
EL LAZO DE PIEDRA QUE UNE LA HISTORIA DE CALI.
Sobre las aguas serenas del río Cali, en pleno centro de la ciudad, se alza una obra que ha visto pasar generaciones, transformaciones urbanas y momentos clave de la vida caleña: el Puente Ortiz. Considerado el primer puente formal de la ciudad y una de las joyas del urbanismo republicano, este emblemático paso no solo conecta dos márgenes del río, sino también el pasado con el presente de la capital vallecaucana.
Un puente que nació de la necesidad.
A comienzos del siglo XIX, la creciente actividad comercial y poblacional de Cali hizo evidente la necesidad de conectar el naciente centro urbano con los barrios del norte. Los puentes de guadua que existieron anteriormente eran precarios y no resistían las crecidas del río. Fue entonces cuando surgió la idea de construir una estructura sólida y permanente.
En 1835 se encargó el proyecto al ingeniero José Montehermoso, pero sería un fraile franciscano, José Ignacio Ortiz, quien años después retomaría la obra con decisión y visión. En 1842 inició la construcción, y tres años más tarde, en 1845, se inauguró oficialmente el Puente Ortiz, llamado así en honor al religioso que lo hizo posible. La estructura original, levantada en ladrillo y piedra, representó en su momento un hito de la ingeniería local. Transformaciones con espíritu neocolonial
Con el paso del tiempo, el crecimiento de la ciudad exigió adaptaciones en la infraestructura urbana. En 1918, el ingeniero Julio Fajardo amplió el ancho de la calzada del puente, pero fue en 1945 cuando se dio la intervención más significativa. A cargo del arquitecto Alfonso Garrido Tovar, la obra conservó los cuatro arcos originales y añadió andenes voladizos con miradores semicirculares y barandas ornamentales, elementos que le dieron su estética actual de inspiración neocolonial.
El resultado fue un puente que ya no solo era funcional, sino también bello. Se convirtió en punto de referencia visual, en paseo peatonal y en símbolo de una ciudad que miraba al futuro sin olvidar su pasado.
Un punto de encuentro entre historia, cultura y urbanismo.
Más allá de su valor arquitectónico, el Puente Ortiz ha tenido un papel fundamental en el desarrollo urbano de Cali. Su ubicación estratégica lo conectó directamente con lo que hoy es la Calle 12, arteria clave que articuló importantes sectores del centro con barrios emergentes del norte. A su alrededor florecieron espacios culturales como el Teatro Jorge Isaacs, la Iglesia La Ermita y más recientemente, el Parque de los Poetas.
El puente también es escenario cotidiano de caminantes, artistas callejeros, fotógrafos y turistas que encuentran en su estructura una postal viva del pasado.
Un patrimonio que exige cuidado.
Aunque el Puente Ortiz fue restaurado y adaptado para el uso peatonal, su entorno enfrenta desafíos. Recuperar la visibilidad del puente y su función simbólica es un deber para quienes creen en una ciudad que honra sus raíces.
una obra que merece ser celebrada.
El Puente Ortiz no es solo una estructura de ladrillo y cemento. Es un fragmento vivo de la historia caleña, testimonio de la evolución de su urbanismo, símbolo de su herencia arquitectónica y expresión del espíritu colectivo de una ciudad que ha sabido resistir y reinventarse.
Cuidarlo es más que conservar un puente: es preservar una parte fundamental de la identidad caleña. Que sus arcos sigan siendo el reflejo de una Cali que une su pasado con el presente… y con el futuro que se construye paso a paso, como quien cruza un puente.
«4 respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración». Salmos 4: 1. (Reina-Valera 1960)
.
