
La NASA ha confirmado la presencia de azúcares esenciales, compuestos orgánicos complejos y polvo de antiguas estrellas en el material recogido del asteroide Bennu por la misión OSIRIS-REx. Estos resultados, publicados en revistas como Nature Geoscience y Nature Astronomy, están dando un giro a lo que se sabía sobre los ingredientes que hicieron posible la vida en la Tierra.
Los análisis de laboratorio realizados sobre unos pocos cientos de miligramos de regolito han revelado un auténtico «cóctel» de moléculas vinculadas a la biología terrestre: ribosa, glucosa, aminoácidos, nucleobases, fosfatos y compuestos nitrogenados. Todo ello en muestras extremadamente bien preservadas, consideradas “pristinas” porque no han sido alteradas por la contaminación terrestre y cuya preservación recuerda a la conservación en ámbar.
Azúcares de origen espacial: ribosa y glucosa en Bennu
Uno de los resultados más llamativos de estos trabajos es la detección de ribosa y glucosa, dos azúcares fundamentales para los seres vivos. La ribosa forma parte de la estructura del ARN, mientras que la glucosa es uno de los combustibles químicos básicos para el metabolismo de la vida tal y como la conocemos.
Los equipos internacionales que han estudiado las muestras explican que el material de Bennu se mantiene en un estado excepcionalmente puro: las partículas conservan la química original del sistema solar primitivo, sin mezclarse con sustancias terrestres gracias al cuidadoso diseño del sistema de muestreo de OSIRIS-REx y a su manipulación en atmósferas controladas de nitrógeno.
Hasta ahora, se habían encontrado algunos azúcares en meteoritos caídos en la Tierra, pero siempre planeaba la duda de la contaminación. En este caso, los investigadores subrayan que la integridad de las muestras permite afirmar con bastante seguridad que estos azúcares se formaron en entornos fríos del sistema solar exterior y fueron incorporados al asteroide en las primeras fases de formación del disco protoplanetario.
Los análisis cromatográficos y espectroscópicos han confirmado la presencia de todos los componentes necesarios para construir la molécula de ARN: ribosa, nucleobases y fosfatos. La glucosa, por su parte, se ha identificado por primera vez en una muestra extraterrestre con este nivel de detalle, lo que refuerza la idea de que los azúcares energéticos no eran raros en el entorno donde se formaron los planetas rocosos.
Un aspecto que ha llamado la atención de los científicos es la combinación de ribosa detectable y ausencia de desoxirribosa, el azúcar asociado al ADN. Este patrón respalda la llamada hipótesis del “mundo del ARN”, según la cual las primeras formas de vida podrían haber dependido de esta molécula, capaz de almacenar información y catalizar reacciones químicas, antes de que el ADN y las proteínas tomaran el relevo en sistemas biológicos más complejos.
Una «goma espacial» rica en orgánicos nunca vista en rocas espaciales

Además de los azúcares, los trabajos publicados describen por primera vez un material de aspecto gomoso, flexible y rico en carbono, nitrógeno y oxígeno, adherido a los granos de polvo de Bennu. Este tipo de sustancia, que algunos investigadores comparan con un polímero natural, no se había identificado hasta ahora en astromateriales.
Las imágenes obtenidas mediante microscopía electrónica de transmisión muestran que se trata de cadenas moleculares entrelazadas formadas en un entorno relativamente cálido pero previo a una alteración acuosa intensa. Es decir, en una fase muy temprana de la historia del cuerpo progenitor de Bennu, cuando aún no había grandes cantidades de agua líquida circulando por su interior.
Este “material gomoso” podría haber desempeñado un papel interesante desde el punto de vista químico: su estructura porosa y flexible habría ofrecido superficies donde las moléculas orgánicas podían concentrarse y reaccionar, aumentando las probabilidades de generar compuestos cada vez más complejos. En cierto modo, funcionaría como un andamio que facilita el ensamblaje de moléculas prebiológicas.
Los investigadores destacan que esta sustancia conserva niveles elevados de nitrógeno y oxígeno, elementos clave para la formación de grupos funcionales presentes en aminoácidos, ácidos nucleicos y otros biopolímeros. Aunque no constituye evidencia directa de vida, sí apunta a una química muy activa en el interior del asteroide primitivo.
