
El bloque Iberoamericano como puente cultural y económico entre UE. y Mercosur, otra vez cuestionado.
Hay tratados de comercio y cooperación que nacen para abrir mercados y acaban revelando carencias y recelos.
El acuerdo UE–Mercosur es uno de esos: lleva desde 1999 rondando la mesa de negociación como un invitado que nunca encuentra su sitio. En 2019 se anunció un “acuerdo en principio” que sonó a final feliz, pero era más bien un tráiler: faltaba la película de la ratificación, las cláusulas finas y, sobre todo, la política real. La geopolitica jugaba en su contra, y más con «la grandeur» francesa y anglo recelando del bloque Iberoamericano; y los EEUU con su politica «Monroe»(«América para los americanos» sobre todo de los USA de Norteamérica) . ¿Europa frente a Iberoamérica de nuevo? Algo ocurre cuando se cuestiona , plr enésima vez, la evidencia de que es nuestro aliado natural en Occidente.
Ya en diciembre de 2025 —26 años después– cuando parecía tocar foto oficial, volvió la costumbre europea más fiable: “unas semanas más”.
La razón inmediata no fue una sorpresa técnica, sino un clásico continental: la agricultura, un sector tan menguante en el PIB de esos paises, como subvencionado. Porque Europa puede hablar de geoeconomía mezclada con minerales críticos, cadenas de suministro y autonomía estratégica… hasta que oye los contrapuntos de la realidad de su inoperancia y falta de competitividad. En Francia, el campo (identidad, voto y símbolo nacional) presiona con la fuerza de lo tangible: costes, regulación, miedo a competir con productos percibidos como “más baratos” o “con otras reglas”. Y en cuanto Mercosur asoma, el debate se vuelve visceral.
Ya no son aranceleses. Es supervivencia y anti Latinoamérica.
En esa escena, Macron actúa como guardián de «los «gabachos» republicanos: no opone por gusto, se opone por necesidad geodoméstica. Von der Leyen, en cambio, encarna la paciencia administrativa. Intenta impulsar el acuerdo y lo traduce a calendario con una frase que en Bruselas funciona como anestesia: “ Un ligero aplazamiento”. Pero el adjetivo se vuelve enorme cuando acumulas 26 años de esos «trotes ligeros”.
El atasco del acuerdo, además, tiene una palanca concreta: Italia pidió más tiempo. Y con ello se activó la aritmética institucional. Sin apoyos suficientes en el Consejo, no hay firma que valga ( se necesita para su aprobación el 55% de apoyo de Estados miembros , y que estos estados representen al menos el 65% de su población). Y después la aprobación del Parlamento Europeo.
A Europa le cuesta decidir, Europa negocia consigo misma. Y en esas controversias ni España ni Portugal tienen la influencia que podrían y deberían.
Mientras tanto, Mercosur mira el reloj con otro marco mental. La Globalización se está reordenando y esto ya no es sólo comercio, es geoestrategia. Si Europa no concreta, el espacio no queda vacío: lo ocupa alguien mas ágil, entre otros el gigante Chino. No hace falta conspiración, basta con incentivos. A algunos actores globales les conviene que el eje UE–Iberoamérica no se consolide; y a los proteccionismos internos les conviene eternizar “garantías”.
Conclusión provisional: el acuerdo no fenece, se pospone, que es la manera europea de mantener viva una decisión sin tomarla del todo… para una Europa que ya casi sólo ejerce de multilateral de si misma.
Con información de Javier Pertierra Antón.
