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En un gesto cargado de simbolismo político y espiritual, el presidente colombiano Gustavo Petro planteó ante el papa León XIV la posibilidad de que el Vaticano acoja una nueva fase del proceso de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). La propuesta, revelada tras una audiencia privada en la Santa Sede, marca un nuevo intento por retomar el camino del diálogo en un conflicto que ha desangrado a Colombia durante más de seis décadas.
Fuentes cercanas a la delegación presidencial confirmaron que el mandatario expuso su deseo de reabrir las negociaciones con el ELN bajo el auspicio de un escenario neutral y de alta legitimidad moral, como lo representa el Estado Vaticano. El gesto no es menor: más allá de su significado religioso, la Santa Sede ha sido históricamente un actor confiable en procesos de mediación internacional y goza de una influencia que trasciende fronteras y credos.
Este posible giro en la estrategia de paz del Gobierno colombiano ocurre en un momento delicado, tras meses de tensiones, ataques armados y una creciente desconfianza entre las partes. El intento de reanimar la mesa de negociación busca no solo desescalar el conflicto, sino también enviar un mensaje de esperanza a los territorios más golpeados por la violencia, donde las comunidades aún esperan que la paz deje de ser una promesa aplazada.
Aunque el Vaticano no ha emitido aún una respuesta oficial, la sola mención de su nombre como posible sede revela el calibre internacional que el Gobierno desea imprimirle al proceso. No se trata solo de reabrir un diálogo, sino de dignificarlo, de colocarlo en un escenario donde la palabra tenga un peso distinto, casi sagrado, y donde las heridas del pasado puedan comenzar a sanar.
El Papa León XIV, cuya voz se ha alzado con firmeza en favor de la paz y la justicia social en el mundo, habría escuchado con atención la propuesta del presidente Petro. De concretarse, este paso abriría un nuevo capítulo en los esfuerzos de reconciliación nacional, enmarcado ahora en un contexto de mayor visibilidad global y respaldo diplomático.
Colombia, una vez más, se asoma a la posibilidad de romper su historia de violencia con una apuesta audaz por el diálogo. Esta vez, con la mirada puesta en Roma.
carloscastaneda@prensamercosur.org
