
El tratamiento de las infecciones no es nuevo, de hecho, ya se hacía en la antigüedad con extractos de raíces de plantas. No fue hasta el siglo XIX cuando se acuña este término en virtud a lo descubierto por científicos como Louis Pateur, el cual apreció que ciertos microorganismos eran capaces de inhibir la acción de ciertos organismos o bacterias dañinas haciendo imposible su crecimiento.
Gracias a estos descubrimientos, en 1928 llegó un antibiótico que revolucionaría la medicina y con ello la curación de millones de personas de procesos infecciosos. La penicilina, descubierta por casualidad por el doctor Alexander Fleming, hizo posible que millones de soldados salvaran sus vidas en la segunda guerra mundial. Sin embargo, este fue el punto de partida para la comprensión del mundo de las bacterias haciendo posible el descubrimiento de nuevos antibióticos como la estreptomicina, la tetraciclina y la eritromicina. Con este repertorio se hizo posible atacar mayor número de infecciones bacterianas.
Conforme a lo expuesto, el desarrollo de nuevos tratamientos bacterianos ha ido en aumento además de mejorar la salud global también ha hecho posible el aumento de la resistencia bacteriana, con lo que hace tiempo que se abrió la puerta hacia el desarrollo imperioso de nuevos antibióticos que sean efectivos contra las bacterias resistentes.
En este sentido, según la OMS, (Organización Mundial de Salud), de número de agentes antibacterianos en desarrollo clínico ha aumentado de 80 en el año 2021 a 978 en 2023, lo cual no está nada mal, si no fuera porque sólo una pequeña fracción de estos nuevos antibióticos en desarrollo puede considerarse innovadora. Más en concreto, de los 32 antibióticos en fase de experimentación contra infecciones graves, sólo 12 son innovadores, es decir, eficaces.
Esta nota, un tanto pesimista, tiene su raíz en las siguientes cuestiones que frenan la elaboración de nuevos antibióticos. La primera barrera es la falta de inversión en investigación y desarrollo. Mucho dinero se gastan los países en enviar misiones a Marte, pero pronto no se podrá enviar a nadie porque no se podrán atajar muchas infecciones bacterianas que ya se tenían vencidas y que vuelven a aparecer.
Otra barrera, no menos importante, es el tiempo excesivo para llevar un medicamento desde la fase preclínica hasta el mercado. Por si no fuera poco, existe una brecha más y es el difícil acceso de muchas personas a estos fármacos, especialmente aquellas que viven en lugares muy aislados o bien con escasos recursos económicos.
Pero demos una nota de color y alegría que nos devuelve la esperanza en el ser humano. Pese a esas trabas existe una rama de investigación que ha descubierto una clase nueva de antibióticos llamada lariocidina, la cual actúa sobre el ribosoma bacteriano, mostrando alta eficacia contra cepas resistentes como el E, coli. Este paso, pequeño para el hombre, pero grande para la humanidad, emulando misiones lunares, representa un avance muy importante, aunque se necesitan aún ensayos clínicos para confirmar su seguridad y eficacia.
Continuar con la investigación en el campo de los antibióticos es crucial, pero de nada servirá si el acceso a los mismos no se garantiza a toda la humanidad que los necesite.
