

Imagen El Tiempo
Desde Beijing, donde cumple agenda oficial, el presidente Gustavo Petro lanzó uno de sus pronunciamientos más duros contra el Congreso colombiano, específicamente contra el presidente del Senado, Efraín Cepeda. La chispa: la caída de la consulta popular promovida por el Ejecutivo, que se hundió en la plenaria por apenas dos votos de diferencia. La mecha: una acusación directa de posible delito y fraude electoral. El escenario: una creciente confrontación entre los poderes públicos que amenaza con escalar a una crisis de gobernabilidad.
En la madrugada del 15 de mayo, Petro, a través de su cuenta en X (antes Twitter), pidió a la Corte Suprema de Justicia que investigue a Cepeda, señalando que “ha cometido un posible delito”. “Los indicios muestran que hay presumiblemente un fraude. Ya la justicia lo dirá”, escribió el mandatario, abriendo un nuevo capítulo de confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo.
Desde Bogotá, la respuesta no se hizo esperar. Cepeda rechazó las acusaciones con firmeza. “Eso se llama injuria y calumnia. Es desesperación. Muestra el espíritu dictatorial de este gobierno”, declaró en entrevista con La FM. Aseguró que la votación fue transparente y que lo que hubo fue un rechazo legítimo a una iniciativa que, según él, buscaba convertir el mecanismo de participación en una plataforma proselitista.
“El Gobierno quería hacer politiquería con la plata de los colombianos”, insistió el presidente del Congreso en diálogo con Blu Radio. Señaló que el costo de la consulta, cercano a un billón de pesos, pretendía financiar una campaña disfrazada de reforma laboral. “No era para sacar adelante una reforma, era para hacer campaña al Congreso y a la Presidencia”, dijo.
Sin embargo, detrás de los discursos de defensa institucional, crece la sospecha sobre el papel que Cepeda ha venido jugando en esta legislatura. Aunque invoca constantemente la necesidad de respetar la democracia, sus actos revelan otra cara: ha asumido un liderazgo soterrado, según el Ejecutivo, en el que encabeza lo que él mismo denominó “la bancada para tumbar al Gobierno”. Una postura abiertamente obstruccionista que ha convertido al Congreso en un muro de contención sistemático contra todas las iniciativas de la administración Petro. Nunca antes en la historia republicana reciente se había visto una actitud semejante desde la presidencia del Senado. Cepeda, que lleva más de 30 años en el Congreso y que durante décadas respaldó sin cuestionamientos leyes de gobiernos anteriores – muchas de ellas alineadas con intereses empresariales-, se ha convertido hoy en el mayor antagonista de un gobierno que busca reformas estructurales a favor de sectores históricamente marginados.
En redes sociales, Cepeda pidió calma y respeto por la decisión del Senado. “La democracia habló”, afirmó, recordando que la reforma laboral aún puede discutirse por vía legislativa, pero que el intento de consulta fue percibido como inconveniente y políticamente sesgado.
Desde el Gobierno, las respuestas se tornaron aún más virulentas. Armando Benedetti, ministro del Interior, calificó tanto a Cepeda como al secretario del Senado de “malandrines”. En un duro mensaje, aseguró que el trámite fue deliberadamente saboteado para evitar que se alcanzara el umbral necesario de votos. “Cepeda solo dejó el registro abierto por menos de tres minutos, cuando se pueden 30. Lo cerró cuando ya tenía dos votos de ventaja y venían al menos cuatro senadores a votar por el Sí”, denunció Benedetti.
Además, acusó al secretario del Senado de alterar el registro al tachar un voto por el Sí para sumarlo al No. “Incurrieron en delitos, en falta de ética y moral para hundir la consulta”, afirmó, elevando aún más el tono del conflicto.
Este nuevo enfrentamiento entre el presidente Petro y el Congreso no solo confirma la profunda fractura institucional que atraviesa Colombia, sino que proyecta una sombra sobre los mecanismos democráticos del país. Mientras la Corte Suprema evalúa si abre una investigación formal, el país asiste a un pulso entre poderes que redefine los límites de la confrontación política en el marco de la democracia. La consulta popular no pasó, pero dejó abiertas profundas grietas que apenas comienzan a mostrarse.
carloscastaneda@prensamercosur.org
