Estamos a poco de iniciar un nuevo año escolar en las regiones Sierra y Amazonía, con grandes desafíos educativos para la labor docente, esta vez, poniendo foco en el bienestar de los profesores y de los estudiantes.
El uso de tecnología en el aula, los nuevos paradigmas y una mirada diferente del proceso de aprendizaje son algunos resultados que nos dejó la pandemia.
La incorporación urgente de las TIC, de la educación socioemocional y el desarrollo de habilidades, no solo que fueron incorporadas de forma emergente en la educación, sino que se quedaron en el aula, y hoy son algunos de los cambios incorporados para dar respuestas a las nuevas realidades y desafíos.
Las innovaciones curriculares obligan a diseñar nuevas actividades de aprendizaje para nuevas temáticas como la equidad de género, la sustentabilidad y la migración.
Es tarea del docente, despertar y/o fomentar el interés y motivación de sus estudiantes desde la educación inicial hasta la enseñanza media.
Gestionar las emociones de los estudiantes para crear un clima favorable para el aprendizaje es clave al iniciar el año escolar.
Una competencia docente infaltable para este regreso a clases es saber enfrentar la realidad con una percepción positiva, informada e innovadora, para que exista confianza y una sensación de agrado que contribuya al logro de los objetivos educacionales del momento a través de los aprendizajes.
Los maestros que conocen a sus alumnos y entienden sus necesidades pueden usar este conocimiento para elegir métodos que funcionan mejor en la clase.
La realidad de regresar a las aulas
Hoy, regresar al aula de clases, después del período de descanso, puede causar incertidumbre o resultar difícil en el plano emocional para algunos docentes, por la situación social del país, por los rápidos cambios ambientales, las cada vez más complejas demandas de innovación profesional y situación de vulnerabilidad laboral, entre otras.
En un nuevo escenario para la educación en nuestro país, los maestros deberán optar por herramientas útiles de planificación y ejecución inmediata. Poner atención y trabajar el componente emocional, tanto de sí mismo, como de sus estudiantes, como tarea urgente para este nuevo año escolar.
Así como proveerse de recursos para fomentar las habilidades para el futuro, como la creatividad, comunicación, colaboración, formar ciudadanos del mundo.
Emoción y aprendizaje
Nolfa Ibáñez, psicóloga, afirma que la disposición emocional del estudiante incide en el aprendizaje. “Las emociones son disposiciones corporales dinámicas para la acción, para hacer cosas… Si uno está en una emoción de agrado, puede realizar acciones favorables para el aprendizaje (como llegar a la hora a clases, hacer preguntas, pedir precisiones y ampliar conceptos)”, dijo la experta.
Una herramienta útil para reconocer y aceptar las emociones es el ‘mindfulness’.
Entonces, la actividad pedagógica supone gestionar la disposición afectiva de los estudiantes, ya que la variable socioemocional es parte del proceso cognitivo.
Después de la pandemia se han incrementado emociones como la ansiedad y el miedo en toda la población, entonces, ¿cómo gestionar el ambiente en la sala de clases para que exista confianza y una sensación de agrado que contribuya al logro de aprendizajes? es la interrogante a responder.
La clave está en el aprendizaje socioemocional, entendida como “el proceso mediante el cual los niños y adultos adquieren y desarrollan conocimientos, habilidades y actitudes que les permiten lograr el autoconocimiento, comprender y autorregular las emociones y su expresión, motivarse para establecer y alcanzar objetivos positivos, empatizar con los demás, construir y mantener relaciones positivas, tomar responsablemente sus decisiones y manejar de manera efectiva situaciones desafiantes (Bisquerra, 2000; CASEL, 2019)”.
Validar los sentimientos
Clara Dockendorff y Camila Denegri, psicólogas de la ONG Neyün, señalan que es importante saber que cuando experimentamos emociones muy fuertes y nos sentimos bajo amenaza, la amígdala, una zona de nuestro cerebro -que es parte del sistema límbico-, reacciona como una alarma impidiendo que podamos aprender contenido nuevo y haciéndonos personas más reactivas. En ese estado es indispensable “calmar la amígdala cerebral para volver a un estado de regulación”.
“Dentro de los estímulos que más logra regular la amígdala se encuentra el reconocer y no rechazar aquello que se está experimentando, entonces validar lo que estamos sintiendo es fundamental, dando a los estudiantes y a nosotros mismos permiso para sentir todas las emociones”, recalcan las psicólogas.
Para tener un mejor clima de aula y facilitar un aprendizaje significativo, recomiendan contar con herramientas extra para poder regular las emociones como: atención en la respiración, espacios seguros para expresarlas con aceptación, conexión corporal, etc.
Dar espacios que permitan expresar con aceptación las emociones que se estén atravesando es esencial para poder regularlas y brindar el apoyo necesario, aseguran las expertas.
Libertad Manzo, psicóloga educacional, subraya que las emociones son parte central de todo proceso de aprendizaje, por lo mismo, es esencial que los docentes puedan movilizar emociones positivas en el aula, motivando a sus estudiantes con temas o aspectos de su interés, que despierten la curiosidad por aprender, transmitiéndoles altas expectativas y reforzando su autoconfianza constantemente en función de características específicas a destacar.
Una herramienta útil para reconocer y aceptar las emociones es el ‘mindfulness’.
Los expertos aconsejan realizar rutinas de bienestar y cuidado de grupo, dando espacio a momentos en la semana en que podamos exteriorizar y compartir cómo nos estamos sintiendo.
El vínculo
Las relaciones en el aula impactan en el aprendizaje integral, siendo la figura de los docentes muy importante para sus estudiantes, porque generan vínculos pedagógicos y afectivos positivos.
Reflexionar sobre la importancia de los vínculos y las maneras en que estos se construyen en el establecimiento educativo, implica que los docentes tienen que enfocarse en algunos parámetros como guía para su propuesta de acciones con la comunidad educativa.
Fortalecer los vínculos en la escuela, para aprender a convivir. Es reflexionar sobre los vínculos y la manera como estos se construye, con especial atención a la relación entre educadores y estudiantes, considerando la asimetría que implícita rol pedagógico.
Fortalecer del vínculo escuela-familia. Es contar con herramientas teórico prácticas, para diseñar y aplicar un plan de gestión de la participación y colaboración con sus familias.
El cuidado mutuo en la comunidad docente. Se fortalece el vínculo entre docentes en forma práctica trabajando con la comunidad docente para el cuidado mutuo, esto es, encuentros comunitarios, reflexiones colectivas, apoyo, aceptación y reconocimiento, desde un enfoque de bienestar grupal, desarrollo humano y profesional de los docentes y más implicados en el proceso pedagógico.
Muy importante resaltar las posibilidades que tienen educadores para legitimar las necesidades de la infancia y sus formas de expresión en su proceso de desarrollo como sujetos de derecho, y fortalecer el vínculo entre pares desde su dimensión afectiva, vital, biológica, creativa y trascendente.
Los maestros que conocen a sus alumnos y entienden sus necesidades pueden usar este conocimiento para elegir métodos que funcionan en la clase.
Establecer un ambiente de aula respetuoso, inclusivo y organizado, para favorecer el aprendizaje de sus estudiantes y su compromiso con la promoción de la buena convivencia, es tarea de todos.
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