

CÓMO LAS EXPECTATIVAS MOLDEAN LA VIDA DE LOS NIÑOS.
El efecto Pigmalión, también conocido como la profecía autocumplida, es un fenómeno psicológico que demuestra cómo las expectativas que una persona tiene sobre otra influyen directamente en su comportamiento y rendimiento. En el caso de los niños, este efecto puede marcar de manera profunda su desarrollo emocional, académico y social.
¿Qué es el efecto Pigmalión?
En términos sencillos, el efecto Pigmalión ocurre cuando las creencias o expectativas de los adultos (padres, maestros, cuidadores) sobre un niño terminan influyendo en lo que ese niño logra o deja de lograr.
Si un niño es visto como capaz, inteligente y valioso, recibirá más apoyo, estímulo y confianza, lo cual potenciará su crecimiento.
Si, por el contrario, se le etiqueta como “problemático”, “perezoso” o “incapaz”, esas creencias pueden limitar sus oportunidades y afectar negativamente su autoestima.
Causas principales.
- Expectativas conscientes o inconscientes de los adultos: Los adultos suelen transmitir sus creencias por medio de gestos, palabras, actitudes o incluso silencios.
- Etiquetas sociales y culturales: Los prejuicios de género, condición socioeconómica o comparaciones con otros niños generan expectativas distintas.
- Experiencias previas: Un bajo desempeño inicial puede hacer que el adulto asuma que el niño “no sirve para eso”, reforzando la idea negativa.
- Comunicación emocional: El tono de voz, las expresiones faciales y la disposición de los adultos son señales que los niños captan con gran sensibilidad.
Consecuencias en la vida de los niños.
Positivas (expectativas altas y realistas):
- Mayor confianza en sí mismos.
- Esfuerzo sostenido y motivación.
- Mejor desempeño académico y social.
- Desarrollo de resiliencia y autonomía.
Negativas (expectativas bajas o estigmatizadoras):
- Autoestima frágil y sensación de incapacidad.
- Desinterés por aprender o relacionarse.
- Conductas de rebeldía o apatía como respuesta a la falta de confianza.
- Cumplimiento de la “profecía”: el niño termina comportándose de acuerdo con lo que se espera de él.
Ejemplos prácticos
- En el aula: Un profesor que cree que un niño “no entiende las matemáticas” podría dedicarle menos tiempo, hacerle menos preguntas o incluso no esperar nada de él. Con el tiempo, el niño internaliza esta creencia y deja de intentarlo.
- En casa: Si un padre constantemente compara a su hijo con un hermano “más exitoso” y le recalca que “nunca será como él”, el niño puede crecer sintiéndose insuficiente y limitado en su desarrollo.
- En lo positivo: Cuando una maestra le dice a un alumno: “Sé que puedes mejorar tu lectura porque tienes talento y esfuerzo”, el niño siente confianza, se esfuerza más y termina logrando lo que parecía difícil.
Reflexión para padres y maestros.
Cada palabra, gesto y mirada que dirigimos a un niño tiene el poder de construir o de derribar. Las expectativas son como semillas: si sembramos confianza, paciencia y aliento, los niños crecerán con seguridad y ganas de aprender. Pero si sembramos etiquetas negativas, dudas o desconfianza, limitaremos sus alas antes de que intenten volar.
Los padres y maestros deben recordar que no se trata de exigir perfección, sino de transmitir confianza realista y esperanza en el potencial de cada niño. El reto es mirar más allá de las dificultades momentáneas y reconocer la grandeza que cada niño guarda en su interior.
El efecto Pigmalión nos enseña que los niños no solo crecen con lo que aprenden, sino con lo que los adultos creen de ellos. Elegir verlos como capaces, valiosos y con futuro, puede ser el mejor regalo que padres y maestros pueden ofrecerles.
«Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidan, porque de los tales es el reino de Dios» Mateo 19:14:
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Dra. Elizabeth Rondón.
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