
Cada año, el 30 de noviembre, Argentina detiene un momento su rutina para rendir tributo a una costumbre que atraviesa generaciones: el Día Nacional del Mate. No se trata solo de una fecha en el calendario, sino de una excusa para poner en primer plano el peso cultural, histórico y económico que tiene esta infusión en la vida cotidiana de millones de personas.
El mate se ha convertido en una seña de identidad del Cono Sur, pero su influencia cruza mares y fronteras: desde hace años gana terreno en Europa y América del Norte, donde aparece en forma de infusiones, bebidas energéticas y suplementos. Aun así, la ronda tradicional con calabaza y bombilla sigue siendo el ritual que mejor sintetiza su esencia.
Por qué se celebra el Día Nacional del Mate el 30 de noviembre

La conmemoración del Día Nacional del Mate tiene un origen legislativo y otro simbólico. Por un lado, el Congreso de la Nación Argentina declaró en 2013 al mate como “infusión nacional”, reconociendo oficialmente su peso en la cultura del país. Poco después, mediante la Ley 27.117, se fijó el 30 de noviembre como fecha de celebración anual.
No se eligió ese día al azar: coincide con el nacimiento de Andrés “Andresito” Guacurarí (1778), caudillo guaraní y gobernador de Misiones entre 1815 y 1819. Su figura está directamente ligada al impulso de la producción y el consumo de yerba mate en la región, hasta el punto de que llegó a restringir el ingreso de yerba paraguaya para proteger a los productores locales.
La efeméride se sancionó formalmente entre 2014 y 2015 y, desde entonces, sirve de marco para campañas de difusión, actividades culturales y acciones de promoción en todo el país. De fondo, subyace un objetivo claro: visibilizar la cadena yerbatera, el trabajo rural asociado y la importancia social y económica que genera esta actividad.
En torno a la fecha, distintas instituciones —como el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM)— aprovechan para difundir cifras de consumo, datos sobre producción y recomendaciones de preparación, reforzando la idea de que el mate es, al mismo tiempo, patrimonio cultural y motor productivo.
Un ritual cotidiano que no pasa de moda

En Argentina, el mate aparece en plazas, oficinas, aulas, viajes y hogares. Forma parte del desayuno, se cuela en la merienda y acompaña largas jornadas de estudio o trabajo. Para muchos, es el “ruido de fondo” de la vida diaria: se ceba casi sin pensarlo, mientras se charla, se mira una serie o se comparte silencio.
Ese lugar privilegiado no es casual. El mate funciona como ritual de encuentro: la bombilla que pasa de mano en mano ordena la conversación, marca pausas y genera una pequeña comunidad temporal. De ahí que se lo asocie con compañerismo, hospitalidad y amistad, rasgos que muchos argentinos reconocen como propios.
Además, la tradición está lejos de estancarse. Conviven los mates de calabaza clásicos con versiones de vidrio, acero inoxidable o silicona, se multiplican las yerbas orgánicas, blends saborizados y productos “boutique”, y aparecen termos inteligentes y aplicaciones móviles que enseñan a cebar. Pese a tanta innovación, el núcleo del ritual —compartir una infusión sencilla en ronda— permanece prácticamente intacto.
En los últimos años, los datos oficiales muestran que el hábito no solo se sostiene, sino que crece. El INYM registró un aumento del consumo interno de yerba mate del entorno del 12% en determinados periodos recientes, con envases de medio kilo consolidándose como los favoritos de los consumidores, por delante de los paquetes de un kilo.
También se observa un cambio de costumbres en la forma de tomarlo: aunque la ronda compartida sigue siendo la imagen clásica, se extiende el uso de mates individuales, una práctica que ganó terreno tras la pandemia y que muchos mantienen por comodidad o higiene.
Origen guaraní y expansión de una infusión americana

El mate tiene un origen mucho más antiguo que la propia Argentina. Los pueblos guaraníes fueron quienes comenzaron a utilizar las hojas de Ilex paraguariensis, árbol nativo de la selva paranaense, para preparar una bebida con efectos estimulantes y con un fuerte contenido espiritual y comunitario.
En aquellas comunidades, la yerba —conocida como caá— se consumía en rituales colectivos y también se mascaba o utilizaba como objeto de trueque con otros pueblos originarios. La infusión se servía en recipientes similares a las calabazas actuales y se bebía a través de cañas de tacuara, antecedente directo de la bombilla moderna.
