

La Sociedad de Apicultores del Uruguay y productores de distintas zonas vienen alertando por la presencia de miles de abejas muertas frente a los cajones, un patrón que coincide con intoxicaciones por productos químicos aplicados en cultivos. La apicultora e investigadora Estela Santos detalló a Diario La R la gravedad de un episodio sin precedentes y alertó sobre prácticas agrícolas que podrían estar detrás del desastre.
Agregó que, en apenas tres semanas, más de 11.400 colmenas fueron reportadas como afectadas por mortandad masiva, principalmente en los departamentos de Canelones, San José, Colonia, Flores, Soriano, Río Negro, Florida y Paysandú.
La doctora en Ciencias Agrarias, apicultora e investigadora, quien participa del equipo técnico que releva y analiza la situación describe el evento como algo de “de gran magnitud”. A su vez, explica los indicios que apuntan a un envenenamiento por agroquímicos y detalla las falencias del sistema de denuncias y prevención que hoy deja a los apicultores expuestos.
Mortandad nunca registrada
Santos subraya que se trata de un caso excepcional ya que, en nuestro país, “nunca habíamos tenido un reporte de tantas colmenas afectadas”. El número a la fecha asciende a las 11.400. Para la apicultora, la magnitud del daño revela que la problemática inició hace 15 o 20 días, aproximandamente.
A su vez, en varias zonas productivas se recibieron avisos casi simultáneos de mortandad, lo cual, refuerza la sospecha de una exposición generalizada a sustancias toxicas.
Consultada por los signos de una intoxicación química, explica que el primer son los “colchones de abejas muertas en las piqueras de las colmenas… miles de abejas muertas por cada unidad productiva”.
La investigadora explica que el comportamiento observado coincide plenamente con intoxicación aguda ya que son las abejas adultas forrajeras —las que salen a buscar agua, néctar, polen y propóleos— las que regresan envenenadas. A su vez, muchas mueren apenas llegan; otras colapsan dentro, donde las “limpiadoras” se encargan de expulsarlas. Como resultado, se tienen mantos de abejas muertas.
Santos enfatiza que no existe enfermedad sanitaria capaz de producir un cuadro así: “No hay ninguna afección sanitaria de las colmenas que provoque de forma repentina la muerte de miles de abejas en una colmena al mismo tiempo”. Refuerza su conclusión con un detalle técnico: “las abejas tienen la probóscide extendida, lo cual, no se explica con ninguna afección sanitaria”.
La fecha probable del incidente se deduce del estado de los cadáveres. Santos explica que “las abejas ya están secas y en muchos casos en estado de putrefacción”, lo cual indica que no es un evento actual”. Esto reflejaría un lapso de entre 15 y 21 días desde la exposición al tóxico.
Las muestras y la búsqueda de moléculas químicas
Hasta el momento, de 50 reportes iniciales, se logró coordinar la toma de muestras en 24 apiarios. Estas fueron enviadas al Laboratorio del Centro Universitario Litoral Norte en el departamento de Paysandú. Santos detalla que se enviaron a analizar para ver que moléculas químicas se encuentran.
La investigación está encabezada por la doctora Silvina Niell, especialista en la búsqueda de residuos químicos de origen agrícola. Los análisis permitirán identificar sustancias presentes en los cuerpos de las abejas y vincularlas a los cultivos del entorno.
Aunque todavía no hay resultados definitivos, Santos menciona coincidencias temporales de los cuales se puede sospechar, como “los secantes que se utilizaron en la colza”, aplicaciones en cultivos de trigo y preparaciones químicas previas a la implantación de soja.
Cada cultivo utiliza moléculas distintas, pero una vez que aparezca un “indicador químico” en las abejas, podrá seguirse el rastro del producto aplicado. Los resultados preliminares se esperan entre 10 y 15 días.
Impacto económico
Solo en miel, los productores perdieron en promedio 20 kilos por colmena, que al valor actual de 1,80 dólares por kilo representan una pérdida de 36 dólares por unidad. Si se consideran 11.400 colmenas afectadas, el total asciende a aproximadamente 410.400 dólares en miel no producida. A eso se suma la pérdida de las colmenas completas.
La apicultura, ya golpeada por precios internacionales deprimidos y costos crecientes, enfrenta así un nuevo golpe que compromete la temporada actual y la producción futura, incluida la polinización, esencial para la agricultura del país.
Relación con las autoridades
Desde que surgieron los primeros reportes, se conformó un grupo de trabajo interinstitucional coordinado por la Comisión Honoraria de Desarrollo Apícola, de la misma, participan los Servicios Agrícolas del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP); la Dirección General de la Granja; el Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INIA); el equipo universitario de investigación; representantes de la Comisión Honoraria y el Ministerio de Ambiente, que ya recibió denuncias formales.
Santos subraya la necesidad de que el Estado avance más en la búsqueda de responsabilidades territoriales. “Estaría bien que el Ministerio de Ganadería estuviera buscando la responsabilidad física en el territorio… analizando cultivos, a ver en qué cultivos hubo mala práctica de productos químicos”.
Para la investigadora, el mecanismo actual es prácticamente inaplicable, “el único mecanismo que tiene —el apicultor— es un sistema de denuncia para malos usos de productos químicos… y hay que dar datos de quién fue el aplicador. Cuando el apicultor hoy en día no sabe quién es ni qué fue lo que sucedió”.
Considera además que, con un radio de vuelo de un kilómetro, es imposible identificar a simple vista en qué predio ocurrió la aplicación responsable.

Qué protocolos existen y qué cambios son urgentes
Santos reconoce que Uruguay ha avanzado en buenas prácticas, capacitación de aplicadores y mejoras en etiquetado de productos. Pero el evento actual deja claro que no es suficiente.
Agrega que, de las 600.000 colmenas que están declaradas en el Uruguay, el MGAP “sabe exactamente dónde están”. Con la misma lógica, señala, también deberían georreferenciarse todos los padrones agrícolas. Esto permitiría que cada aplicador reciba una alerta si en la zona hay colmenas, de modo de avisar, ajustar horarios o tomar medidas de mitigación.
Considera que las aplicaciones deberían realizarse preferentemente de noche, cuando las abejas no están en vuelo, y nunca durante floración, un período de máxima exposición. Además, recuerda que no solo se perjudican las abejas melíferas, sino “otras especies de insectos que son benéficos y no son organismos blancos”.
Santos advierte otro posible escenario: “Tal vez estemos en la situación de algún producto que se utilizó de forma prohibida… hay recomendaciones para algunos productos que no se deben echar en el cultivo de colza en esta época y capaz que se usó algo de eso”.
A la espera de respuestas
La Sociedad de Apicultores del Uruguay esperan ahora los resultados del laboratorio los cuales permitirán identificar las moléculas presentes en los cuerpos de las abejas. A partir de ahí, comenzara el proceso de determinar cómo, dónde y por qué se aplicaron.
“No sabemos cuál es la situación puntual a la que nos estamos enfrentando ahora, tenemos que esperar los resultados químicos”, concluye Santos.
Valeria Machado
Fuente de esta noticia: https://grupormultimedio.com/la-peor-mortandad-de-colmenas-en-uruguay-en-mas-de-una-decada-id178410/
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