Según un nuevo estudio, el uso de una sola hornilla de una estufa de gas puede elevar las concentraciones de benceno en el interior de los hogares (lo que está relacionado con el riesgo de cáncer) por encima de lo que se encuentra en el humo de tabaco de segunda mano e incluso a niveles que han dado lugar a investigaciones locales cuando se detectan en el exterior.
En el estudio arbitrado, los investigadores de la Escuela Doerr de Sustentabilidad de la Universidad de Stanford midieron las emisiones de benceno de las estufas de 87 hogares de California y Colorado y descubrieron que las estufas de gas natural y propano emitían benceno en concentraciones muchas veces superiores a los valores de referencia establecidos por la Organización Mundial de la Salud y otros organismos públicos.
Los investigadores descubrieron que, en aproximadamente un tercio de los hogares, una sola hornilla de gas a alta potencia o un horno a 176 grados Celsius durante 45 minutos elevaban los niveles de benceno por encima del rango superior de concentraciones en interiores que se observan en el humo de tabaco de segunda mano. Señalaron que, cuando se detectaron concentraciones similares en 2020 cerca de escuelas en el área metropolitana de Los Ángeles y la cordillera Frontal de Colorado, las autoridades investigaron los casos.
“Me pareció sorprendente”, dijo Yannai Kashtan, autor principal del estudio, “que las concentraciones que fueron suficientes para desencadenar un clamor público cuando se detectaron en el exterior son concentraciones que hemos encontrado repetidamente en el interior, tan solo por las estufas de los hogares”.
Cada vez son más los estudios que documentan la contaminación del aire interior y los efectos negativos para la salud de las estufas de gas. Las estufas de gas emiten otros contaminantes nocivos, como dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono y formaldehído, y también pueden dejar escapar metano, un potente gas de efecto invernadero, incluso cuando están apagadas. Un estudio publicado en diciembre estimó que el 12,7 por ciento del asma infantil en Estados Unidos estaba relacionado con las estufas de gas.
Pero el estudio más reciente, publicado esta semana en la revista Environmental Science and Technology, ha sido el primero en centrarse en la cuantificación del benceno que desprende la flama de una estufa en el proceso de combustión.
El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de las Naciones Unidas y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos definen el benceno como un carcinógeno humano. La inhalación de esta sustancia química puede aumentar el riesgo de leucemia y linfoma, entre otros efectos graves para la salud. Los médicos afirman que ningún nivel de exposición es seguro.
El equipo de Stanford midió las emisiones de los propios alimentos, friendo pescado y tocino, y descubrió que las emisiones de benceno eran insignificantes. Las emisiones de las cocinas eléctricas y de inducción en el hogar también son insignificantes, según la investigación de Stanford y otros estudios.
La preocupación por los efectos sobre la salud de las estufas de gas ya ha llevado a algunas ciudades y estados a intentar eliminar gradualmente las conexiones de gas en los edificios residenciales. El gobierno federal está reforzando las normas de eficiencia de las estufas de gas.
Sin embargo, el tema se ha politizado. El miércoles, los republicanos de la Cámara de Representantes presentaron un proyecto de ley que impediría el uso de fondos federales para regular las estufas de gas como productos peligrosos. No se esperaba que la medida fuera aprobada por el Senado, pero de cualquier modo subraya la división del tema entre los políticos del país, a pesar de lo que indique la ciencia.
Kashtan, doctorando e investigador principal de Stanford, señaló que el estudio se centró en casas unifamiliares de California y Colorado, que suelen ser más grandes que los apartamentos de grandes ciudades como Nueva York. Pruebas más recientes realizadas por el equipo de Stanford detectaron concentraciones más elevadas de algunos contaminantes procedentes de estufas de gas en cocinas diminutas de Nueva York y descubrieron que esos contaminantes se desplazaban rápidamente por toda la casa y permanecían en ella, a veces durante horas.
Janice Kirsch, oncóloga y antigua investigadora de un estudio a gran escala sobre la leucemia infantil, quien no participó en la investigación de Stanford, dijo que los niveles de benceno que los investigadores habían encontrado en las estufas de gas de los hogares eran alarmantes.
“Sabíamos que cuando se quema metano se obtiene benceno. Pero hacer las mediciones es algo revolucionario y los niveles son más altos de lo esperado. Es mucho más peligroso”, afirmó Kirsch. “El benceno es el material del que están hechas las pesadillas”.
Lo que más le preocupaba era que las investigaciones demostraban que la gente estaba expuesta a sustancias químicas nocivas tanto fuera de sus casas, por el tráfico, las fábricas o el humo de los incendios, como dentro de ellas.
Pero al interior, al menos las personas tienen algo más de control sobre su exposición. “Esto nos abre una vía”, comentó Kirsch. La gente podría comprar placas de inducción relativamente baratas o utilizar hornos tostadores y hervidores eléctricos cuando sea posible. “Y ventilar”, añadió. “Hay que ventilar”.
NY Times
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