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Vie. Nov 22nd, 2024
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La octava novela del escritor argentino plantea una relación amorosa a distancia entre dos personas de generaciones diferentes y emponzoñada por la tecnología digital

El escritor argentino afincado en Berlín Alan Pauls.

“¿Seguís ahí?”, preguntará varias veces Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) durante la entrevista, cuando lo errático del wifi congele la pantalla de Skype y la conversación se empantane en bucles de palabras con sonido metálico, obligando a pausar y reconectar. Los ruidos que lo digital introduce en la comunicación, los malentendidos y el desplazamiento (“voy a mover esto a ver si la señal mejora”, dice desde Berlín, donde vive desde 2019) “están perfectamente en synchro” con La mitad fantasma, que el escritor argentino acaba de publicar, mientras Literatura Random House reedita en paralelo toda su obra.

La octava novela del autor de El pasado, ganadora del Premio Herralde en 2003 y llevada al cine por Héctor Babenco, narra el encuentro de Savoy, un cincuentón anacrónico, inquilino perpetuo con nombre de hotel cinco estrellas, y Carla, una treintañera “muy contemporánea que no sale sin su teléfono y su computadora”. Él pasa temporadas y páginas desopilantes como intruso fugaz en las vidas de extraños, mientras visita pisos en alquiler a los que no piensa mudarse o compra por internet cosas que no necesita y retira personalmente solo para hacer contacto con otros. Ella, libre libérrima, trabaja como home sitter: cuida casas de desconocidos en distintos países y dicta clases de idiomas en línea para ganarse el pan.

“La pandemia, claro, reformateó todo esto. Pero la célula inicial de la novela fue la idea de una relación amorosa a distancia entre dos personas de generaciones diferentes, un poco emponzoñada por la tecnología digital, con la que ambos tienen una experiencia muy distinta”, cuenta Pauls, a quien no le disgustan las categorías de “escritor de otro siglo y estilista”, que se asocian con su nombre. “Para Carla todo es natural, fluido. Para Savoy, en cambio, los percances tecnológicos significarán algo en relación con lo que está pasando con esa mujer, con el futuro de esa relación asimétrica contada desde la perspectiva de él, en lo que hasta el final parece un delirio suyo”, resume.

Cuando Carla migra hacia su próximo destino, la tecnología pasa a ser prótesis del encuentro, envolviendo lo que sucede entre ellos —del skypesex en adelante— en un aura fantasmal que Savoy disecciona como el enamorado de Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes. El pensador francés es para Pauls magma y devoción, lo que queda explícito en ensayos como el delicioso Trance, sobre su vida como lector, y marca de agua indeleble en sus ficciones. Un modo de mirar, de sentir y de narrar que exprimen la perplejidad, los detalles y la deriva, integrando vida, libros, cine y cultura de masas. “Hoy encuentro mucho más arte en una serie como El túnel del tiempo que en las películas que hizo Wim Wenders después de El cielo sobre Berlín [traducida también como Las alas del deseo]”, afirma.

“Quiero buscar complejidad en la superficie de las cosas y no en subjetividades o imaginarios ensimismados un poco autistas”

¿Imaginó a Savoy como un héroe o un antihéroe? “Yo no distingo. Mis personajes varones son héroes de comedia, pero el humor se ejerce sobre ellos y los vuelve víctimas. Savoy es ridículo, pero tiene momentos de redención al reflexionar sobre lo que le pasa, incluso sobre sus torpezas, su necedad o cierto tic paranoico. Sospecha para poner en marcha un pensamiento crítico”. La invalidez del personaje se funda, dice, en “las ruinas de una educación que tuvo como faro el modelo de James Bond: un macho superseductor capaz de tener una relación de desapego con todo”.

Mientras Savoy (des)espera (por)que Carla regrese, el autor de El factor Borges explora en 316 páginas algunas de las persistencias que iluminan su obra: “Sin distancia no hay relación posible”, afirma. “Me interesa interrogar la intimidad, su lógica, sus desperfectos, en las relaciones sociales, familiares, amorosas. Siempre me gusta más lo que no funciona que lo que sí”.

Hay, sin embargo, un cambio, algo nuevo se insinúa en este libro. “Quiero salir del mundo mental en el que trabajé hasta ahora. Romper esa membrana y ver qué hay afuera, buscar complejidad en la superficie de las cosas y no en subjetividades o imaginarios ensimismados, un poco autistas, que se convirtieron en mi expertise. La ficción que estoy escribiendo va por ahí y me entusiasma. Hasta ahora se llama, muy a lo Henry James, El fondo del asunto y es una intriga en el mundo de los biógrafos, que siempre tienen algo de espías, de agentes dobles, de impostores”.

“Por ahora no vuelvo. Me cansé de que la Argentina se nos impusiera a los argentinos de una manera despótica”

Escritor clásico y crítico vanguardista (“mi estrategia consiste en contrabandear problemas que tienen cierta audacia dentro de registros más tradicionales”), de origen alemán aunque no habla el idioma (su padre nació en Berlín), Pauls tiene un proyecto sobre esas raíces. “Quiero rastrear la presencia de mi apellido en la ciudad hoy. Cuando digo salir, quizá hablo también de salir del mundo con el que yo no tuve mucho que ver hasta la trilogía en la que, a través del llanto, el pelo y el dinero, en diagonal, novelé los años setenta de la Argentina [Historia del llanto, Historia del pelo e Historia del dinero]”.

Pauls llegó a Berlín en 2019 con su esposa, la dramaturga Lola Arias, y Remo, el pequeño hijo de ambos, becado por Alemania, y se encerró a escribir. De esa temporada inicial conserva fotos de monopatines y bicicletas de los que se alquilan mediante aplicaciones, que aún lo sobrecogen. “La imagen de un medio de transporte individual suelto, tirado, abandonado, me transmitía algo casi apocalíptico: artefactos huérfanos de la gente que los manejó, como si la persona se hubiera volatilizado, dejando solo ese rastro. Un lado B del Primer Mundo que no sé si me parecía muy atractivo. Cuando la pandemia llegó la asocié con esa inquietud”.

¿Volverá a vivir en Buenos Aires o será uno de los tantos escritores —Cortázar (del que hoy se siente lejos), Puig (protagonista de uno de sus lúcidos ensayos), Saer (savia de su prosa), Piglia (a quien reconoce como maestro)…— que eligieron tomar distancia? “Por ahora no vuelvo. Me cansé de que la Argentina se nos impusiera a los argentinos de una manera despótica, extorsiva. La novela tematiza la fuga: Savoy deja ese mundito privado en el que está cómodamente instalado y viaja a Alemania en busca de Carla de una manera un poco suicida, la de alguien mayor que hace la experiencia de desarraigarse. Mientras escribía no extrañé; después llegó la pandemia. Ahora quiero disfrutar la ciudad que esta situación invisibilizó. Hoy vivo en el país pandemia. Me debo Berlín”.


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