

Nuevo Jefe de Gabinete del gobierno de Colombia, Alfredo Saade
En medio de un escenario político tenso y altamente polarizado, el presidente Gustavo Petro ha tomado una decisión que trasciende los cargos y las formas: designar como jefe de gabinete presidencial a uno de sus aliados más leales y coherentes, el pastor cristiano Alfredo Rafael Saade Vergel. El nombramiento, que ya ha generado ruido en sectores de la oposición, tiene una profunda carga simbólica y política. No es un simple gesto burocrático; es el reconocimiento a un hombre que ha caminado junto al proyecto de cambio desde sus orígenes, con convicción y sin pedir nada a cambio.
Alfredo Saade no es un recién llegado al corazón del petrismo. Fue precandidato presidencial del Pacto Histórico en 2022 y, desde entonces, se convirtió en una voz constante, firme y apasionada en defensa del Gobierno y sus reformas sociales. Lo ha hecho desde los escenarios, desde las comunidades religiosas, desde la calle y, sobre todo, desde sus redes sociales, donde jamás ha callado ante los ataques contra el proceso de transformación que hoy lidera la Casa de Nariño.
Pero esa coherencia le ha costado caro. A Saade no solo lo han insultado, difamado y ridiculizado en medios tradicionales y plataformas digitales. También ha sido víctima de amenazas de muerte en varias oportunidades, muchas de ellas documentadas y denunciadas públicamente. Le han intentado callar amedrentando a su familia, han buscado destruir su honra con calumnias, e incluso se le ha intentado vincular -sin pruebas- a escándalos ajenos a su responsabilidad. Y sin embargo, ha permanecido en pie, con fe, con dignidad y con una determinación inquebrantable.
Sus detractores han querido convertir sus opiniones políticas en «pecados» imperdonables. Cuando, por ejemplo, propuso en sus redes la necesidad de una asamblea constituyente, no faltaron quienes lo tildaron de extremista. Pero lo que muchos no quisieron ver en ese momento fue su capacidad para leer el pulso del país, su intuición política y su deseo de abrir una conversación nacional sobre la democracia real y el modelo de Estado. Hoy, mientras el debate sobre el reordenamiento institucional cobra fuerza, los mismos que lo insultaron guardan un silencio elocuente.
Saade ha sido mucho más que un activista religioso. Es abogado, con estudios en gerencia y gestión pública, ha sido contratista del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y dirigió la Asociación Colombiana de Áreas Metropolitanas (Asoareas). Su experiencia en lo público ha sido amplia, aunque poco reconocida por quienes reducen su figura a sus creencias religiosas o a su fervor ideológico.
La oposición ha intentado presentarlo como una figura divisiva, ignorando deliberadamente que su mensaje -aunque firme- siempre ha estado centrado en el bienestar de los más humildes. Su cristianismo no es dogma, es praxis social: ha defendido con pasión a los niños sin agua en La Guajira, a los campesinos sin tierra, a los jóvenes sin oportunidades. Su voz ha sido incómoda para muchos, precisamente porque habla con la claridad que da el no tener nada que ocultar.
El presidente Petro ha decidido reconocer esa lealtad, ese coraje y esa integridad. La entrada de Saade a la jefatura de gabinete, junto a Angie Rodríguez (directora del Dapre) y Armando Benedetti (ministro del Interior), completa un triángulo de confianza y compromiso en el núcleo del poder presidencial.

En tiempos donde la política se mueve por conveniencias pasajeras, el acto de nombrar a Alfredo Saade no solo es una apuesta de confianza, sino también un mensaje de fondo: la lealtad, la coherencia y el valor aún tienen un lugar en la historia. Quienes lo atacan no han entendido que detrás de este pastor cristiano hay un ciudadano con temple, con formación, con visión de país, y con un amor sincero por la justicia social.
Saade llega a la Casa de Nariño no a esconderse, sino a servir. Y lo hará, como siempre lo ha hecho: sin miedo, con la cruz de la fe en un hombro, y la causa del pueblo en el otro. !Levántate ¡