El hallazgo de esta “goma espacial” surgió prácticamente por sorpresa: las primeras imágenes del material llamaron la atención del equipo, que decidió dedicar meses de análisis adicionales para confirmar que no se trataba de contaminación ni de un artefacto experimental. Una vez descartadas esas opciones, se consolidó la idea de estar ante un tipo de polímero cósmico sin precedentes en laboratorio.
Polvo de antiguas supernovas en cantidades sin precedentes
El tercer gran bloque de resultados se centra en los llamados granos presolares: pequeñas partículas formadas en el interior de estrellas que explotaron antes de que naciera el sistema solar. En las muestras de Bennu, estos granos aparecen mezclados con el regulito en una abundancia seis veces mayor que en cualquier otro material extraterrestre estudiado hasta ahora.
Los análisis indican que muchos de estos granos proceden de supernovas y de estrellas evolucionadas que expulsaron al espacio elementos pesados y silicatos cargados de materia orgánica. Estas partículas sobrevivieron al proceso de formación del sistema solar, fueron incorporadas al cuerpo progenitor de Bennu y, en parte, han llegado prácticamente intactas hasta nuestros días.
Mediante técnicas de espectroscopia y mapeo isotópico, los científicos han podido distinguir estos granos presolares del resto del material. El hecho de que hayan resistido la alteración por agua líquida y procesos térmicos intensos sugiere que algunas regiones del asteroide se mantuvieron relativamente frías y poco modificadas durante miles de millones de años.
Esta abundancia extraordinaria de polvo de supernovas implica que Bennu se formó en una zona del disco protoplanetario especialmente enriquecida en restos estelares. Esa herencia cósmica ayuda a reconstruir cómo se mezclaron, desde muy temprano, los elementos que más tarde darían lugar a planetas como la Tierra, Marte o Venus.
Según los modelos que se están ajustando a partir de estos datos, asteroides similares podrían haber actuado como transportistas de materiales estelares y orgánicos hacia los mundos rocosos. Cada impacto en la superficie de la Tierra primitiva habría aportado pequeñas cantidades de estos compuestos, contribuyendo a construir el inventario químico necesario para que aparecieran las primeras estructuras biológicas.
Componentes para la vida: aminoácidos, nucleobases, fosfatos y agua
Más allá de los azúcares y del polvo presolar, los estudios sobre Bennu confirman la presencia de una amplia variedad de moléculas orgánicas relacionadas con la biología terrestre. Entre ellas se encuentran aminoácidos (incluidos muchos de los que participan en las proteínas), nucleobases y fosfatos solubles, además de compuestos nitrogenados como el amoníaco.
Algunos análisis han identificado hasta 15 tipos de aminoácidos distintos en las muestras, con mezclas de formas quirales que indican un origen no selectivo, típico de procesos abióticos. Estas moléculas podrían haberse generado a partir de reacciones entre amoníaco, formaldehído y otros compuestos simples en presencia de agua y minerales.
Los fosfatos, que en la Tierra desempeñan un papel estructural en el ADN, el ARN y moléculas como el ATP, aparecen asociados a minerales de carbonato y a depósitos de salmuera antigua. Esta combinación apunta a que el cuerpo progenitor de Bennu albergó, en algún momento de su historia, zonas con agua líquida rica en sales y carbono, una especie de “caldo” químico capaz de favorecer interacciones moleculares complejas.
Las nucleobases detectadas en estudios previos se ven ahora complementadas por el hallazgo detallado de los cinco componentes utilizados para construir ADN y ARN, ya presentes en meteoritos y ahora confirmados en Bennu. La diferencia es que, al tratarse de una muestra tomada directamente en el espacio y traída sellada a la Tierra, se reduce drásticamente la incertidumbre sobre su origen extraterrestre.
Los investigadores recuerdan que, aunque la presencia de estos compuestos no demuestra la existencia de vida en Bennu, sí indica que los ingredientes fundamentales para la biología estaban ampliamente disponibles en el sistema solar temprano. A partir de ahí, la cuestión pasa a ser cómo se organizaron y bajo qué condiciones empezaron a interactuar de manera autosostenida en la Tierra u otros mundos.
