La materia prima de la política son las palabras. Sin ellas, la política no tendría sentido, ni contexto. En tiempos de sobreexposición verbal, de ruido y sensacionalismo mediático, el timing, el silencio y la modulación podrían devenir de una clave estratégica que no se puede ignorar o subestimar. Por supuesto que las palabras nos liberan. La historia nos permite encontrar discursos gloriosos, palabras que cambiaron el mundo, pero también la ausencia de ellas podría tener una poderosa fuerza si responde a una estrategia.
Hay una cita de Confucio que es esclarecedora: “El silencio es un amigo que jamás traiciona”. Shakespeare dice: “Es mejor ser dueño de tu silencio, que esclavo de tus palabras”. El silencio puede venir acompañado de prácticas complementarias que simbióticamente mejoren la política, como ser: La prudencia, la reflexión y la escucha activa. Quien aprende a escuchar en silencio puede reflexionar, quien reflexiona en silencio, habla lo justo y lo medido. El silencio irreflexivo no sirve, el prudente, siempre habla mejor.
Pocos políticos en Bolivia y el mundo conocen el arte de manejar el silencio. Es un perfil atípico que está supeditado a características específicas de una cultura política, haciendo que este tipo de políticos sean en extremo difíciles de encontrar.
Cuatro características del silencio en la comunicación política:
La resistencia. También se la hace en silencio.
El silencio cuando es fruto de una decisión estratégica, tiene una enorme capacidad de resistencia. Cuando las palabras no bastan o no llegan, cuando son insuficientes y nadie escucha, la ausencia planificada de las mismas podría incorporar un tono desafiante al stablishment. El silencio también puede ser atronador y denunciar de manera más efectiva que muchas palabras. Callar es también resistir, resistencia que ha sido una constante histórica en las luchas de nuestros pueblos indígenas.
La Fortaleza. Inexpugnable
El silencio es una fortaleza infranqueable, es un enemigo difícil de combatir, imaginemos detener una sombra o dar puñetes al aire. Las sombras son inalcanzables por inasequibles. Golpear una sombra es delirante, agotarse en el vacío del rival ausente y esquivo. Sólo el que es fuerte puede manejarse en calma, ante lo abrumador de una infoxicación y una sobreexposición mediática sin precedentes en la historia, de tal manera que la política del silente puede resultar muy efectiva porque no ofrece ángulos para el contragolpe. El silente enfrenta las palabras de sus adversarios con una coraza inexpugnable.
La conexión. Silenciosa
¿El silencio puede conectar con otras voces, emociones y personas? Sí. El silencio puede ser capaz de representar desde la ausencia. El político silente puede conectar con las voces de sus electores a través de una especie de espiral del silencio-inversa, que desde el conocimiento de la emocionalidad de sus electores hace innecesarias las palabras. Vivimos contextos donde los políticos hablan sin escuchar, mienten, distorsionan y manipulan en beneficio personal. Entonces la gente escucha perpleja, sintiendo el menosprecio de a quien le estafan en la cara.
El político silente puede resultar un buen portavoz de determinados segmentos. Esta capacidad de conexión es extraordinaria y muy vinculante. Callo porque te escucho y porque tus palabras son las mías. Ese es el potencial representativo del silencio.
El caballo de Troya. Moderno
El silencio puede ser un arma. Ya que crea expectación y desgasta al adversario por esquivo, incierto y desconcertante. El silencio no es fácil de combatir porque no siempre es lo que aparenta. Además, de ser imperceptible en la cotidianidad, es una forma de presencia desconcertante. El silencio derrota fácilmente un discurso vacío, al dejar en evidencia discursos huecos sin sentido.
En nuestro contexto, la política del silencio puede reivindicar lo esencial, sin necesidad de ser enunciado mediáticamente. No es fácil vencer el desafío del silencio en su sencillez. No es fácil doblegar la enorme resiliencia del silencio estratégico. Los sin voz pueden sentirse representados, ante los que en su nombre alzan la suya para representarles. Pero también ante los que en su nombre callan para identificarse con aquella mayoría silenciosa que en tiempos de desconexión gubernamental, nadie les escucha.
En tiempos de incertidumbre, el silencio social mayoritario podría sentirse representado ante un igual. El silencio aminora los conflictos. El sabio, el conciliador, el unificador, comprende a los otros cuando calla. Así la política silente se responsabiliza y evita palabras hirientes que incendien aún más una hoguera mediática donde nadie sale indemne. Practica con el ejemplo en su meditativo silencio, reflejo irrefutable de una madurez política que es casi inexistente en la actualidad.
Cada vez se acerca más el momento de elegir entre el ruido, la confrontación y la descalificación hechas regla de vociferantes voceros, quienes en su apremiante desesperación hablan pretendiendo una notoriedad, no para representar a los demás sino para representarse así mismos, versus una política que determine la transición a un nuevo tiempo.
Por: Freddy Bobaryn (Politólogo).
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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