Se suele decir que Gaza es una gran cárcel a cielo abierto, porque es casi imposible escapar de las incursiones y bombardeos masivos del ejército israelí. En esa franja de diez kilómetros de ancho por cuarenta de largo nacieron Alaadín Alzaiti —hace 23 años— y Jaldía Abubakra —hace 48— y de allí huyeron para acabar instalándose en España junto a sus respectivas familias. Ambos se consideran afortunados por haber recalado en nuestro país, aunque no dejan de pensar ni un solo día en los familiares que siguen allí, víctimas de una guerra que parece no tener fin.
“Estos días me da hasta vergüenza tener un techo al que volver, con luz, comida y una cama en la que dormir viendo cómo está mi ciudad”, confiesa Aaladín, que acude a la redacción de infoLibre tras acabar sus clases en la universidad, donde estudia para ser ingeniero. “Hace tres días murió el hermano de mi madre después de que bombardearan el bloque de edificios en el que vivía. Mi tía, que estaba embarazada, ha perdido al hijo y le han quitado el riñón”, revela sin que le tiemble la voz. “Es el tercer tío que pierdo, llevo unos cuantos muertos a mis espaldas”, prosigue resignado.
Jaldía es una activista y cofundadora del movimiento de mujeres palestinas Al Karama. Salió de Gaza cuando tenía nueve años, y aun así asegura que guarda recuerdos de los soldados sionistas viniendo a su casa a registrar: “Recuerdo que, cuando los veíamos, los niños corríamos tras ellos y les tirábamos piedras”, explica a este periódico. “Creo que supe y sentí lo que es tener a tu país bajo ocupación colonial cuando no pude volver, cuando aprendí mi historia y la de mis padres, cómo fueron expulsados de nuestra tierra de origen, y por qué yo era refugiada”, relata.
Los abuelos de Alaadín —y también otros hermanos de sus padres— siguen en Gaza, concretamente en la parte norte de la Franja, la que Israel ordenó evacuar hace casi una semana ante su inminente ataque. Confiesa que algunos de sus tíos sí se han desplazado, pero no sus abuelos. “Mi abuelo tiene más años que el Estado de Israel, con eso te lo digo todo. Dice que de allí no se mueve, porque tampoco tiene otro sitio al que ir. Ha visto tantas veces la muerte de cerca que ese miedo ha acabado desapareciendo“, narra el joven, que recuerda: “Él suele decir: ‘si me matan, que me maten en mi casa’”.
En estos momentos ni Alaadín ni su familia pueden comunicarse con sus familiares con facilidad y lo intentan con las llamadas internacionales, ya que Israel ha cortado los suministros de agua, comida y, por supuesto, también de internet. “Mis padres están 24 horas pendientes de las noticias”, asegura. Es más, cifra en noventa mil las familias que han desaparecido del registro civil. “Es una masacre”, resume. El hecho de que familias enteras desaparezcan del mapa lo explica porque “la mayoría de la gente”, asegura, “se queda en una misma habitación” cuando hay aviso de bomba o peligro inminente. “Así, si la bomba cae mueren todos y, si cae en otro lugar, se salvan todos”, relata.
El joven aclara que su familia nunca ha optado por esa estrategia y explica que cuando estaban bajo amenaza se dividían por habitaciones o por diferentes lugares. “Mis padres siempre han pensado que si algunos mueren, al menos los otros siguen con su vida. Y, si tienen suerte y pueden progresar, van a recordar a sus hijos o nietos lo que pasó”, asegura. Él tiene claro que así lo hará, que contará a sus hijos y nietos la realidad que vive su pueblo, aunque no hayan visto la guerra en primera persona.
“Voy a contarles la verdad, pese a los intentos constantes de manipulación que hay por parte de Israel y los países que le defienden como Estados Unidos. La primera vez que vi la guerra tenía ocho años y es algo de lo que uno no se recupera. He vivido cómo han matado a mis tíos, a mis primos, a mis vecinos… he llegado a ver a mis amigos en trozos. Dime si existe algo peor, yo creo que no. No hay palabras suficientes para describirlo”, zanja Alaadin, que es el mayor, junto a su hermana melliza, de cinco hermanos.
