
Imagen Cancillería de Colombia
La brisa salada que atraviesa el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina acompaña esta semana un momento singular en la historia política y cultural del Caribe Occidental. A la isla han llegado delegaciones de más de siete pueblos originarios y afrodescendientes en un movimiento que trasciende fronteras y que busca afirmar, desde la diversidad, una visión compartida de futuro. Con la instalación de la II Cumbre de los Pueblos, el archipiélago se convierte en un territorio donde resuena la memoria colectiva, la autodeterminación y la aspiración de una integración regional largamente postergada.
La apertura oficial, encabezada por la ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, Rosa Yolanda Villavicencio Mapy, reúne a autoridades departamentales y a vocerías raizales, garífunas, miskitas, creoles, afro-costarricenses y afro-nicaragüenses. Las comitivas, que siguen aterrizando desde las primeras horas del día, llegan con el peso simbólico de siglos de resistencia y con la convicción de que este encuentro podrá reorientar la relación entre los Estados y las comunidades que han sostenido la identidad cultural del Caribe. El Gobierno del presidente Gustavo Petro ha impulsado este proceso como parte de una política exterior que busca reconocer la dignidad, los derechos colectivos y la deuda histórica con los pueblos que han tejido las rutas espirituales, lingüísticas y comerciales de la región.
La propuesta que domina las conversaciones, y que marca la dimensión histórica de esta Cumbre, es la creación de una Confederación de los Pueblos del Caribe Occidental. Más que una estructura institucional, las delegaciones la describen como un pacto vivo, sustentado en la cooperación, el intercambio entre comunidades y la defensa de un territorio marítimo y cultural compartido. Su finalidad es construir una plataforma política y social capaz de fortalecer la voz de los pueblos ante desafíos contemporáneos como la crisis climática, la pérdida de lenguas ancestrales, la desigualdad económica y los conflictos que atraviesan la región.
En las discusiones de estos días, largas y a menudo intensas, convergen temas que han acompañado a las comunidades durante generaciones: la necesidad de revitalizar los idiomas heredados -desde el creole hasta lenguas garífunas y miskitas-; la urgencia de impulsar economías para la vida que fortalezcan el comercio entre pueblos y no solo entre Estados; la búsqueda de reparación histórica y garantías de participación; el reconocimiento de las mujeres como guardianas de la memoria colectiva; y la creación de mecanismos políticos que preserven la autonomía local dentro de una estructura regional compartida. Se suman otros asuntos de creciente relevancia global, como la producción sostenible, la resiliencia climática y la conectividad insular, que para los habitantes del archipiélago son parte de una cotidianidad marcada por el cambio climático y la fragilidad territorial.
Colombia es sede de la II Cumbre de los Pueblos del Caribe Occidental en San Andrés Islas del 9 al 13 de diciembre.
Raizales, garífunas, miskitos, creole, afrocostarricenses, afropanameños, líderes y delegaciones de más de 13 países trabajarán para fortalecer la identidad y… pic.twitter.com/JJ4GKPc4Qz
— Cancillería Colombia (@CancilleriaCol) December 9, 2025
La Cumbre servirá también de escenario para el lanzamiento del Observatorio de la Academia Diplomática, una iniciativa estatal destinada a acompañar a Colombia en la lectura de dinámicas internacionales complejas y a fortalecer una diplomacia orientada a la justicia, la sostenibilidad y la cooperación entre sociedades diversas. La presencia de este Observatorio en la agenda no es casual: responde a la necesidad de que la política exterior incorpore saberes tradicionales, experiencias comunitarias y perspectivas no hegemónicas para enfrentar desafíos globales que tienen repercusiones directas en las realidades locales.
En paralelo al trabajo político, se desarrollan conversatorios sobre diplomacia azul, protección de los océanos, crisis humanitarias y enfoques contemporáneos en política de drogas centrados en la salud pública, la paz y los derechos humanos. Los participantes insisten en que la defensa del mar no es solo un asunto de biodiversidad, sino un principio civilizatorio para los pueblos que han vivido en constante diálogo con las aguas del Caribe.
La atmósfera en San Andrés es de expectativa y determinación. Entre cantos, saludos rituales y sesiones de trabajo, las delegaciones coinciden en que este encuentro no es un gesto protocolario, sino un intento genuino de redibujar la arquitectura regional desde las voces históricamente silenciadas. Lo que ocurra en estos días tiene el potencial de marcar un punto de inflexión para la diplomacia colombiana y para las comunidades que ven, quizá por primera vez en mucho tiempo, una oportunidad de construir un proyecto común en el que la vida, en todas sus expresiones, sea el centro y no una nota al margen.
carloscastaneda@prensamercosur.org
