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En medio de una de las controversias diplomáticas más intensas de los últimos años entre Bogotá y Washington, The New York Times publicó un análisis de amplio alcance sobre el lugar de Colombia en el narcotráfico mundial y el impacto político de ese fenómeno en la escena internacional. El diario estadounidense fue categórico en un punto que atraviesa la discusión global: no existe evidencia verificable que demuestre que el presidente colombiano, Gustavo Petro, tenga vínculos directos con organizaciones criminales ni que encabece o participe en redes del narcotráfico. La afirmación adquiere especial relevancia en un contexto marcado por declaraciones incendiarias, tensiones geopolíticas y una creciente presión internacional sobre la política antidrogas del país sudamericano.
El pronunciamiento del medio llega cuando la relación bilateral entre Colombia y Estados Unidos atraviesa un momento delicado, agravado por las críticas públicas del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha llegado a calificar a Petro como un “líder ilegal de drogas”, y por el despliegue de operaciones militares en el Caribe y el Pacífico orientadas a interceptar embarcaciones sospechosas de transportar estupefacientes. Este escenario ha alimentado una narrativa de confrontación que, según el análisis del New York Times, se sostiene más en disputas políticas y percepciones ideológicas que en hallazgos judiciales o pruebas concretas.
El diario reconoce que sectores políticos, tanto dentro como fuera de Colombia, han cuestionado al gobierno de Petro por lo que consideran una postura excesivamente tolerante frente a los cultivadores de coca y a determinados grupos armados ilegales, en línea con su enfoque de reforma profunda a la estrategia antidrogas tradicional. Sin embargo, subraya que estas críticas, por duras que sean, no han derivado en evidencia que respalde acusaciones de complicidad criminal. La controversia, apunta el medio, se libra en el terreno de la diplomacia, la retórica y la política internacional, no en el de los tribunales ni en investigaciones sustentadas con pruebas.
El análisis también contextualiza la persistente centralidad de Colombia en el mapa global de la cocaína, recordando que el país continúa siendo el mayor productor mundial debido a una combinación de factores históricos, económicos y estructurales que se arrastran desde hace décadas. En ese marco, el New York Times destaca que ni las políticas represivas impulsadas en el pasado ni las nuevas iniciativas promovidas por la actual administración han logrado, hasta ahora, una reducción sostenida y duradera de la producción de cocaína, lo que evidencia la complejidad del problema y los límites de las soluciones simplistas.
La conclusión del influyente diario es clara y contundente: hasta el momento no se ha demostrado la existencia de vínculos criminales entre Gustavo Petro y organizaciones ilegales, y las acusaciones que circulan en el debate internacional carecen de respaldo empírico. En un clima global marcado por la polarización y el uso político del narcotráfico como herramienta de presión, el señalamiento del New York Times introduce un elemento de rigor y prudencia que reordena la discusión y refuerza la necesidad de separar los hechos comprobables de la retórica política.
carloscastaneda@prensamercosur.org
