

Agosto invita a bajar un cambio —aunque sea solo por unas horas. Hay lugares que funcionan como pequeñas fugas, sin requerir mapas ni traslados largos. El Gran Bourbon Hotel Asunción es uno de ellos. Instalado en el eje aeroportuario, en una zona que suele asociarse más con reuniones y viajes que con pausas, el hotel se ha convertido en un punto donde la ciudad parece tomar otro ritmo.
Entrar a su lobby es entrar en un ambiente que baja el volumen del día. En Punto Penal, el bar de entrada, el café y la luz tenue arman el escenario perfecto para una conversación corta o una pausa silenciosa. No hace falta ser huésped para ir: mucha gente se acerca solo a sentarse, leer un rato, esperar que la tarde siga su curso.
El restaurante Gol Olímpico es otro punto de encuentro. El bufé de todos los días hace que sea una alternativa práctica para quienes trabajan por la zona, pero los fines de semana se vuelve plan en sí mismo.
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Sábado al mediodía: feijoada. Mesa larga, un ritmo de conversación que se estira y el aroma cálido de un plato que pide sobremesa.
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Domingo: cocina internacional y espíritu de reencuentro familiar. No hay prisa; el tiempo se acomoda alrededor del almuerzo.
En el sexto piso, la piscina infinita da la sensación de estar lejos incluso en los días sin sol. El silencio del agua, el horizonte apenas recortado por los edificios y un jacuzzi que parece saber exactamente dónde se acumula el cansancio.
Pero tal vez el corazón del hotel esté en otro lugar, en el Mandí Nature Spa, uno de esos espacios donde todo —la temperatura, las voces en susurro, la luz tenue— parece estar calibrado para descomprimir. Masajes relajantes, faciales, envolturas y tratamientos breves para quienes solo tienen una hora libre. Lo suficiente para volver a la ciudad, pero distinto.
Para quienes necesitan movimiento, el Bourbon Athletic Club ofrece entrenamiento completo y, para quienes necesitan todo lo contrario, Mandí ofrece la pausa. No son experiencias extraordinarias: son las que muchas veces faltan en la mitad de una semana cualquiera.
Lo interesante es que no hace falta planear un viaje para acceder a esto. Ni reservar vacaciones. Ni siquiera salir de la ciudad.
A veces, una tarde libre, un domingo lento o un mediodía bien elegido alcanzan para recuperar algo del ritmo propio.
Porque descansar —de verdad descansar— no siempre está lejos.
A veces está a poquísimos minutos.
Y comienza simplemente entrando por una puerta de hotel.