Con la llegada de los colonizadores españoles y, más tarde, de las misiones jesuíticas, la costumbre se extendió por el Virreinato del Río de la Plata. Aunque al principio algunos religiosos vieron en el hábito un “vicio” que convenía limitar, rápidamente cambiaron de postura al comprobar su potencial económico y su utilidad para desplazar el consumo de alcohol entre la población indígena.
Ya en el siglo XVII se perfeccionaron las técnicas de cultivo y procesamiento, y la yerba empezó a enviarse a otras provincias y a Europa, donde se la comercializó como el “Té de los Jesuitas” para competir con el té británico. Con el tiempo, serían los gauchos quienes consolidarían el mate como compañero inseparable de la vida rural, hasta convertirlo en símbolo patrio.
Hoy, la costumbre de beber mate se extiende por Argentina, Uruguay, Paraguay, sur de Brasil y parte de Chile, cada país con sus propias variantes de temperatura, recipiente y modo de compartirlo. En paralelo, comunidades migrantes han llevado la infusión a ciudades europeas, donde empieza a ocupar un pequeño espacio junto a cafés y tés de especialidad.
Un sector económico clave para Argentina y con proyección global
Más allá de lo simbólico, la yerba mate sostiene una cadena productiva compleja que involucra a miles de productores, cosechadores (conocidos como tareferos), cooperativas, secaderos e industrias. El cultivo se concentra casi exclusivamente en la provincia de Misiones y el noreste de Corrientes, únicas zonas donde confluyen el clima y los suelos rojos ricos en hierro que la planta necesita.
Argentina es, actualmente, el principal productor mundial de yerba mate. Algunas estimaciones señalan que el cultivo ocupa en torno a 165.000 hectáreas y que, en años recientes, la cosecha de hoja verde ha rondado los 800 millones de kilos. Desde la plantación hasta que el paquete llega a las estanterías, el proceso puede llevar alrededor de cinco años: unos cuatro para que el arbusto alcance la madurez necesaria y, después, al menos un año de estacionamiento en depósitos controlados de humedad y temperatura.
El mercado interno argentino absorbe la mayor parte de la producción, con un consumo que, según distintas fuentes, supera holgadamente los cientos de millones de kilos por año. Esto sitúa al mate por encima de café, té y refrescos en volumen de ingesta, consolidándolo como la bebida más extendida del país.
En paralelo, el sector ha ido ganando presencia en el comercio internacional. Países europeos y norteamericanos conocen la yerba tanto en su formato tradicional como en polvos instantáneos, suplementos alimenticios y bebidas energéticas. Para muchos consumidores en estas regiones, el gancho principal es su combinación de efecto estimulante y alto contenido en antioxidantes.
Este crecimiento exterior ha impulsado la aparición de marcas especializadas, líneas orgánicas y productos de mayor valor añadido, que buscan diferenciarse a través de mezclas con hierbas, certificaciones de origen o propuestas de cata guiada. Incluso surgen espacios como museos del mate y experiencias enoturísticas adaptadas al mundo yerbatero, con catas, maridajes y talleres de preparación.
Cómo se toma el mate: variantes y formas de consumo
Si se pregunta en cualquier rincón de Argentina cómo se prepara el mate “de verdad”, probablemente aparezcan tantas recetas como personas. Sin embargo, hay algunas formas clásicas que se repiten a lo largo del país y que han dado lugar a variantes regionales.
La más extendida es el mate caliente tradicional. Se llena el recipiente hasta aproximadamente tres cuartas partes con yerba, se agita para que el polvo más fino quede en la parte superior y pueda descartarse o quedar en un lateral, y se inclina el mate para formar la típica “montañita”. Luego se humedece la zona más baja con un poco de agua tibia y se introduce la bombilla. A partir de ahí, se ceba con agua entre 70 y 80 °C, evitando que hierva para no quemar la yerba. Cada uno decide si lo prefiere amargo o con azúcar.
Otra variante muy popular es el mate con hierbas aromáticas, frecuente en provincias como Córdoba, Santiago del Estero, La Rioja o Jujuy. A la yerba se le añaden hojas secas de burrito, menta, cedrón, boldo, melisa, marcela, salvia, peperina u otras especies locales, buscando matices de sabor o supuestos beneficios digestivos.
