
Considerado hoy uno de los pintores daneses más relevantes de su tiempo, su nombre cayó durante décadas en un relativo olvido. No fue hasta a partir de los años ochenta del siglo XX cuando diversas exposiciones, tanto en Dinamarca como en otros países europeos, comenzaron a restituir su lugar en la historia del arte. En España, sin embargo, su obra apenas había podido contemplarse de forma esporádica. Esta muestra supone, por tanto, una oportunidad inédita para adentrarse en un corpus pictórico marcado por la contención, la ambigüedad y una poética del silencio difícil de clasificar.
La polisemia de sus cuadros —abiertos a múltiples lecturas— se ha visto enriquecida en las últimas décadas gracias a nuevas investigaciones que han puesto en diálogo su trabajo con el de otros artistas europeos y con el contexto cultural danés de su época. Integrar sus lienzos en el marco de las colecciones del Thyssen permite, además, establecer resonancias con maestros del pasado, desde los holandeses del siglo XVII hasta grandes nombres del siglo XIX y XX, ampliando así el campo de interpretación de su obra.

Bajo el subtítulo El ojo que escucha, la exposición alude a la relación metafórica entre su pintura, el silencio que la impregna y la aparente quietud que transmite, así como al interés de Hammershøi por la música. A partir de este eje, el recorrido aborda cuestiones clave de su producción: el papel fundamental de su esposa, Ida Ilsted, en su proceso creativo; la depuración progresiva de los interiores domésticos; los paralelismos entre esos espacios y su tratamiento de arquitecturas y paisajes; y su autorrepresentación como pintor en los últimos años de vida. Tras su clausura en Madrid, la muestra viajará a la Kunsthaus Zürich, en Suiza.

Obertura
Desde muy temprano, Hammershøi definió los motivos y la gama cromática que atravesarían toda su carrera. Tras su formación académica y su paso por las Frie Studieskoler a comienzos de la década de 1880, realiza sus primeros paisajes y figuras. Las obras presentadas en los salones oficiales de la Academia danesa generaron reacciones encontradas: rechazo por parte de algunos jurados y apoyo de otros, con quienes fundaría en 1891 la Frie Udstilling, un salón independiente donde expuso varias de las piezas incluidas en esta sección. Entre ellas destacan Retrato de Ida Ilsted (1890) y Tarde en el salón. La madre y la mujer del artista (1891), escenas de figuras absortas y cabizbajas, envueltas en espacios desnudos dominados por blancos, grises, marrones y negros. En estas obras tempranas se advierte la cercanía al simbolismo y al esteticismo de Whistler, a cuya obra accedió a través de grabados y de la Exposición Universal de París de 1889.
Retratos y figuras
Los retratos constituyen aproximadamente una cuarta parte de la producción de Hammershøi y permiten trazar un mapa íntimo de su entorno. Artistas y músicos de su círculo más cercano posaron para él o le encargaron obras, convirtiéndose en protagonistas de composiciones donde la introspección es central. Motivos como la interpretación musical, la evocación de un concierto o la espera —muy presentes en el imaginario del siglo XIX— explican el carácter ensimismado de figuras como la de El violonchelista. Retrato de Henry Bramsen. Mediante fondos neutros y la supresión de elementos narrativos, el pintor elimina cualquier distracción, congelando el tiempo. En Tres mujeres jóvenes (1895), Ida y sus cuñadas aparecen unidas por Anna, la hermana del artista, absorta en la lectura.

Ida
Ida Ilsted, hermana de uno de los compañeros de estudios de Hammershøi, se convierte tras su matrimonio en 1891 en una presencia constante en su obra. A veces aparece como figura anónima o idealizada; otras, como un retrato cercano y frágil. Los retratos dobles de la pareja le sirven para experimentar con la relación entre figuras, desde el realizado en París en 1891 —con ambos de frente, sobre un fondo neutro y con una rigidez que remite a esculturas y retratos clásicos observados en el Louvre— hasta Dos figuras, donde el propio Hammershøi se representa de espaldas, sentado frente a Ida al otro lado de una mesa compartida.
Interiores. Conversaciones silenciosas
El género que mayor reconocimiento le otorgó se despliega aquí en dos vertientes: interiores con figuras e interiores deshabitados. Ambos recogen las estancias de las viviendas en las que residió y trabajó, convertidas en su tema predilecto. Entre 1898 y 1909 vivió en Strandgade 30, en Copenhague, donde realizó más de sesenta pinturas. Algunas incluyen mujeres —a menudo de espaldas— leyendo o realizando tareas domésticas, como en Interior, mujer vista de espaldas (h. 1904).
En muchas otras obras, sin embargo, prescinde por completo de la figura humana. En 1907 el propio artista explicaba su fascinación por los espacios vacíos y la belleza que encontraba en ellos. Estas habitaciones suelen ser variaciones de una misma vista, modificando la disposición del mobiliario o la apertura de las puertas. En Rayos de sol o luz del sol. Motas de polvo bailando en los rayos de sol. Strandgade 30 (1900), una puerta cerrada y una ventana que no permite ver el exterior concentran la escena: la luz proyectada sobre el suelo anima las partículas de polvo, convertidas en protagonistas silenciosas.

Paisajes rítmicos
Más allá del ámbito doméstico, Hammershøi pintó paisajes rurales y urbanos desprovistos de presencia humana. Sobresalen las vistas de Copenhague y de sus edificios históricos, representados desde puntos elevados y envueltos en una quietud que contradice la vida real de la ciudad, como en Plaza de Amalienborg (1896) o Los edificios de la Compañía Asiática (1902). También abordó arquitecturas modestas y entornos campestres durante sus estancias estivales, tratando el paisaje danés —plano y contenido— con la misma soledad que las escenas urbanas, como en Lluvia con sol, Lago Gentofte (1903), donde apenas quedan huellas humanas en caminos y construcciones.
Pese a sus numerosos viajes por Europa, rara vez pintó fuera de Dinamarca, con la excepción de algunas vistas londinenses. Su atmósfera brumosa dialoga con las visiones simbolistas de contemporáneos como Fernand Khnopff.
Años finales
A partir de 1908, tras abandonar Strandgade 30, Hammershøi retoma la figura humana en grandes formatos, explorando el desnudo a tamaño natural en escenarios arquitectónicos austeros o en composiciones más íntimas, donde el cuerpo adquiere una mayor movilidad. En 1911, después de casi quince años sin autorretratarse, vuelve a representarse como pintor, pincel en mano y mirada directa al espectador. En estos últimos años también se apropia del apartamento de Strandgade 25, que habitará desde 1913 hasta su muerte en 1916.
Actividades paralelas
La exposición se complementa con un ciclo de cine, que se celebrará los domingos del 22 de febrero al 29 de marzo de 2026, y un ciclo de conferencias programado los miércoles entre el 22 de abril y el 13 de mayo de 2026. Cuatro sesiones a cargo de Clara Marcellán, Gertrud Oelsner, Charo Crego y Bridget Alsdorf ampliarán el marco teórico y contextual de esta mirada profunda al pintor del silencio.

Redacción
Fuente de esta noticia: https://urbanbeatcontenidos.es/vilhelm-hammershoi-thyssen/
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