El Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica de Ecuador estima que cada hectárea de la reserva Yasuní alberga unas 650 especies de árboles.
Los ciudadanos de Ecuador decidirán mediante dos referendos, previstos a realizarse el próximo 20 agosto, si se realiza la explotación de petróleo dentro del Parque Nacional Yasuní, en la zona amazónica de Ecuador, y la extracción de mineral de oro en el Chocó Andino, cerca de la capital.
Esta problemática generó mayor preocupación, tras la puesta en marcha del proyecto Yasuní-ITT, gestionado por la estatal Petroecuador, que insiste en la necesidad de mantener activos dichos bloques en virtud de los dividendos que aportan al país y la complejidad que entraña abandonar un campo petrolero.
“En el 2022, el Bloque 43 – ITT generó para el Estado una renta petrolera de 1.200 millones de dólares” a partir de una producción ya auditada de 1.600 millones, según declaraciones del gerente general de la compañía, Ramón Correa Vivanco.
Asimismo, precisó que una votación favorable a poner fin a la extracción de crudo supondría una disminución en los ingresos del país durante las próximas dos décadas de unos 13.800 millones de dólares.
No obstante, los ambientalistas abogan porque se prohíba la economía extractivista en dichos espacios con el fin de que se proteja la naturaleza, luchar contra el calentamiento global y preservar el modo de vida de los indígenas waorani en el caso del Parque Yasuní.
“Queremos que ustedes entiendan y que tal vez conozcan en el Yasuní la situación crítica que el pueblo waraoni está viviendo con la explotación petrolera. Muchos indicarán y dirán, por los medios de comunicación […], que al cerrar este campo se va a bajar el desarrollo económico del país. Al contrario: el Estado ecuatoriano tiene que rendir cuentas de cuántos campos tiene en la Amazonía”, afirmó el presidente de de la nación waraoni, Juan Byay.
En tanto, el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica del país latinoamericano estima que cada hectárea de la reserva de este paraje alberga unas 650 especies de árboles, cientos de mamíferos, aves, reptiles y peces, algunos endémicos.
Mientras que el Chocó Andino, con extensión de 287.000 hectáreas de bosques, funge como sumidero de dióxido de carbono, por lo que mejora la calidad del aire capitalino y mitiga los efectos del calentamiento global.
Además, organizaciones ambientalistas y activistas precisan que es un espacio biodiverso, hogar de más de 3.000 especies de plantas, unas 650 de aves, 90 de reptiles, 120 de anfibios y 150 de mamíferos, cuyo hábitat se vería seriamente amenazado por la actividad minera.
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