Paraguay: De hurreros a Caballería Republicana: El regreso de la marea colorada

Caudillos con pañuelos rojos al cuello, montados a caballo junto a bellas jovencitas. Hurreros, seccionaleros, batucadas… Los más característicos personajes de la tradición colorada reaparecieron en la concentración de la ANR, con elementos modernos. No faltó ni el agua mineral con etiqueta partidaria.

 

Ya pasó el tiempo en que se repartían raciones de vaca’i (latas de carne vacuna en conserva) con galleta a los correligionarios.

 

Ahora se distribuyeron 30.000 botellas de agua mineral con una etiqueta partidaria que reza: ANR 1887, recordando el año de fundación de partida. En algunos grupos, los dirigentes entregaban bandejas de sándwiches, o canastas con croquetas y empanadas.

 

La multitudinaria concentración convocada por la Junta de Gobierno del Partido Colorado en las plazas del Congreso, en la mañana del sábado 10, para celebrar el primer aniversario del retorno de la ANR al poder, de la mano de Horacio Cartes, tuvo sus detalles pintorescos.

 

Un escenario instalado frente a la sede del Parlamento, con potentes equipos de sonido y enormes pantallas led, que emitían imágenes de video en simultáneo, incluyendo tomas aéreas captadas desde drones (vehículos aéreos no tripulados, con cámaras), le dieron el gran toque de modernidad al acto.

 

El efecto más impactante fue la llegada de la llamada Caballería Republicana, una numerosa dotación de jinetes portando banderas y  símbolos colorados, representando a delegaciones de varios departamentos y poblaciones del interior del país, con dirigentes ataviados como caudillos tradicionales, con sombreros y pañuelos rojos al cuello, junto a bellas jovencitas vestidas en estilo fashion, acompañados por una banda de músicos, que acapararon la atención del público.

 

La caballería partidaria arribó a las plazas en el preciso momento en que el presidente de la República, Horacio Cartes, estaba pronunciando su discurso. Por una falta de coordinación de los organizadores, los jinetes llegaron acompañados por un vehículo con potente equipo de sonido, con música de banda y un locutor que venía pronunciando arengas, lo cual tapó en gran medida lo que estaba diciendo el mandatario. Una gran cantidad de personas se desplazó desde la plaza para observar el desfile de los equinos, dejando de escuchar al presidente.

 

De las hurras al agua colorada

 

Una variopinta diversidad de personajes compuso el paisaje humano de la plaza. Los más característicos eran los tradicionales hurreros, que a cada tanto interrumpieron los discursos de la presidenta de la ANR Lilian Samaniego como del presidente Horacio  Cartes, para pronunciar largas arengas laudatorias para ambos dirigentes, y luego pedir el coro de hurras de la multitud. La actitud pareció incomodar en un momento al primer mandatario.

 

El histriónico senador Juan Carlos Galaverna recuperó momentos de su propio pasado como animador de festivales y manifestaciones, compitiendo con el locutor Rubén Rodríguez en las arengas a la multitud.

 

Un detalle llamativo fue la presencia de funcionarios públicos colorados que portaban una enorme pancarta, exigiendo: “Libertad para Arlan”, en solidaridad con el joven Arlan Fick, que lleva 38 días secuestrado por el grupo armado EPP.

 

También resultó significativa la presencia de un grupo de personas con banderas del Partido Unace, que coreaban “¡Lino’o! ¡Lino’o!”, en recuerdo del fallecido líder Lino Oviedo. Aclararon que son integrantes del sector que se volvió a unir al Partido Colorado.

 

El anunciado “mosaico partidario más grande del mundo”, no tuvo el impacto que se esperaba. La mayoría de los asistentes que portaban las cartulinas blancas y rojas, distribuidas previamente por los organizadores, no mostraron mucho entusiasmo ni disciplina para componer la figura de la bandera de la ANR, con la estrella blanca, y el diseño resultó poco preciso, visto de lo alto.

 

Una explosión de bombas de fogueo y fuegos artificiales cerró el acto, cerca del mediodía, mientras la gran marea colorada empezaba a disiparse.

 

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