En zonas de clima cálido destaca el tereré, infusión fría de fuerte arraigo en Paraguay y el litoral argentino. Se prepara de forma similar al mate, pero se utiliza agua fría o jugos naturales de frutas como limón, pomelo o naranja. El resultado es una bebida más refrescante, que muchos adoptan en verano como alternativa ligera al mate caliente.
En medios rurales y regiones frías es común el mate con leche. En este caso se siguen los pasos de un mate tradicional, pero se reemplaza el agua por leche caliente, a menudo endulzada con azúcar o miel. Se recomienda usar bombilla de acero para evitar obstrucciones, ya que la leche tiende a dejar más residuos.
Menos conocido, aunque cada vez más mencionado, es el mate con coco. Consiste en combinar la yerba con coco rallado o deshidratado, total o parcialmente, y cebar con agua caliente en el mismo rango de temperatura. Aporta un sabor suave y aromático, con un punto dulce que atrae a quienes buscan perfiles menos amargos.
El mate como símbolo cultural y social
Desde el punto de vista simbólico, el mate ocupa un lugar que pocas bebidas logran alcanzar. No es solamente una infusión con cafeína: es una forma de estar con otros. La persona que ceba organiza el orden de la ronda, decide cuándo termina y se convierte, por un rato, en anfitrión de ese pequeño círculo.
No sorprende que, en distintos discursos oficiales y campañas, se repita la idea de que el mate representa generosidad, cercanía y comunidad. Está presente en momentos de celebración, pero también en duelos, largas guardias de hospital o noches de estudio. Funciona como un código compartido: quien acepta un mate suele estar aceptando, también, un rato de compañía.
En el terreno académico, esta dimensión ha despertado interés en áreas como la antropología y la sociología. Diversos trabajos han analizado cómo el mate actúa como marcador de identidad de la sociedad argentina y del Cono Sur, y cómo su presencia en migraciones ayuda a reforzar el vínculo con el país de origen.
Por todo ello, la declaración del mate como infusión nacional en 2013 y la creación del Día Nacional del Mate se interpretan no solo como un reconocimiento a un producto agroindustrial, sino como un intento de proteger un símbolo cultural vivo que se recrea a diario.
En la actualidad, incluso en contextos más formales o institucionales, es habitual ver mates en reuniones de trabajo, dependencias públicas o actos académicos, algo que pocas bebidas pueden “permitirse” sin perder naturalidad ni seriedad.
Salud, ciencia y posibles beneficios de la yerba mate
El interés por el mate no se limita al terreno cultural o económico. En las últimas décadas, la investigación científica ha ido profundizando en sus posibles beneficios del mate, especialmente vinculados a su contenido de compuestos bioactivos y a su capacidad antioxidante.
Desde el Instituto Nacional de la Yerba Mate y distintas universidades se subraya que las infusiones elaboradas con yerba son, en general, bajas en calorías, con poco sodio y sin grasas, siempre que no se añada azúcar en exceso. Además, aportan polifenoles y metilxantinas, sustancias con potencial antioxidante y estimulante.
Investigadoras como la bioquímica Ana Thea, de la Universidad Nacional de Misiones, destacan que el mate puede considerarse un hábito saludable cuando se integra en un contexto de dieta equilibrada, actividad física y otros estilos de vida adecuados. Entre los componentes que más interesan a la ciencia figuran los ácidos clorogénicos y ciertos flavonoides, que en conjunto llegan a representar alrededor del 10% del peso seco de las hojas.
Algunos trabajos recientes se orientan a estudiar el potencial efecto prebiótico de estos compuestos, es decir, su posible capacidad para favorecer el crecimiento de bacterias beneficiosas e inhibir microorganismos patógenos en el tracto intestinal. De confirmarse, el mate podría tener un rol interesante en el equilibrio de la microbiota, un campo de investigación en plena expansión.
En paralelo, estudios internacionales han empezado a explorar la relación entre la yerba mate y la salud bucal y ósea. Un trabajo publicado en la revista International Endodontic Journal, con participación de equipos de la Universidad Estatal Paulista (Brasil) y la Universidad de Míchigan (Estados Unidos), analizó sus efectos en modelos de periodontitis apical, una inflamación en el extremo de la raíz dental.
