

Colombia asume la presidencia pro tempore de la CELAC –Imagen Infopresidencia
Colombia se prepara para asumir un rol inédito en la política regional y global. Este miércoles, el país tomará la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y con ello, el presidente Gustavo Petro desplegará una ambiciosa estrategia diplomática que apunta a reformular los equilibrios de poder en América Latina. La jugada no es menor: Petro planea impulsar una agenda centrada en el acercamiento con potencias extrarregionales como China, la Unión Europea y la Unión Africana, en un momento en que Estados Unidos —y en especial la figura de Donald Trump— vuelven a asomar como actores disruptivos en el escenario continental.
En un comunicado difundido por la Casa de Nariño, el Gobierno colombiano anticipó que esta presidencia buscará “reforzar la voz de la región en los escenarios globales y contribuir a la solución de desafíos comunes a nivel mundial”, mediante un relacionamiento estratégico con socios no tradicionales. Aunque no se menciona explícitamente a Estados Unidos, la omisión no es inocente. El silencio pesa, y en diplomacia, el que calla también envía mensajes.
Este cambio de enfoque podría marcar un punto de inflexión. Petro no solo busca presidir la CELAC; quiere liderar una nueva narrativa para América Latina, una narrativa que rompa con décadas de dependencia geopolítica y abra espacio para una integración más autónoma y multilateral. En palabras del propio Gobierno, Colombia “asume este liderazgo con una visión centrada en la unidad regional y en el fortalecimiento de la cooperación entre los países de América Latina y el Caribe”, bajo un enfoque basado en el consenso y la integración. Pero más allá de las declaraciones diplomáticas, el fondo es profundamente político. En su rol de presidente pro tempore, Petro quiere convertir a la CELAC en un actor decisivo en la reconfiguración del orden internacional, apostando por un Sur Global que dialogue en igualdad de condiciones con los grandes bloques del Norte. Y no se trata solo de retórica. Su acercamiento a China, por ejemplo, responde a una visión estratégica que busca atraer inversiones, cooperación tecnológica y respaldo en temas como la transición energética, un eje central de su gobierno.

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Europa, por su parte, es vista como un socio con quien se comparten valores democráticos y preocupaciones comunes, especialmente en lo referente a la crisis climática y la protección de los derechos humanos. La mención a la Unión Africana también abre un nuevo frente de cooperación Sur-Sur que tradicionalmente había sido ignorado en las cumbres regionales.
En este nuevo mapa que Petro quiere trazar, América Latina no será más un peón entre potencias, sino un bloque que habla con voz propia. Sin embargo, este viraje no estará exento de tensiones. El fantasma de una posible vuelta de Donald Trump al poder en Estados Unidos —con su discurso de “América para los americanos” y su desdén por los organismos multilaterales— podría reavivar las fricciones entre Washington y los gobiernos progresistas de la región. La presidencia de la CELAC, en manos de Colombia, se convierte así en una plataforma desde la cual Petro podría erigirse como figura central del progresismo latinoamericano, con un mensaje de soberanía, integración y autonomía frente a los poderes tradicionales.
El momento es histórico. Colombia, por primera vez, lidera la CELAC. Pero más allá del protocolo, está en juego la posibilidad de redefinir el papel de la región en un mundo en plena transformación. Petro lo sabe. Y su apuesta no es modesta: quiere que América Latina deje de ser un actor expectante y se convierta, por fin, en protagonista de su propio destino.
carloscastaneda@prensamercosur.org
