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En un momento marcado por una escalada militar y un clima diplomático especialmente sensible, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dejó entrever una posible vía de comunicación con el presidente venezolano Nicolás Maduro, afirmando que “Venezuela quiere hablar”. Sus palabras, pronunciadas en el Aeropuerto Internacional de Palm Beach, en Florida, añadieron un matiz inesperado a una relación bilateral caracterizada, en los últimos años, por la confrontación, las sanciones económicas y el distanciamiento político.
Trump explicó que, según información recibida por su Gobierno, Caracas habría manifestado interés en establecer un canal de diálogo con Washington. Aunque el mandatario subrayó que aún no existe un proceso formal en marcha, señaló que no descarta conversaciones: “Podríamos tener discusiones con Maduro y veremos cómo resulta eso. Ellos quisieran hablar”, afirmó ante los periodistas. El presidente estadounidense dijo estar dispuesto a interactuar con cualquier interlocutor si ello contribuye a los objetivos estratégicos de su país: “Yo hablo con cualquiera, veremos qué pasa”.
La declaración llega en un contexto sensible y con repercusiones potencialmente amplias. Apenas días antes, el Departamento de Estado había anunciado su decisión de incluir al llamado Cartel de los Soles en la lista de organizaciones terroristas extranjeras. Washington sostiene que este grupo mantiene vínculos con altos funcionarios venezolanos, incluido Maduro, algo que el Gobierno de Caracas rechaza categóricamente al considerarlo un instrumento político utilizado para justificar presiones externas. Consultado sobre el alcance de esta designación, Trump confirmó que la medida habilita acciones contra activos e infraestructura vinculados a ese presunto entramado criminal. Sin embargo, matizó que no ha autorizado ninguna operación: “Nos permite hacer eso, pero no hemos dicho que vamos a hacer eso. Podríamos discutir”.
El momento del anuncio generó especulaciones debido a diversas publicaciones de medios estadounidenses, entre ellos el Miami Herald y The New York Times- que reportaron intentos previos de acercamiento por parte de representantes venezolanos. Dichas versiones señalan que se habrían planteado incluso fórmulas alternativas que van desde la exploración de un eventual gobierno de transición hasta la apertura de sectores estratégicos, como el petróleo y el oro, a compañías estadounidenses, con el objetivo de reorientar flujos comerciales actualmente dirigidos a Asia.
Las declaraciones de Trump también coincidieron con el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford en el Caribe, el buque más grande de la flota estadounidense, en un movimiento que refuerza la percepción de un momento geopolítico especialmente tenso en la región. A esto se suma la reciente operación de las fuerzas estadounidenses en el océano Pacífico, que terminó con la destrucción de una embarcación señalada como transportadora de drogas y un saldo de tres fallecidos. Con ese episodio, ya se contabilizan más de veinte bombardeos y más de ochenta muertes desde septiembre dentro de las acciones catalogadas como parte de la lucha contra el “narcoterrorismo”.
Trump afirmó que mantendrá informado al Congreso sobre cualquier paso futuro y destacó que la presión sobre Caracas está vinculada tanto a la lucha contra el tráfico de drogas como a la dinámica migratoria regional, en la que mencionó la presencia de redes del crimen organizado. Aunque no especificó qué forma podría tomar un eventual acercamiento diplomático, sus palabras abren un espacio. todavía incierto- para una fase distinta en la relación entre Washington y Caracas, marcada históricamente por tensiones que han moldeado buena parte del escenario político del hemisferio.
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