Lo que dice la investigación sobre mate y salud bucodental
Este estudio se desarrolló en ratas y cultivos de células humanas dentales, empleando polvo instantáneo de yerba mate diluido en agua, en dosis comparables al consumo habitual de una persona. Se formaron cuatro grupos de animales: uno sano, uno que solo recibía yerba, uno con periodontitis apical y otro con periodontitis más yerba mate.
En los modelos animales, el consumo de mate logró restaurar parcialmente la capacidad antioxidante del plasma y reducir marcadores de estrés oxidativo, como la peroxidación lipídica en sangre. Además, los análisis de tejido mostraron un menor infiltrado inflamatorio en los dientes y una actividad reducida de las células encargadas de destruir hueso.
Las pruebas incluyeron microscopía, análisis bioquímicos y tomografía computarizada en 3D para observar con detalle la estructura de los maxilares. Se midieron proteínas y marcadores como IL-10, RANKL, TRAP y OPG, todos vinculados a procesos inflamatorios y pérdida ósea, y se detectaron diferencias favorables en los grupos que recibieron yerba mate.
En las células humanas, los extractos de mate ayudaron a mantener la viabilidad y actividad normal de los tejidos dentales, al tiempo que se observó una disminución de determinadas moléculas inflamatorias asociadas al daño en la pulpa.
Expertos como Juan Ferrario, investigador del CONICET y coautor del libro “La ciencia del mate”, valoran estos resultados como un eslabón relevante en la construcción de evidencia sobre los efectos potenciales de la yerba. No obstante, insisten en que se trata de modelos animales y estudios de laboratorio, por lo que todavía es pronto para pensar en aplicaciones clínicas directas.
Los propios autores del trabajo remarcan que no existen aún ensayos clínicos que evalúen el impacto del mate en personas con periodontitis apical, ni se conoce qué dosis y formatos serían más eficaces como posible complemento terapéutico. Por ahora, la principal conclusión es que el mate, en las condiciones ensayadas, no mostró efectos perjudiciales en ratas y abre una línea de investigación prometedora.
Europa, América del Norte y el nuevo mapa del mate
Mientras en Argentina el mate continúa tan integrado en lo cotidiano que muchas veces pasa desapercibido, en Europa y América del Norte empieza a presentar un perfil distinto. Allí, se le suele asociar a conceptos como energía natural, estilo de vida saludable y producto exótico, lo que está favoreciendo su entrada en nichos de consumo muy específicos.
En estos mercados la yerba aparece en formato de polvo soluble, cápsulas, infusiones en saquitos y bebidas listas para tomar, a menudo combinada con otros ingredientes. El perfil del consumidor suele ser el de alguien que busca alternativas al café o bebidas con menor contenido de azúcar que los refrescos tradicionales.
Especialistas en cata y sommeliers de yerba mate señalan que, a medida que crece el interés, también lo hace la demanda de productos orgánicos, de origen certificado y con elaboraciones cuidadas. Esto abre oportunidades para productores de Misiones y Corrientes orientados a la exportación, pero también plantea desafíos en términos de estándares de calidad, sostenibilidad y trazabilidad.
En ciudades europeas, además, empiezan a proliferar cafeterías y bares especializados que incluyen el mate en su carta, ya sea en versión tradicional o reinterpretado en cócteles, bebidas frías y combinaciones con leches vegetales. En estos espacios, la infusión se presenta como un elemento de intercambio cultural, a menudo acompañado de explicaciones sobre su origen guaraní y su rol en la sociedad argentina.
Todo este movimiento refuerza la idea de que la yerba mate dejó de ser un producto puramente local para convertirse en un actor más del mercado global de bebidas, con una historia propia y un relato cultural que agrega valor frente a otras opciones.
Visto en conjunto, el Día Nacional del Mate funciona como un recordatorio de la complejidad que se esconde detrás de un gesto tan simple como cebar y compartir una infusión. En esa calabaza aparentemente modesta confluyen cinco siglos de historia, prácticas comunitarias, economías regionales y preguntas científicas abiertas. Desde las plantaciones rojizas de Misiones hasta las cafeterías de Berlín o Londres, el mate sigue reinventándose sin perder aquello que lo hace reconocible: una bebida que, más que calmar la sed, invita a sentarse y conversar.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/dia-nacional-del-mate-origen-tradicion-y-salud-en-torno-a-la-infusion-mas-emblematica/
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