Santa Cruz de la Sierra, la capital más poblada del país que es administrada por la alcaldía más grande tanto en recursos económicos como en personal técnico y administrativo adolece de un grave problema: sus principales mercados son bombas de tiempo.
Recientemente, se ha lamentado un incendio en el nuevo mercado Los Pozos que ha dejado el saldo de al menos 60 casetas destruidas con cuantiosos daños económicos, pero sin desgracias personales, pálido consuelo que desnuda una situación extremadamente precaria.
Cuando se encendieron las alarmas llegaron al lugar bomberos de la policía y voluntarios, estos últimos ciudadanos comprometidos con su ciudad dispuestos a arriesgarlo todo por proteger al prójimo. Independientemente de que se trate de profesionales o voluntarios, es inconcebible que en cada siniestro se ponga en evidencia la fragilidad de los equipos de emergencia que siempre tienen que luchar contra el fuego y sobrellevar sus propias limitaciones.
Otro elemento también repetido es que el hidrante destinado a aliviar cualquier situación de emergencia estaba tapado por la basura y sin flujo de agua. Hace poco más de un mes se vivieron escenas parecidas en otro incendio registrado en las cabañas del río Piraí.
En marzo de este año, expertos en seguridad industrial emitieron un informe sobre los peligros que se ciernen en mercados populares como La Ramada y Siete Calles. Ocurre que varias casas o edificios construidos en terrenos pequeños, todos pegados unos a otros, se han convertido en tiendas y depósitos de todo tipo de artículos, desde electrodomésticos hasta toneladas de plásticos.
El tema es que ninguna de esas edificaciones tienen escaleras ni vías de escape, los dueños de casa no tienen extintores ni poseen conocimientos mínimos para actuar en caso de que se presente algún percance. Es decir, si se desata un siniestro en esos lugares, es muy probable que no solo se lamenten daños materiales.
Situaciones igual de riesgosas se advierten en otros comercios. Por ejemplo, en el antiguo Abasto existen secciones de cerrajería, peluquerías y carnicerías que utilizan máquinas de refrigeración y equipos especiales para el corte de carnes. Todos esos elementos demandan un alto consumo de energía eléctrica y, por lo tanto, conexiones seguras y permanentemente vigiladas, pero basta caminar por los callejones del Abasto para ver que la realidad es de pesadilla.
No se puede dejar de mencionar que ya han transcurrido dos años del incendio en el mercado Mutualista y nada ha cambiado en el lugar de los hechos. Por el contrario, ha aumentado el número de comerciantes, han vuelto a proliferar las conexiones clandestinas y las calles se han convertido en parte del comercio diario.
La situación de los mercados populares en Santa Cruz es reflejo de una deficiente gestión municipal. No basta con informes oficiales en los que la comuna deslinde responsabilidades con el argumento de que advirtió oportunamente sobre los peligros que se ciernen en uno u otro mercado. El gobierno municipal tiene la autoridad y responsabilidad necesarias para intervenir en cualquier comercio, verificar las medidas mínimas de seguridad y tomar las medidas coercitivas que el caso aconseje.
Por otro lado y más triste aún: ¿Santa Cruz, una ciudad que se convierte en metrópoli, con un impresionante potencial en el crecimiento de la oferta de servicios, puede seguir dependiendo en alguna medida de bomberos voluntarios? Definitivamente no. Hay temas que merecen atención urgente y están más allá de las pequeñeces y mezquindades políticas.
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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