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El Gobierno de China expresó este jueves su más firme respaldo a la soberanía de Venezuela y rechazó categóricamente lo que calificó como injerencias y presiones de Estados Unidos en los asuntos internos del país suramericano. La declaración de Pekín se produce en un momento de creciente tensión en el Caribe, tras el patrullaje de buques de guerra estadounidenses cerca de las costas venezolanas, una maniobra que ha generado alarma en la región.
La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Mao Ning, fue contundente al afirmar que Beijing “se opone al uso de la fuerza o la amenaza de la misma en las relaciones internacionales y rechaza cualquier intromisión en los asuntos internos de Venezuela, sea cual sea el pretexto”. Para la diplomática, las acciones de Washington constituyen una “violación de la soberanía de otros países y una amenaza real a la paz y la estabilidad regional”.
Mao instó además a Estados Unidos a abandonar medidas militares que aumentan la tensión y, en su lugar, “hacer más cosas que contribuyan a la paz y la seguridad en América Latina y el Caribe”. Sus palabras colocan a China como un actor de peso en la defensa del principio de no intervención, reivindicando una lectura estricta de la Carta de las Naciones Unidas frente al intervencionismo que denuncian varios países latinoamericanos.
El pronunciamiento de Pekín se suma a la voz colectiva de los jefes de Estado de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que un día antes, reunidos en la XIII Cumbre Extraordinaria del bloque, denunciaron un “despliegue militar” de Estados Unidos en el mar Caribe y exigieron el cese inmediato de las amenazas. El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, aseguró que las maniobras de Washington son “una nueva demostración de fuerza imperial contra Venezuela y contra toda la región”.
En la misma línea, el mandatario nicaragüense, Daniel Ortega, llamó a la unidad de los países latinoamericanos y caribeños frente a lo que definió como un intento de intimidación. “Defender la soberanía de Venezuela es defender la soberanía de todos”, subrayó, apelando a la integración como escudo político frente a las presiones externas.
El respaldo de China otorga mayor relieve internacional a la denuncia del ALBA y refleja un escenario geopolítico donde América Latina vuelve a convertirse en punto de fricción entre potencias globales. Caracas, aislada por sanciones y bloqueos en Occidente, encuentra en Pekín y en la solidaridad de los países del bloque regional un contrapeso frente a la estrategia estadounidense en el continente.
El Caribe, convertido en tablero de disputa, revive tensiones de otros tiempos. La pugna entre Washington y Caracas ya no se limita al terreno diplomático, sino que se proyecta en el plano militar, con buques desplegados en una zona de alta sensibilidad geopolítica. Para muchos analistas, lo que está en juego trasciende las fronteras venezolanas: se trata del derecho de los países latinoamericanos a decidir su destino sin presiones externas, en un contexto donde China emerge como defensora de la soberanía regional y Estados Unidos insiste en mantener su influencia estratégica en el hemisferio.
En ese marco, el mensaje de Beijing no solo envía un respaldo político a Caracas, sino que eleva la discusión a un nivel global: el de la legitimidad del uso de la fuerza en las relaciones internacionales. América Latina, otra vez, aparece como escenario donde se cruzan las tensiones de las grandes potencias y donde la unidad regional se plantea como una necesidad urgente frente a los riesgos de inestabilidad que amenazan al Caribe.
