

Por : Carlos Fajardo @CarlosFarardila «Fastidisrdo»
Como buen demócrata y en un intento de crear consensos en torno a los problemas más acuciantes
de esta sociedad agobiada por la corrupción, la terrible inequidad, la violencia fratricida, el acceso
segmentado a los derechos fundamentales como la salud, la educación, la seguridad, el trabajo, la
paz y la vida que terminaba por convertirlos en privilegios para unos pocos al costo de la
desprotección abusiva de la mayoría, Gustavo Petro convocó e invitó a representantes de sectores
diversos de la sociedad, la política y el empresariado; algunos recogieron y aceptaron su invitación,
otros decidieron más bien apartarse y confirmar una oposición que pretendidamente apodaron
«reflexiva», pero que, con el paso del tiempo, se demostró agria, calculadora, incapacitante y
conspiradora.
Aún así, Gustavo Petro arrancó con los que pudo y puso a caminar las reformas esenciales para
hacerle frente a esa hidra problemática, por el camino se diluyeron los acuerdos y una y otra vez sus
propuestas fueron bloqueadas, desnaturalizadas, deformadas y difamadas en su paso por el
congreso, al punto de que sólo hasta el final de su tercer año de gobierno pudo sacar en blanco la
reforma pensional y la del régimen laboral, magníficos logros que llegan para aliviar la carga de
inequidad e injusticia en esas áreas.
Durante muchos meses Petro denunció que había ominosas evidencias de que algunos sectores de
la más oscura y proterva ultraderecha preparaban un golpe de estado; la prensa del establecimiento
se reía de «semejantes” sospechas, al tiempo que instalaban una infame narrativa de drogadicción
en contra del presidente y una presunta incapacidad para gobernar.
Pasaban por alto de manera falaz y sesgada la mejoría constante y consistente en los indicadores
macroeconómicos, la notable disminución de la inflación, el crecimiento de la inversión extranjera
que mostraba la confianza en nuestra economía, la disminución del desempleo, entre otros logros
de este gobierno, su compromiso con el cumplimiento de los acuerdos de paz, la distribución de
tierras entre el campesinado más vulnerable, el indudable liderazgo internacional de Gustavo Petro.
Denigraron del gobierno, a Petro le inventaron escándalos, lo culparon de cuántas cosas se les
ocurrió, incluso le gritaron asesino luego del atentado contra un candidato larvario de la
ultraderecha.
Hace algunos meses una ficha del gobierno, ahora excanciller, quien fuera suspendido de su cargo
por sospechas de manipulación indebida de un opíparo contrato, el señor Álvaro Leyva Durán, salió
a la palestra pública con unos escritos en los que denunciaba, conforme con el relato de la
ultraderecha, las presuntas adicciones del presidente y la ya mentada incapacidad para gobernar.
Hoy se sabe que fue mucho más allá: En consonancia con los alardes de algunos congresistas de la
caverna se acercó a figuras del partido Republicano en los EEUU con importante cercanía al
presidente Trump, para pedir su apoyo para defenestrar al gobierno del cual habla hecho parte y
colocar en lugar de Gustavo Petro a la vicepresidenta Francia Márquez con quién, presuntamente,
había llegado a acuerdos.
De su ruin traición no cabe la menor duda, audios en poder del diario El País de España así lo
demuestran; de la participación de la primera vicepresidenta mujer y negra de Colombia no hay
pruebas contundentes, la misma Francia Márquez ha salido obviamente a negarla. Pero podrían (del
verbo podrir) existir otros ilustres implicados: La flamante y larvaria candidata de ultraderecha Vicky
Dávila, el aparentemente comatoso precandidato Miguel Uribe, no menos larvario, víctima reciente
de un atentado sobre el cual cada vez hay más y más dudas…
A los aires de confabulación golpista se unen hoy pruebas de alta traición de algunas personas que
fueron en su momento cercanas al gobierno y las movidas de otros personajes que no han
escatimado esfuerzos para denigrar del presidente y presentarse como verdaderas opciones para
“salvar a Colombia” del “comunismo”
.
CARLOS FAJARDO
Para Prensa Mercosur
