

El aumento del nivel del mar, impulsado por el cambio climático, se ha convertido en una de las principales preocupaciones globales para las próximas décadas. Este fenómeno, que afecta a regiones costeras de todo el mundo, amenaza con transformar paisajes, desplazar comunidades y alterar ecosistemas. Desde pequeñas islas en el Pacífico hasta grandes ciudades en América y Asia, los impactos del ascenso del océano son cada vez más evidentes y requieren respuestas urgentes.

Según datos de la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés) y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), el ritmo de aumento del nivel del mar se ha duplicado en las últimas décadas. Mientras que en el siglo XX el ascenso promedio era de 1,4 milímetros por año, entre 2006 y 2015 esta cifra alcanzó los 3,6 milímetros anuales.
El investigador Gerardo Perillo, experto en geología y oceanografía, explica que este fenómeno no puede detenerse y que la humanidad debe prepararse para convivir con sus consecuencias. “El ascenso del nivel del mar es un proceso que avanza sin retorno. Las estrategias deben centrarse en adaptación y mitigación”, afirma.
El aumento del nivel del mar responde principalmente a dos factores: el deshielo de glaciares y capas de hielo, y la expansión térmica del agua oceánica debido al calentamiento global. Según la NASA, las temperaturas oceánicas más altas están provocando que el agua se expanda, mientras que el deshielo de Groenlandia y la Antártida está añadiendo grandes cantidades de agua al océano.
Desde 1880, el nivel medio global del mar ha subido entre 21 y 24 centímetros. La pérdida de masa de hielo en Groenlandia pasó de 34.000 millones de toneladas anuales en la década de 1990 a 247.000 millones entre 2012 y 2016. En la Antártida, la pérdida casi se cuadruplicó en el mismo periodo. Aunque un escenario extremo donde todo el hielo terrestre se derrita es improbable en el corto plazo, los datos actuales son suficientes para alarmar a científicos y gobiernos.

Además de los factores naturales, las actividades humanas también contribuyen al problema. La extracción de aguas subterráneas y la construcción de represas alteran el ciclo hidrológico, modificando el balance entre el agua almacenada en tierra y la que llega al océano.
Las proyecciones científicas apuntan a que ciertas regiones serán más afectadas que otras por el aumento del nivel del mar. Las islas del Pacífico, los deltas asiáticos y las costas bajas de América son especialmente vulnerables.
En el Pacífico Sur, naciones insulares como Tuvalu enfrentan una amenaza existencial. Más de la mitad de sus habitantes viven a menos de 500 metros de la costa, lo que los expone a inundaciones y erosión. Tuvalu ya ha iniciado una migración planificada hacia países como Australia, marcando un precedente global sobre cómo enfrentar los efectos del cambio climático.
Fiyi es otro ejemplo crítico: la erosión y las inundaciones han destruido viviendas y cultivos, obligando a muchas comunidades a considerar la reubicación como única solución viable. Sin embargo, los lazos ancestrales con la tierra dificultan estos procesos migratorios.
En Asia, Bangladesh enfrenta riesgos extremos debido a su ubicación en el delta del Ganges-Brahmaputra, donde más del 40% de la población vive en zonas bajas. Según Perillo, un mínimo ascenso del nivel del mar podría inundar más del 30% del país.
En América Latina, Argentina también presenta áreas vulnerables al avance del océano. Regiones como el delta del Paraná, la bahía Samborombón y el estuario de Bahía Blanca son especialmente sensibles al ascenso anual de aproximadamente 2 milímetros en sus costas.
En Estados Unidos, casi el 30% de la población vive en zonas costeras, siendo el Golfo de México y la costa atlántica media las áreas más afectadas por procesos como hundimiento del terreno y erosión acelerada.
El ascenso del nivel del mar tiene consecuencias directas en las comunidades costeras: inundaciones más frecuentes, erosión de costas, salinización de acuíferos y pérdida de hábitats naturales. Según estimaciones de la WMO, al menos 50.000 habitantes de islas del Pacífico enfrentan cada año riesgos de desplazamiento forzado.
Sin embargo, los mayores peligros no provienen únicamente del ascenso gradual del mar, sino de su combinación con tormentas y fenómenos extremos como ciclones o tifones. “La playa se irá estrechando y cada vez habrá menos espacio para las comunidades costeras. Las tormentas superarán las defensas costeras diseñadas por los ingenieros”, advierte Perillo.
La migración climática ya es una realidad en lugares como Tuvalu y otras islas de Oceanía, y podría convertirse en tendencia global a medida que más territorios sean inhabitables. En Filipinas, por ejemplo, una serie de tifones en 2024 desplazó a más de 1,4 millones de personas.
Frente a esta crisis creciente, los expertos coinciden en que las soluciones deben combinar medidas técnicas con sensibilidad cultural e internacional. Entre las estrategias más comunes se encuentran:
1. Migración planificada: Reubicar comunidades hacia zonas menos vulnerables es una opción cada vez más considerada por gobiernos y organizaciones internacionales.
2. Construcción de defensas costeras: Aunque los muros y diques pueden ofrecer protección temporal, su impacto ambiental y eficacia a largo plazo son cuestionables.
3. Restauración natural: La plantación de manglares y otros ecosistemas costeros puede ayudar a mitigar los efectos del ascenso del mar mientras se preserva la biodiversidad local.
4. Reducción de emisiones: Aunque no detendrá el aumento del nivel del mar en el corto plazo, limitar las emisiones globales puede reducir la magnitud del problema a futuro.
El consenso científico es claro: el ascenso del nivel del mar continuará durante siglos incluso si se detuvieran hoy las emisiones de gases de efecto invernadero. Las decisiones que se tomen ahora serán cruciales para determinar la magnitud y velocidad del fenómeno en las próximas décadas.
La experiencia de países como Fiji o Tuvalu demuestra que la adaptación requiere no solo soluciones técnicas, sino también apoyo internacional para garantizar que las comunidades vulnerables puedan enfrentar este desafío con dignidad y resiliencia.
Preparar a las poblaciones costeras para convivir con un mar que avanza no es solo una cuestión ambiental; es un imperativo ético que demanda acción urgente por parte de gobiernos, organizaciones internacionales y ciudadanos alrededor del mundo.