Jaldía también tiene familia en Gaza. “He podido hablar con ellos algunas veces, pero más que hablar nos mandamos mensajes de texto, para saber que siguen allí, y ellos para tranquilizarme. Lo viven con paciencia, resignación y mucha solidaridad entre todos”, traslada. Esta activista asegura que va a Gaza siempre que puede, pero destaca los problemas que ha tenido para entrar “por el bloqueo impuesto por la entidad de ocupación sobre la Franja de Gaza desde hace 17 años y la colaboración del régimen egipcio, cerrando también el paso fronterizo de Rafah que une la franja con Egipto”, señala.
Cuenta que la última vez que pudo ir a su país fue en 2019. “Siempre es emocionante volver a tu tierra y con tu gente por muy difícil que sea la trayectoria, ya que voy con la incertidumbre de si voy a poder entrar o no. Hago el trayecto desde el Cairo hasta Rafah en dos días, cuando en realidad son seis horas en coche, y los funcionarios egipcios nos tratan mal. No nos lo ponen nada fácil, por indicaciones de su gobierno que tiene acuerdos con el régimen israelí”, lamenta.
Esta activista llegó a España cuando tenía 18 años. Lo hizo en avión desde Egipto, donde se desplazó con su familia, y con un visado. “Antes era más fácil“, asegura. “Una vez aquí pedí asilo político y me sorprendió que hubiera gente que no supiera dónde está Palestina, aunque por lo general todo el mundo era amable y solidario“, afirma.
La familia de Alaaidín dejó Gaza en 2016. “Fue muy complicado y tuvimos suerte porque no tenemos ni aeropuerto ni medios para salir. Hay mucha gente que lo intenta vía mar, pero el 90% del tiempo ya sabemos cómo acaba”, rememora. Su familia optó por la vía terrestre, cruzar a Egipto, aunque destaca que no siempre es posible y se tienen que dar circunstancias muy específicas para que los gobiernos permitan abrir las fronteras. Se quedaron medio año en El Cairo, donde vivían algunos familiares de su padre.
La razón por la que acabaron en España fue gracias a una amiga de su madre, que hizo el viaje con ellos. “Ella se vino aquí primero y nos dijo que se vivía muy bien. Y vinimos. Sin hablar el idioma y sin conocer el país, pero desde el primer momento obtuvimos asilo político y la verdad es que eso facilitó mucho las cosas”, afirma. El joven, que actualmente habla perfecto español y ya tiene integradas expresiones madrileñas como ‘mazo’, asegura que “España es el mejor país del mundo”: “Soy muy feliz por poder estar aquí”.
Aun así, confiesa que al principio sí vivió ese “choque” social y cultural: “Con el paso del tiempo vas acostumbrándote y abriendo la mente“, señala. Sobre si ha sufrido algún tipo de discriminación, asegura que de manera general no y reduce el resto de casos a hechos puntuales: “No puedes juzgar la parte por el todo, la gente suele ser amable”, afirma. Es más, explica que está muy a gusto en España y por eso prevé quedarse en nuestro país.
Alaadin también pone en valor la solidaridad del pueblo español con la causa palestina: “Me parece que la sociedad española es una de las más concienciadas. Toda la gente de mi entorno, mi grupo de amigos del instituto que son de lo mejor que me ha pasado en la vida, nos apoyan, al igual que sus padres”, relata. “Ellos me han ayudado muchísimo a evolucionar y a ser quién soy ahora, nos conocimos en primero de Bachiller, ahora cada uno tiene una vida, pero seguimos en contacto”, cuenta con una sonrisa en la cara.
Gaza ostenta el récord de mayor densidad demográfica del mundo, también el de un altísimo nivel de paro, supera el 40%, dos tercios de su población vive por debajo del umbral de la pobreza y precisa de la ayuda de la UNRWA, Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina, para subsistir. “Da igual donde caiga la bomba, porque siempre va a haber víctimas civiles”, resume Alaadín. “Si no te matan las bombas, acabas muriendo por falta de agua, luz o comida”, prosigue el joven, que también habla sobre los efectos psicológicos que genera vivir toda la vida en guerra.
