
La vieja Europa ha pasado años practicando su disciplina favorita, la de regularlo todo. Pero 2025 se ha parecido menos a un aula de Derecho y más a una sala de urgencias geopolíticas.
Por eso resulta oportuno releer los informes Letta y Draghi. Éstos informes no son simple literatura comunitaria, sino verdaderos partes médicos. El diagnóstico común es que la UE no pierde por falta de valores, sino por falta de músculo para competir a nivel planetario.
Letta mira el corazón del paciente: el Mercado Único, el gran superpoder europeo… aunque funciona a medio gas. Su receta es terminar lo que está a medio construir: servicios, finanzas, energía, telecomunicaciones y digital. Y lanza una idea potente: la “quinta libertad”, para que el conocimiento, los datos, la innovación y la educación circulen de verdad, sin chocar con 27 mini-fronteras administrativas. Es, en el fondo, una propuesta de competitividad muy poco épica y muy eficaz, basada en menos fricción y más escala, más recoger la cocina antes de salir a jugar al patio.
Draghi, por su parte, mira la analítica completa y sube el tono. Europa quiere competir como potencia con herramientas de una confederación torpe y lenta. Señala tres cuellos de botella: inversión insuficiente, energía cara y falta de campeones industriales que escalen globalmente. Y recuerda un dato incómodo para cualquier ministro de Industria: las empresas europeas siguen pagando la energía muy por encima de Estados Unidos. Sin inversión coordinada y energía competitiva, la transición verde corre el riesgo de convertirse básicamente en una factura política.
Sin embargo, ambos informes comparten un sesgo: hablan de competitividad mirando obsesivamente a EE. UU. y China, como si el resto del mundo fuera un decorado. Y, sin embargo, ahí se encuentra la gran oportunidad estratégica, concretamente en América Latina. No se trata de un consuelo sentimental, sino de una alianza geopolítica de primer orden. El continente americano (desde México hasta Argentina, pasando por Brasil) cuenta con recursos para la transición verde, seguridad alimentaria, conectividad digital y un espacio de crecimiento donde la UE aún puede ser socio preferente. Iniciativas como Global Gateway UE–ALC y la Alianza Digital UE–ALC ya existen; falta convertirlas en prioridad real… y no en un simple pie de página. Los acuerdos comerciales pueden priorizar los intercambios de inversiones y suministros tan necesarios para ambos lados del Atlántico.
El paciente europeo necesita tratamiento interno, sí. Pero también necesita recordar algo básico: para sobrevivir en un mundo de bloques, no basta con curarse la gripe estacional; también hay que saber elegir los aliados adecuados para mantenerse sano, fuerte y longevo.
Por: María José Rodriguez Carbajal
Profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales
