

ALTOS, BAJOS Y LA IMPORTANCIA DE NO ABANDONAR EL CAMINO.
Sanar es un viaje complejo, lleno de matices, que pocas veces avanza en línea recta. Quienes se embarcan en este proceso suelen imaginar que cada paso será una mejora constante, pero pronto descubren que la realidad es diferente: la sanación tiene curvas, pausas, retrocesos y caídas. Y precisamente allí, en los momentos de bajón, es donde muchos se desaniman y deciden rendirse.
Desde mi experiencia psicoterapéutica he podido acompañar a personas que iniciaron su proceso con entusiasmo, pero que frente a un tropiezo pensaron: “No vale la pena”, “Siempre vuelvo a lo mismo” o “Esto no es para mí”. El verdadero reto no es evitar los altibajos, sino aprender a permanecer firmes cuando la mente y el corazón dicen que es más fácil desistir.
Sanación: más allá del alivio momentáneo.
Sanar no es únicamente aliviar el dolor o eliminar un síntoma. Es restaurar la conexión con uno mismo, reconciliarse con las propias heridas y aprender a construir bienestar de forma integral. Este proceso, al ser profundo, inevitablemente toca fibras sensibles, despierta memorias y activa emociones difíciles.
Por eso, muchas personas experimentan fases de gran euforia y esperanza, seguidas de otras de desánimo o apatía. Esto no significa fracaso, significa que el cuerpo y la mente están ajustándose, integrando y liberando.
¿Por qué muchos abandonan su proceso?
He visto con frecuencia que las personas interrumpen su camino de sanación por tres razones principales:
- Falsas expectativas: esperan cambios inmediatos y visibles, sin comprender que la transformación es progresiva.
- Miedo a enfrentarse con el dolor interno: al surgir emociones reprimidas, se sienten abrumados y prefieren escapar en lugar de atravesarlas.
- Soledad en el proceso: la falta de apoyo familiar, social o terapéutico incrementa la sensación de que “no se puede más”.
Características de quienes se desaniman.
- Piensan que un retroceso anula todo lo avanzado.
- Se comparan con otros que parecen “sanar más rápido”.
- Confunden cansancio con incapacidad.
- Sienten que repetir viejos patrones es prueba de fracaso, cuando en realidad es parte del aprendizaje.
Consecuencias de abandonar la sanación.
Detenerse en medio del camino no solo retrasa el proceso, sino que muchas veces refuerza la creencia de que “no soy capaz de cambiar”. Esto alimenta la desesperanza y abre la puerta a recaídas emocionales más profundas.
He visto cómo las personas que abandonan sienten un vacío mayor, porque ahora cargan no solo con su herida inicial, sino también con la frustración de no haber concluido.
Medidas de afrontamiento cuando aparece el deseo de rendirse.
- Aceptar que caer es parte del proceso: un mal día no invalida los avances logrados.
- Recordar la motivación inicial: volver a la pregunta: ¿por qué empecé a sanar?
- Buscar acompañamiento constante: el acompañamiento terapéutico y los grupos de apoyo actúan como sostén en los momentos de debilidad.
- Practicar el autocuidado sencillo pero constante: a veces no se trata de grandes cambios, sino de pequeños hábitos diarios que sostienen la esperanza.
- Normalizar los retrocesos: entender que no son un retroceso total, sino parte de la espiral del crecimiento.
Un llamado desde mi experiencia.
A todas las personas que han pensado en abandonar su proceso, quiero decirles algo claro: el momento de mayor oscuridad suele estar justo antes de la transformación más profunda. He acompañado a quienes estaban al borde del desistimiento, convencidos de que no podían más, y he visto cómo, al perseverar, logran abrir puertas que parecían imposibles.
La sanación no es un camino perfecto, pero es un camino real. No se trata de nunca caer, sino de levantarse con más conciencia, más amor propio y más sabiduría.
Si hoy te sientes cansado, recuerda: no flaquees, no estás retrocediendo, estás aprendiendo a caminar con más fortaleza. Y cuando la carga parezca demasiado pesada, busca apoyo: no tienes que hacerlo solo.
El proceso de sanación es una travesía de altos y bajos, de lágrimas y sonrisas, de momentos de plenitud y de días grises. Pero cada paso, incluso el más pequeño, suma. Abandonar puede parecer un descanso, pero en realidad es postergar la posibilidad de renacer.
Sanar es volver a confiar en ti mismo, aun cuando la duda golpea fuerte. Mantente firme, aunque tiemblen tus fuerzas. Tu sanación vale la pena, porque tú vales la pena.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» Romanos 12:2
Si estás buscando apoyo psicológico especializado, ya sea en modalidad virtual individual o en terapia de pareja, comunícate conmigo. Estoy aquí para acompañarte en tu proceso de bienestar y crecimiento personal.
Dra. Elizabeth Rondón.
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