
CÓMO RESPONDAS A ESTO ES LO QUE DETERMINA EL RESULTADO”
Hay frases que no solo se leen: se instalan en la conciencia.
Se convierten en una forma de mirar el mundo, de atravesar los acontecimientos y de relacionarse con lo que sucede. Esta frase “En la vida siempre habrá ganancia y pérdida; cómo respondas a esto es lo que determina el resultado” encierra una sabiduría profunda, presente en tradiciones como el budismo, el estoicismo y el taoísmo, y sigue siendo sorprendentemente vigente hoy.
No promete control absoluto ni evita el dolor. Promete algo más real: lucidez ante la inevitabilidad del cambio.
Ganancia y pérdida: la ley natural de la existencia.
Toda vida está hecha de opuestos: nacimiento y muerte, encuentro y separación, logro y fracaso. Pretender una existencia solo de ganancia es negar la realidad misma.
Las filosofías orientales y clásicas coinciden en esto:
- El budismo habla de la impermanencia: todo cambia.
- El taoísmo enseña que la vida fluye como el agua: resistirse genera ruptura.
- El estoicismo afirma que no controlamos los hechos, solo nuestra respuesta.
- El cristianismo enseña que la ganancia verdadera no es material, es espiritual. Para el cristianismo, ganar no es acumular, sino vivir conforme a la voluntad de Dios.
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?” Mateo 16:26 Aquí Jesús establece una jerarquía clara: Ganar bienes, poder o reconocimiento no es ganancia real si el alma se deteriora.
La mayor pérdida no es económica, sino espiritual y moral.
La ganancia y la pérdida no son errores del sistema; son el sistema. El problema no es que ocurran, sino la expectativa de que no deberían ocurrir.
El verdadero poder está en la respuesta.
La frase no pone el énfasis en lo que sucede, sino en cómo respondemos.
Aquí está su núcleo transformador.
Dos personas pueden vivir el mismo acontecimiento (una pérdida, un éxito, un cambio inesperado) y obtener resultados internos completamente distintos.
¿Por qué? Porque la respuesta mental, emocional y ética define la experiencia.
Responder con resistencia, victimismo o rigidez suele convertir la pérdida en sufrimiento prolongado.
Responder con conciencia, aceptación y aprendizaje puede transformar incluso la pérdida en crecimiento.
No se trata de resignación pasiva, sino de responsabilidad interna.
La mirada de las grandes filosofías.
Budismo: el apego convierte la pérdida en sufrimiento. Soltar no es perder; es dejar de luchar contra lo inevitable.
Estoicismo: no controlas lo externo, pero sí tu juicio. El evento no hiere; hiere la interpretación.
Taoísmo: forzar el curso de la vida rompe la armonía. Fluir no es rendirse, es alinearse.
Todas coinciden en una verdad esencial: el resultado no está en el hecho, sino en la conciencia que lo atraviesa.
Aplicación en la vida cotidiana.
Esta frase transforma la forma de vivir cuando se encarna, no solo cuando se entiende.
- En las relaciones: Ganar no siempre es retener; a veces es soltar con dignidad.
- En el trabajo y los proyectos: Perder una oportunidad puede ganar claridad, dirección o madurez.
- En la vida emocional: Cada pérdida puede ser una maestra si no se responde desde el miedo.
Responder conscientemente no elimina el dolor, pero evita que el dolor se convierta en amargura.
Cuando la vida te da y te quita, ¿quién eliges ser?
Hay una verdad que tarde o temprano nos visita a todos: la vida no negocia con nuestras expectativas. A veces abre puertas con suavidad, y otras las cierra sin aviso. A veces nos regala encuentros que parecen milagros, y otras nos arrebata cosas que jurábamos seguras. Y es ahí (no en los días fáciles, sino en los días donde algo cambia) donde esta frase se vuelve un espejo:
“En la vida siempre habrá ganancia y pérdida; cómo respondas a esto es lo que determina el resultado.”
Porque lo que ocurre afuera puede ser impredecible, pero lo que ocurre adentro… eso sí puede ser trabajado, fortalecido, aprendido.
La ganancia y la pérdida, vistas con honestidad, no son opuestos enemigos: son dos maestros. La ganancia enseña gratitud, disfrute, celebración, expansión. Pero también puede despertar orgullo, apego, necesidad de control. La pérdida, en cambio, duele… sí. Pero también depura, revela, despierta. La pérdida te muestra qué tan atado estabas, qué tanto dependías, qué parte de ti habías puesto afuera.
La vida se parece mucho a un río: trae cosas, se lleva cosas. Si intentas retener el agua con las manos, solo te frustras y te lastimas. Pero si aprendes a sumergirte con conciencia, el mismo río que te asusta puede enseñarte a nadar.
Y aquí hay algo aún más profundo: a veces el “resultado” que creemos que buscamos no es el verdadero. Muchas veces pedimos resultados externos: que no se vaya esa persona, que no falle ese proyecto, que no cambie esa etapa, que no termine esa historia. Pero la vida, a veces, está más interesada en un resultado interno: que madures, que despiertes, que vuelvas a ti, que te elijas.
Por eso hay pérdidas que, con el tiempo, se sienten como salvaciones disfrazadas.
Y hay ganancias que, si no tienes conciencia, terminan convirtiéndose en cadenas.
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones…” Colosenses 3:15 (RVR1960)
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