
El despacho no parece el de un dirigente en retirada, sino el de alguien que está pensando a largo plazo. Mate tibio, ventanas abiertas, tres pilas de documentos marcados con resaltador y un mapa del país que ocupa media pared: provincias, rutas, densidades poblacionales, sectores productivos. Todo lo que el peronismo solía conocer de memoria y hoy necesita volver a estudiar desde cero. Eduardo “Wado” de Pedro habla sin elevar la voz, pero con un peso que no responde al volumen sino al diagnóstico: “El peronismo no puede ser nostalgia; debe volver a ser futuro”. Ahí está la clave de esta conversación.
Lo recibimos en un momento en el que el Partido Justicialista atraviesa quizás su mayor punto de inflexión desde el retorno democrático. Derrotado electoralmente, tensionado internamente, erosionado territorialmente, obligado —a veces a la fuerza— a pensarse desde una autocrítica que durante décadas evitó formular.
Wado respira hondo, como quien antes de contestar mide cada palabra pensando en el después.
– ¿Reconstrucción o supervivencia? ¿Dónde está parado el PJ hoy?
– Reconstrucción. La supervivencia es mínima, no alcanza. reconstruir es hacerse cargo del daño, del desgaste, de la distancia con la gente. Si el partido cree que puede volver al poder solo por la memoria colectiva, está equivocado. El peronismo fue grande cuando transformó la realidad, no cuando la recordó. Tenemos que volver a ser movimiento antes que aparato.
Habla con calma, pero sin anestesia. No maquilla la herida: la señala. Dice “distancia con la gente” sin rodeos. El silencio posterior pesa más que la afirmación.
Mientras la entrevista avanza, Wado no esquiva nombres ni responsabilidades, pero evita caer en el juego del pase de facturas. Prefiere hablar de procesos, no de culpables. “Hay que dejar de administrar decadencia y empezar a construir esperanza”, lanza. La frase quedó flotando como un golpe seco.
¿Cuál fue el quiebre, el punto en el que el peronismo perdió sintonía con la sociedad?
– Cuando dejamos de escuchar. Cuando confundimos representación con propiedad del voto. Nos alejamos del barrio, de la fábrica, de la escuela. Y al mismo tiempo, no supimos leer a la juventud. Los pibes no buscan épica: buscan un futuro concreto. Trabajo real, vivienda posible, tecnología accesible. Si el peronismo no ofrece eso, no es opción de mayorías.
Hace una pausa. Se acomoda en la silla. «El pueblo ya no vota por cariño histórico», remata. Lo vota si le mejora la vida. En ese instante parece más analista que dirigente; más cirujano que militante.
– Usted habla de una reconstrucción que no es solo electoral. ¿Qué debería cambiar, entonces?
– Todo. La estructura, el lenguaje, la distribución del poder interno. Y también la forma de militar: menos atril y más territorio, menos internismo y más programa. El peronismo no necesita un nuevo salvador; necesita proyecto, diagnóstico, visión estratégica. Y conducir junto a la sociedad, no desde arriba.
Wado insiste en una idea que repite como mantra: conducción horizontal, liderazgos múltiples, menos culto a la figura y más construcción colectiva. Es un mensaje dirigido a adentro, pero pronunciado hacia afuera.
La conversación gira hacia la economía, la transición tecnológica, el nuevo mapa social. Habla de energías renovables, de litio, de economía del conocimiento, de federalismo productivo. No es un discurso, es un plan. No hay consignas vacías, hay verbos.: Industrializar, capacitar, innovar, integrar, equilibrar.
– El peronismo se acostumbró a liderazgos fuertes. Usted propone lo contrario. ¿Está dispuesto a encabezar ese cambio?
– Estoy dispuesto a trabajar para que exista un liderazgo colectivo. No vine a buscar coronas. Si la militancia define otro nombre, acompañaré. Si me toca conducir, será con todos y todas adentro. No creo en el caudillismo como forma de futuro. Creo en una mesa larga, con representación real y compromiso programático.
Su respuesta no esquiva la pregunta, pero tampoco se vende como candidato a nada. La reconstrucción —dice— es más importante que la foto del líder. Lo dice alguien que conoce el poder, pero que también parece comprender sus límites.
Afuera ya cayó la tarde. En el pasillo se escucha movimiento, pero nadie interrumpe. Su equipo sabe que la conversación no es rutina: es parte del proceso.
Le pedimos una definición. Una sola frase para condensar el desafío.
– Si la reconstrucción del peronismo pudiera escribirse en una sola línea, ¿cuál sería?: Wado lo piensa diez segundos. Solo diez.
Luego responde: Que el peronismo vuelva a ser futuro. No museo.
– La última, sin anestesia: ¿Usted quiere ser presidente?
Se ríe apenas, consciente de la trampa pero también del deseo que no niega.
«Quiero ser parte de una generación que devuelva la dignidad. Pero no voy a ser candidato. Si llego, es para unir y acompañaré».
El cierre se siente más político que prudente. Como si cada palabra hubiera sido afilada para usarse después, en un congreso partidario o en una plaza. Salimos del salón mientras afuera cae el atardecer y la oficina vuelve a apagarse detrás nuestro, como si la conversación quedará flotando en las paredes.
Wado de Pedro no dijo todo, pero dejó claro algo: el peronismo aún no eligió futuro—y él quiere ser uno de los que lo escriba.
Redacción
Fuente de esta noticia: https://grupormultimedio.com/wado-de-pedro-el-peronismo-en-terapia-intensiva-id178003/
También estamos en Telegram como @prensamercosur, únete aquí: https://t.me/prensamercosur Mercosur
Recibe información al instante en tu celular. Únete al Canal del Diario Prensa Mercosur en WhatsApp a través del siguiente link: https://www.whatsapp.com/channel/0029VaNRx00ATRSnVrqEHu1W