“Esto va en nuestra sangre”, asegura.”Lo vives desde que naces. En tu casa, con tus amigos, en el colegio, en el médico. La guerra está en todas partes”, subraya. Alaadín traza un paralelismo entre la comodidad de su vida actual y la de aquellos que siguen en Gaza. “Ahora sé lo que es dormir sabiendo que despertaré mañana y no me pasará nada. Puedo hacer planes, tener ilusiones, proyectos. Un futuro, vamos. Eso allí no pasa”, razona. “Los familiares y amigos que tengo allí ya se están despidiendo, porque para ellos el mañana no es seguro, por eso viven cada día como si fuera el último literalmente”, añade.
El joven también destaca que, por extraño que nos parezca, hay mucha gente que ni se plantea huir. “Es nuestra tierra legítima y ya hay demasiados muertos que han luchado por mantenerla. Llevamos más de 75 años de ocupación y si de algo estoy seguro es de que mi pueblo no va a rendirse”, afirma. Por ese motivo, rechaza que se pueda llegar a “soluciones intermedias”, tanto por el lado palestino como por el israelí. “La única solución para el pueblo palestino es que la tierra que les fue arrebatada vuelva a ser suya e Israel jamás lo va a aceptar”, sostiene.
Para Jaldía “sólo existe una manera de acabar con lo que llaman conflicto, y es descolonizar Palestina, permitir el retorno de todas las personas refugiadas, y la autodeterminación del pueblo palestino“. En definitiva, añade, “construir un país libre, democrático, con igualdad de derechos y deberes para todos sus ciudadanos, sin distinción por razón de religión, etnia, sexo, o color de piel”. La cofundadora de Al Karama asegura que esa es “la Palestina por la que luchamos, por la diversidad, todo lo contrario de lo que pretende el régimen sionista, que es un estado ‘puro’, sólo para judíos, basado en la limpieza étnica de los palestinos”.
La activista se muestra muy crítica con la postura del Gobierno liderado por Pedro Sánchez. “No es que la posición sea pro palestina, ni siquiera es acorde con el derecho internacional, o el derecho humanitario. Es cierto que es menos agresiva que otros países europeos, pero no podemos decir que es favorable al pueblo palestino, ni mucho menos. La posición de la calle o de los pueblos sí es más solidaria”, señala.
A Alaadín tampoco le convence la solución de los Estados: “Eso fue lo que se dijo en un inicio y ni siquiera Israel lo cumplió, sino que se fue comiendo un terreno que teóricamente no era suyo”, argumenta. Lo que tiene claro este joven es que Israel, al tener recursos económicos, tiene “aliados poderosos”, al contrario que su pueblo. “A Europa no le interesa hablar de nuestra guerra ni apoyar a nuestro pueblo, porque lamentablemente no tenemos nada que ofrecer”, concluye. Por ese motivo, al joven asegura que lo que se libra en su país no es una guerra: “No puedes hablar de una guerra cuando existe una gran diferencia entre los dos bandos, es una ocupación”.
La activista coincide y asegura que la gente “la propaganda sionista” provoca que la gente “no lo tenga nada claro” y lamenta que esa propaganda sea repetida “por medios de comunicación y políticos”: “Israel invierte mucho dinero en esa propaganda desde hace muchos años”, subraya.El gazatí es consciente del papel que juegan los medios de comunicación en todo este proceso y por eso cree necesario dar a conocer su perspectiva, aunque lamenta que “algunos medios borren de la ecuación al pueblo palestino” y lo “reduzcan todo a que es culpa de Hamás” que, añade, “no representa a toda la población”:
“Aquí hay un Estado, con su ejército, sus políticos y sus aliados masacrando a otro país que no tiene ni una tercera parte de esos recursos“, lamenta. Lo que tiene claro Alaadín es que quien lo paga son siempre los mismos: los civiles. “El mayor porcentaje de gente que muere son niños y mujeres, que no tienen culpa de nada”, zanja el joven
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/politica/vida-gazaties-espana-huir-guerra-han-matado-tios-he-visto-amigos-trozos_1_1620598.html
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