CRIPTOMONEDAS: LA IMPLOCION DE LA BURBUJA

¿Qué son las criptomonedas?
Las personas las negocian y hablan de ellas constantemente, pero ¿realmente las comprendemos? Tomemos como ejemplo a Bitcoin, la criptomoneda más ampliamente comercializada. Bitcoin es una creación sintética, surgida de la nada, que actúa como una mercancía sin respaldo ni fundamentos subyacentes. Su valor fluctúa exclusivamente en función de la oferta y la demanda, los indicadores técnicos, los rumores, la especulación y los instintos primarios del capitalismo, como los describió Adam Smith hace siglos.
Bitcoin carece de un activo subyacente a partir del cual evaluar su desempeño. Todo el mundo habla de él y muchos afirman haber generado millones comerciándolo. Su auge ha cautivado a personas de todos los ámbitos—médicos, abogados, ingenieros—individuos sin formación en finanzas o economía. Este frenesí recuerda a la burbuja de las puntocom de 1999, que estalló en marzo de 2000 cuando los inversores finalmente se dieron cuenta de que las valoraciones de muchas startups eran injustificadas.
Las fluctuaciones en el precio de Bitcoin son prácticamente aleatorias. Su oferta es limitada: existe un número fijo de bitcoins, con solo unos pocos agregados a través del controvertido proceso de minería. Los mineros reciben Bitcoin como compensación por procesar transacciones, asegurando un sistema autorregulado mediante la resolución de complejos problemas algorítmicos. Por otro lado, la demanda ha crecido drásticamente en los últimos años. La teoría económica básica dicta que una oferta restringida y una demanda creciente elevan los precios. Pero, ¿está este aumento justificado? Más importante aún, ¿es la valoración de Bitcoin razonable?
Bitcoin no es más que otro intento de moneda electrónica. Ya utilizamos teléfonos inteligentes y aplicaciones para consultar saldos, transferir dinero, realizar transacciones bancarias y participar en los mercados financieros. ¿Cuál es entonces la necesidad de las criptomonedas? Inicialmente, Bitcoin se empleó como un método de pago alternativo en industrias de nicho, como el juego en línea en jurisdicciones offshore, y como una herramienta para evitar el escrutinio financiero en transferencias de grandes sumas de dinero. Luego llegó el fenómeno mediático: la creencia de que el comercio de criptomonedas era «moderno» y «la próxima gran revolución». Los millennials lo adoptaron como un emblema generacional, lo que llevó a muchas empresas a aceptar Bitcoin como forma de pago e incluso a invertir en él, manteniéndolo en sus reservas en lugar de efectivo—Tesla es un ejemplo destacado.
Después vinieron los anuncios: grandes actores compraban Bitcoin y las empresas comenzaban a aceptarlo para transacciones. Con una oferta limitada y una demanda en auge, el precio de Bitcoin se disparó más del 500 % en menos de un año, superando los $60,000 por unidad. Los inversores estaban dispuestos a pagar $60,000 por un activo intangible, sin fundamentos económicos, sin proyecciones financieras, sin reservas—simplemente aire.
La emoción y la demanda por Bitcoin probablemente continuarán, aunque con una volatilidad extrema. Sin embargo, a medida que su popularidad crezca, también lo hará el escrutinio gubernamental. Ningún gobierno desea que su moneda oficial—ya sea el dólar, el euro, la libra esterlina o el yen—sea eclipsada por una alternativa sintética. El comercio de Bitcoin no es para los débiles de corazón ni para aficionados. Definitivamente, no es un lugar para arriesgar salarios o ahorros. Puedes acertar muchas veces, pero basta un solo error para perderlo todo.
—Nearctic LLC

