

“Juego mi vida, cambio mi vida. De todos modos, la llevo perdida…”
Relato de Sergio Stepanski
León de Greiff
Poeta Colombiano
El régimen ucraniano con su ejército menoscabado de manera sistemática por el ejército de la Federación Rusa en el marco de la guerra que enfrenta a estos dos estados europeos, acusa, según cálculos aproximados, un número terrible de casi dos millones de bajas, hombres jóvenes, en pleno vigor que bien habrían podido juntar sus saberes y sus esfuerzos para sacar adelante esa exrepública soviética.
Pero no, los políticos de esa nación decidieron otra cosa.
Hoy Ucrania se debate entre ruinas y abrojos en la incertidumbre de su inviabilidad como ente autónomo, pues a los millones de muertos se suma el éxodo de gran parte de su población a naciones vecinas.
Entre los caídos, combatiendo hombro a hombro por cada palmo del territorio que parece irse por entre los rígidos dedos de sus muertos, no hay solamente ucranianos, muchos buscadores de fortuna, mercenarios de diversas nacionalidades, han ido a regar con su sangre y a dejar sus huesos en el suelo de esa comarca torturada, entre ellos miles de colombianos.
No hay datos exactos acerca de cuántas bajas de mercenarios colombianos se han producido en el marco de ese conflicto, algunas fuentes aseguran que no son más de cien, en algunos diarios hegemónicos colombianos se habla de cerca de 300, pero de las informaciones fragmentarias que se tienen, envueltas por la niebla de guerra y, seguramente, por el interés de quienes reclutan jóvenes de este país para llevarlos a estas lejanas tierras, podría ser en número de hasta dos mil la funesta participación de los nuestros en esas luctuosas cifras, tristemente sus familias difícilmente podrán recuperar sus cadáveres, mucho menos los recursos que presuntamente ganarían por exponer su pellejo en Ucrania.
Ilusionados con las cifras que les ofrecen por ir a luchar en esas tierras, han sido muchos los colombianos que han sido reclutados. Se habla de maltratos, racismo, exposición en las zonas más duras del frente, incumplimiento de lo prometido. No las tienen todas consigo, si, por una parte, el trato que reciben de los ucranianos no es el mejor, por otra, la posibilidad de caer prisioneros los pone en la mira de la justicia rusa, de hecho, ya hay decenas que han sido condenados a largas penas de prisión.
Algunos han intentado irse, han renunciado a seguir defendiendo la patria ajena, justamente por las precarias condiciones en que los obligan a hacerlo, así las cosas, el mundo cambia para ellos, se convierten en algo peor que delincuentes y se exponen a ser encarcelados, torturados o simplemente desaparecidos por sus hospederos o, como ya les pasó a unos colombianos que tuvieron la pésima idea de devolverse por Venezuela, ser arrestados y extraditados a Rusia.
No tiene sentido preguntarnos qué los impulsa a marchar pese a todos estos ominosos antecedentes, está claro que lo hacen movidos por la necesidad de ganarse unos pesos para sacar adelante sus proyectos, sus familias, pero ¿vale la pena?
Imposible no pensar en esos otros muchachos que viajan en lanchas rápidas o semi-sumergibles atiborrados de alcaloides y que, últimamente, han sido bombardeados sin fórmula de juicio y asesinados por miembros del otro ejército más poderoso del mundo.
Claro, dirán algunos molestos e indignados, no hay punto de comparación, mientras los unos van en el marco de una actividad hasta cierto punto lícita (O por lo menos mejor tolerada, excepto por aquellos en contra de quienes van a luchar), los otros saben que están actuando en el marco de una actividad ilícita, pero en el fondo la motivación viene a ser la misma: Poner unos pesos en la faltriquera.
Colombia exporta vidas, gente joven, gente que bien podría estar haciendo otra cosa, poniendo su vida y su esfuerzo al servicio del desarrollo del país, pero, pese a que nunca antes habíamos tenido mejores cifras de desempleo, bien es sabido que para los jóvenes no es fácil, como nunca lo ha sido para nadie, más aún cuando gobiernos anteriores deterioraron las ya precarias condiciones laborales de los colombianos.
El gobierno ha hecho llamados y pronunciamientos para que los jóvenes que salen de las fuerzas armadas no se dejen seducir por las falsas promesas, para que otros jóvenes con pocas oportunidades reciban un estipendio por estudiar y no delinquir, pero las ofertas por lo mismo que son peligrosas no dejan de ser tentadoras.
Tristemente seguiremos conociendo de vidas malogradas de jóvenes que ponen en entredicho su futuro por unos pesos y los veremos lastimosamente morir en tierra ajena…
POR CARLOS FAJARDO
PARA PRENSA MERCOSUR
NOVIEMBRE 2025
