
Colombia 2025: desafíos que aún pesan y atisbos de optimismo.
Colombia, en el 2025, ahhh, es como un río, ¿sabes? Nunca para, ¿no? A veces avanzan con fuerza, y otras, da la impresión de que dan vueltas, pero la gente, esa gente colombiana, siempre con ese empuje, esa garra que la define. A pesar de las dificultades – y créeme, ¡han sido un montón! – Colombia sigue luchando, mirando ese futuro que se asoma, con luces y sombras, como la vida misma.
Un panorama político, uff, lleno de chispas
En el ámbito político, la cosa no ha estado para nada fácil, ¡eh! Después de años de divisiones, de esas que parten el corazón, las peleas entre los que están en el poder y los que no, siguen siendo el pan de cada día, acaparando las conversaciones. El presidente Gustavo Petro, que termina su tiempo, su período este año, sigue generando debate, ufff, polarización pura. Para algunos, fue como un valiente, alguien que se atrevió a romper con todo; para otros, un gobernante que no cumplió lo que prometió, una lástima.
Las reformas estructurales que empujó – en salud, en pensiones y en trabajo – quedaron, pues, a medias, ahí no más. El Congreso, un poco hecho pedazos y bastante crítico, se dedicó a bloquear, a oponerse a sus propuestas.
¡Ay, qué sensación amarga que le ha quedado a la gente, ¿verdad? Como cuando uno sueña con un gran cambio y al final… nada, solo un remiendo mal hecho!
Por otro lado, ¡miren qué curioso! Ya andan surgiendo nuevos personajes, con ganas de aprovechar el descontento general. Unos, vienen de rincones poco conocidos, y otros, desde las alturas del poder. Lo que sí es verdad, es que el ambiente electoral que se está sintiendo para el 2026… bueno, está lleno de incertidumbre y, ¡sorprendentemente! algo de esperanza. Porque sí, a pesar de todo, muchos colombianos aún creen que las cosas pueden mejorar. Y eso, amigos, ya es mucho decir.
Economía: ¡Luces parpadeantes!
La economía colombiana, como ven, no ha sido constante en este comienzo de 2025. Después de esa buena recuperación que tuvimos después de la pandemia, ¡pum!, el crecimiento se frenó. El PIB apenas subió un 1.5% en el primer trimestre… y, la verdad, los expertos no es que sean muy optimistas para lo que viene.
La inflación, aunque ya no es tan alta como en 2022, ¡sigue siendo un dolor de cabeza para muchos hogares! Los precios de los alimentos, específicamente, han golpeado duro a las familias más necesitadas, que, de verdad, no saben ya que hacer.
Ir al mercado, vaya, se ha convertido en todo un asunto de estrategia ¡ahora! Hay que comparar los precios, seleccionar esos productos que son del terruño y… y dejar algunas cosas fuera del carrito, por supuesto.
El desempleo parece que bajo un poquitín, pero la informalidad ¡aún! sigue ahí, rondando el 60%. O sea, un montón de gente sí trabaja, pero lo hacen sin garantías ni nada, sin seguridad social, sin estabilidad. En zonas como la Costa Caribe o el Pacífico, esa realidad se siente mucho más, es más aguda.
Pero bueno, ¡no todo es tan malo, eh! Sectores como el turismo y la tecnología andan muy bien, mostrando un dinamismo notable. Medellín, por ejemplo, ha seguido su camino, posicionándose como un centro de innovación aquí en América Latina, atrayendo startups y talento de fuera, ¡vaya!. Además, el café colombiano, ese símbolo nacional que queremos tanto, está en una buena racha en los mercados internacionales, ¡qué bueno!, gracias a que hay más demanda de productos que son premium y sostenibles.
En cuanto a la sociedad, Colombia sigue siendo un país, ¡sí!, de contrastes. Por un lado, tenemos a la juventud, que es cada vez más crítica, más informada, y no se conforma con promesas vacías. Movimientos estudiantiles, feministas, ambientalistas… todos han tenido un papel bien importante en la conversación pública.
Mira, las calles, las redes sociales, y las universidades, todos son como lugares donde la gente se involucra, ¿sabes? A veces es un lío, bien caótico, pero hey, es absolutamente necesario, no crees?
Ahora bien, también hay cosas bien duras. La violencia, esa vaina no baja, las cifras son una locura en algunas zonas, sobre todo donde todavía andan esos grupos armados ilegales, esos bandidos. El conflicto no se fue, solo cambió de forma. Los que eran FARC, ahora disidencias, el ELN y esas bandas como el Clan del Golfo, siguen metiendo miedo en la gente, sobre todo en el campo. Y lo peor, a veces es como si el gobierno, el Estado, se olvidara de esos lugares.
La migración venezolana, aunque un poco más tranquila que antes, todavía es un problemón humanitario. Ciudades como Cúcuta, Bogotá o Barranquilla, han tenido que cambiar, adaptarse a tanta gente nueva. Aunque hay gente que ha sido súper solidaria, qué bonito, también han salido a flote roces sociales, gente que habla mal de los demás, y un montón de problemas logísticos que son bien difíciles de resolver.
Pero bueno, no todo es tristeza. Siempre hay algo bueno, ¿verdad? La cultura, es un resplandor que siempre nos ayuda, nos salva. Colombia ha hecho un montón de cosas buenas en 2025, ha brillado en el mundo, con su música, con su cine, con sus libros.
El Festival de Teatro de Manizales, oh, qué edición para recordar; ¡escritores notables como Pilar Quintana y el mismísimo Giuseppe Caputo continúan cautivando a lectores, incluso más allá de nuestras fronteras! Y la cumbia, junto al reguetón y esa salsa vibrante, siguen moviendo al mundo entero, llevando un poquito de Colombia a cada rincón del planeta.
¿Y ahora, qué exactamente? Colombia, lamentablemente, no tiene respuestas sencillas, es verdad. Pero, ¡aún así!, no ha perdido la facultad de soñar con un sendero diferente, uno menos trillado. Hay una energía que bulle, una fuerza a veces caótica, un tanto desorganizada, sí, pero intrínsecamente humana, que no deja de impulsar, de empujar con firmeza. Y es que, a pesar de la frustración que nos consume, del miedo que acecha, o de ese cansancio que agobia, la gente se levanta, trabaja con empeño, canta con pasión, protesta con fervor, crea sin cesar. Esa, quizás, es la fortaleza más grande que este país posee.
Cuando se mira hacia el futuro, un montón de colombianos soñamos con un país menos desigual, más justo, donde impere la seguridad. No es un paraíso perfecto, por supuesto, pero sí un sitio donde podamos vivir con dignidad, sin temor, sin esa rabia constante. Ese sueño… sigue muy vivo.