La historia acuosa y térmica de Bennu y su cuerpo progenitor
Otra de las piezas importantes del puzle que revelan las muestras tiene que ver con el agua. Los análisis mineralógicos apuntan a que el cuerpo original del que procede Bennu experimentó una etapa prolongada de circulación de agua líquida, en la que se formaron hasta once tipos distintos de minerales de carbonato y fosfato.
Estos minerales parecen haberse depositado a partir de salmuera que se fue evaporando lentamente a lo largo de miles de años, creando estructuras que en la Tierra asociaríamos a ambientes con agua estable. Este comportamiento no se había observado con tanta claridad en muestras extraterrestres completas, lo que convierte a Bennu en un laboratorio privilegiado para entender la evolución acuosa de los asteroides carbonosos.
La presencia de fosfatos solubles, junto con sales y minerales hidratados, sugiere un entorno químicamente activo. Todo indica que el asteroide progenitor era un mundo pequeño pero con una historia geológica más dinámica de lo que se pensaba: calentamiento interno moderado, circulación de fluidos y zonas donde el agua interactuó con rocas ricas en carbono.
Con el tiempo, ese cuerpo mayor habría sufrido una colisión que lo fragmentó, dando lugar a objetos más pequeños entre los que se encuentra Bennu. La trayectoria posterior del asteroide lo llevó a una órbita cercana a la Tierra, lo que facilitó que la misión OSIRIS-REx pudiera visitarlo, cartografiarlo y recoger material de su superficie en 2020.
Desde su llegada a nuestro planeta en septiembre de 2023, las muestras se conservan en instalaciones como el Johnson Space Center, en atmósferas controladas de nitrógeno. Solo se ha procesado una pequeña fracción del material total, aproximadamente un 1 %, y está previsto reservar alrededor del 70 % para futuras generaciones de investigadores y técnicas analíticas todavía más avanzadas.
Implicaciones para el origen de la vida y futuras misiones espaciales
Todo este conjunto de resultados da un fuerte impulso a la idea de que los asteroides ricos en carbono actuaron como vectores de transporte de moléculas orgánicas y agua hacia la Tierra primitiva y posiblemente hacia otros planetas y lunas del sistema solar. No se trata de que la vida llegase “ya hecha” desde fuera, sino de que muchos de sus ingredientes clave podrían haberse cocinado en el espacio y haber sido entregados mediante impactos.
La confirmación de azúcares como la ribosa y la glucosa, junto con aminoácidos, nucleobases, fosfatos y compuestos nitrogenados, hace que el escenario del “mundo del ARN” cobre especial relevancia en los modelos astrobiológicos. Si en la superficie de la Tierra se acumulaban materiales procedentes de cuerpos como Bennu, las posibilidades de que surgieran sistemas basados en ARN capaces de replicarse y evolucionar aumentan de forma significativa.
Para Europa y España, donde existe una comunidad científica muy activa en campos como la química prebiótica y la astrobiología, estos resultados suponen una fuente de datos extraordinaria para calibrar modelos y experimentos. Laboratorios europeos ya están colaborando en el análisis de las muestras y en el desarrollo de misiones futuras destinadas a estudiar otros asteroides y cometas.
La experiencia acumulada con OSIRIS-REx también está influyendo en el diseño de nuevas misiones de retorno de muestras, tanto de asteroides cercanos a la Tierra como de otros objetivos, por ejemplo, las lunas heladas de Júpiter y Saturno o regiones específicas de Marte. La extensión de la misión hacia el asteroide Apophis (rebautizada como OSIRIS-APEX) permitirá comprobar si la riqueza en azúcares y material orgánico que presenta Bennu es algo excepcional o un rasgo más común entre los asteroides carbonosos.
Las muestras de Bennu ofrecen una ventana directa al pasado remoto del sistema solar y a los procesos químicos que tuvieron lugar mucho antes de que existieran los primeros océanos terrestres. Los azúcares, la «goma espacial», el polvo de supernovas y la huella de agua antigua dibujan un escenario en el que la química orgánica compleja estaba ya en marcha mucho antes de que apareciera la vida, situando a asteroides como Bennu en el centro del relato sobre cómo empezaron los primeros capítulos de nuestra historia biológica.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/la-nasa-halla-azucares-y-material-organico-inedito-en-el-asteroide-bennu/
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