actúe en beneficio de todos y no de quienes tienen con que financiar una campaña política.

El estado no se pone en venta en cada periodo electoral, deben existir políticas de estado, de país, que transgredan los límites entre una administración y otra, indiferentemente de su color político.

Que una evaluación negativa genere consecuencias para quien la recibe, desde advertencias perentorias, mesas de trabajo con la ciudadanía, mayor participación de ésta en las decisiones, hasta la separación del cargo. No hay mayor daño a la estabilidad institucional que mantener un funcionario mediocre y, para más, venal en una responsabilidad que puede afectar tantas vidas.

Que se evalúe el cumplimiento de los programas preelectorales para los elegidos por voto popular (Esto los obligaría también a hacer propuestas sensatas, factibles y podría ser un golpe de gracia para el populismo de derecha o de izquierda o de centro).

Que se mida el impacto de la gestión de cada funcionario de alta, media o de baja alcurnia en términos realistas y prospectivos.

Que nadie se atornille en un cargo por que sí, sino que se mantenga justamente en virtud de su eficiencia, eficacia y efectividad.

Que la gente que se nombra llegue en mérito de sus virtudes y logros y no por recomendación de tal o cual político.

Que no hagamos caso a los medios provocadores y mendaces y avalemos con nuestra atención a esas audaces y valientes expresiones del periodismo que separan, a riesgo de sus vidas, la información de la opinión, que revelan y documentan nuestra dura realidad, que ponen en evidencia a los malandros enquistados en el poder.

Talvez, de ese modo, creceremos como país y podamos vivir sabroso en un verdadero estado de derecho.


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