

Gran equipo, Antonio Sanguino, MinTrabajo y Armando Benedetti, MinInterior
Colombia despertó este viernes con una certeza largamente esperada: la reforma pensional es ya una realidad legal. La aprobación definitiva marca un hito histórico para millones de hombres y mujeres que envejecieron sin la seguridad de una pensión, y pone al país en la ruta de las naciones que priorizan la dignidad humana por encima de la indiferencia burocrática.
Detrás de este paso trascendental está el trabajo meticuloso del ministro de Trabajo, Antonio Sanguino, uno de los principales artífices de una negociación política que supo abrirse paso entre intereses cruzados, oposición férrea y años de promesas sin cumplir. Bajo su liderazgo, la reforma avanzó con determinación y se convirtió en la bandera más visible del Gobierno del Cambio, demostrando que la justicia social puede abrirse camino cuando hay voluntad real de transformar estructuras profundamente desiguales.
El nuevo esquema de pensiones permitirá, por primera vez, que más de 2.5 millones de adultos mayores históricamente ignorados por el sistema cuenten con un ingreso básico que los proteja de la pobreza extrema en la vejez. Para campesinos, trabajadores informales, mujeres cuidadoras y miles de personas que dedicaron su vida al trabajo sin garantías mínimas, esta ley es mucho más que una cifra en el Congreso: es la posibilidad de enfrentar el último tramo de la vida con un mínimo de tranquilidad y reconocimiento.
El respaldo decidido del presidente Gustavo Petro y la articulación con el Congreso dieron forma a una reforma que no solo reorganiza el sistema, sino que lo amplía y lo vuelve más justo, cerrando brechas que parecían imposibles de tocar. Organizaciones de pensionados, centrales obreras y sectores académicos coinciden en que este avance redefine el modelo de protección social y envía un mensaje claro: la vejez no puede ser sinónimo de abandono.
Sanguino, desde su llegada al Ministerio de Trabajo, asumió el reto como una misión personal y colectiva. Su gestión, marcada por la firmeza para defender la iniciativa y la apertura al diálogo con los distintos actores, permitió destrabar debates que durante años mantuvieron congeladas las reformas estructurales. El resultado es una ley que honra la palabra empeñada y demuestra que cuando un Estado decide mirar a su gente a los ojos, la política se vuelve esperanza concreta.
En un país dividido por disputas políticas, la aprobación de la reforma pensional deja claro que todavía es posible unir voluntades para proteger a quienes más lo necesitan. Hoy Colombia avanza hacia un futuro en el que la vejez, la enfermedad o la muerte no signifiquen ruina y desamparo para millones de familias.
El Gobierno del Cambio sella así una de sus promesas más emblemáticas y reafirma que, con liderazgo y coherencia, la dignidad puede dejar de ser discurso para convertirse, como hoy, en una ley que tocará vidas reales y les devolverá algo irrenunciable: la tranquilidad de envejecer sin miedo.
carloscastaneda@prensamercosur.org
