Fotografía: ABC Color – Paraguay
La relación entre Katia Monserrath Brítez Torres, de 20 años y Osvaldo Luis Zaracho Fernández, de 21 años, llegó a su fin en febrero pasado, luego de que ella lo denunciara por violencia familiar. Seis meses después, el hombre acabó con su vida arrollándola con un vehículo en varias ocasiones frente a su domicilio en Lambaré, Departamento Central.
Así relatan los medios de Paraguay al hecho donde un joven de 21 años aniquiló la vida de su ex pareja de tan solo 20 años. La víctima perdió la vida tras ser atropellada en varias ocasiones por un automóvil al mando de su ex pareja.
Este hecho no simplemente es una estadística de los casi 30 casos de feminicidios ocurridos este año en Paraguay. Presenta una realidad extremamente preocupante al analizar desde un punto de vista sociológico. Uno no se explica qué está pasando por la cabeza de jóvenes en la flor de la vida al tomar decisiones como esta.
Y sí, estas son malas decisiones; y seguramente muchas teorías surgirán entre profesionales de diferentes especialidades antes las preguntas de los periodistas. Posiblemente, la realidad es mucho más compleja de lo que podamos especular. Podrían existir causas psiquiátricas, o tal vez desórdenes emocionales sumados al alcohol y las drogas, o tal vez una serie de otros factores.
Algunos hablan de que esto es fruto de una posesión demoníaca, de belcebú u otras fuerzas del mal, liberadas en el ocaso de la humanidad. Yo no estoy seguro de poder culpar de esto al diablo, ya que es verdad que detrás de cada tragedia está como fuerza causal las obras del maligno.
Pero aquí pienso yo, que simplemente, debemos hablar más del pacifismo, estimular acciones de paz en las escuelas, en los colegios, estudiar a los grandes teóricos de la paz como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela.
Quizá empezando movimientos de paz académicos e intencionales en escuelas, colegios y universidades, algo se podría lograr. Pienso que no se puede decir con esto que solo los jóvenes son violentos, porque la realidad de hoy es que existen violentos en todas las franjas etarias; pero deberíamos intentar cambiar esto modificando actitudes destructivas desde el mismo momento que una vida llega a la tierra.
Quizá esto de modificar sentimientos, actitudes y conductas destructivas sea más complejo que escribir un ensayo de 500 palabras. Pero ojalá que podemos por lo menos pensar que alguna cosa se puede hacer, antes que quedarnos sentados, cruzados de brazos, esperando que aparezca en las noticias una nueva víctima.
Que el Señor nos ilumine.
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