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Desde lo más profundo del Valle de Aburrá, donde el dolor ha tenido acento propio durante décadas, el presidente Gustavo Petro lanzó un mensaje claro: Colombia no puede seguir escribiendo su historia sobre la sangre de los más vulnerables. En una alocución transmitida desde Medellín este sábado, el jefe de Estado propuso un cese total de acciones criminales a las bandas urbanas, a cambio de fórmulas jurídicas de sometimiento. Fue un discurso largo, cargado de tensiones y verdades incómodas, pero también de compromisos con la paz, la justicia social y el poder popular.
Ante un público heterogéneo y con la Alpujarra como escenario simbólico, Petro insistió en que el país necesita romper con los ciclos de violencia urbana. Reconoció la presencia de delegados de organizaciones criminales condenadas, y defendió su inclusión en este proceso como parte de una estrategia seria para desmantelar el crimen y construir paz en los territorios más golpeados.
«No se trata de impunidad, se trata de garantías para que los niños de Medellín no crezcan entre fusiles, sino entre libros», señaló Petro, quien pidió a la Fiscalía acompañar este proceso en las cárceles del país para avanzar con herramientas jurídicas ya existentes. Aclaró que no habrá beneficios automáticos, sino compromisos verificables de desarme y reparación.
Durante su intervención, el mandatario también confrontó lo que llamó “hipocresía política”, tras las críticas del alcalde Federico Gutiérrez por la participación de cabecillas criminales en el evento. “Mamola, el presidente va a donde quiera, como jefe de Estado elegido por el pueblo”, respondió, en una de las frases más resonantes de la noche.
Petro fue más allá. Recordó las heridas de la Operación Orión y la violencia estatal que durante años marcó a Medellín. Evocó la Escombrera, esa fosa de la impunidad donde aún se buscan cuerpos de desaparecidos. Con esas referencias, no habló solo del pasado, sino de un presente que exige verdad, reparación y cambios estructurales.
La paz urbana, advirtió, no puede quedarse en Medellín. «Debe llegar a otras ciudades del país, y se debe centrar en la vida, en la dignidad y en la justicia social». En ese marco, defendió reformas como la laboral y la pensional, ligándolas directamente con la posibilidad de construir un país más equitativo.
«La reforma laboral no es un favor a los trabajadores, es una deuda histórica. Por ella me han amenazado, y por convocar al pueblo a decidir, me llaman golpista. ¿Es acaso un golpe de Estado entregarle el poder al pueblo?», dijo Petro, aludiendo a la consulta popular que ha propuesto y que ya estudia la Corte Constitucional.
La tensión política fue un hilo conductor. No esquivó críticas a miembros de su propio gabinete, a quienes tildó de cobardes por no defender el proyecto político con suficiente firmeza. También desmintió señalamientos en su contra por el atentado contra el senador Miguel Uribe, asegurando que su gobierno protege más a la oposición que a sí mismo.
En materia ambiental, fue tajante: pidió a la ministra de Ambiente no firmar permisos para explotar minerales en Jericó, Antioquia. Y recordó que la justicia social también se expresa en el derecho de las comunidades a decidir sobre sus territorios.
Casi al final de su intervención, reiteró su apuesta por una Asamblea Constituyente, no para acabar la Constitución de 1991, sino para recuperar su espíritu: “No quiero derogar la Constitución, quiero extirparle las contrarreformas. Que la justicia social que prometió sea, por fin, una realidad».
Con un tono más sereno, el presidente cerró su intervención hablando de la niñez, la educación y el futuro. Señaló que uno de los compromisos más urgentes debe ser garantizar que los niños de los barrios populares accedan a una educación digna y segura. «Si no salvamos a los niños, no hay paz posible», concluyó.
La noche cayó sobre Medellín con un eco incómodo pero necesario. Gustavo Petro no evitó las confrontaciones, ni disfrazó las heridas. Las puso sobre la mesa como quien sabe que la paz se construye desde la verdad, pero también desde la audacia de proponer caminos nuevos.
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