
Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero (Juan 6:44, NVI).
Solo la fe, basada en las promesas seguras de Dios, debe salvarnos. Todo lo que el ingenio humano pueda idear, por muy santo y atractivo que sea, no contribuye en nada a nuestra salvación según el camino de Dios. Dios nos salva de una manera diferente a la que nosotros mismos planeamos. Los seres humanos pueden hacer eternamente lo que quieran, pero nunca podrán entrar al cielo a menos que Dios dé el primer paso con su Palabra, que les ofrece la gracia divina e ilumina sus corazones para mostrarnos el camino correcto.
El camino correcto, sin embargo, es el Señor Jesucristo. Quien desee buscar otro camino ya se ha extraviado; pues Pablo dice a los Gálatas: «Si la justicia viene por la ley, entonces Cristo murió en vano» (Gálatas 2:21). Por eso digo que la gente debe caer sobre este Evangelio, quebrantarse y, en profunda consciencia, postrarse, como alguien impotente, incapaz de mover una mano o un pie. Solo deben permanecer inmóviles y clamar: «¡Dios Todopoderoso, Padre misericordioso, ayúdame ahora! No puedo ayudarme a mí mismo. Cristo, mi Señor, ayúdame ahora, porque con mi propio esfuerzo todo está perdido».
– Martín Lutero
Reflexión: ¿Puedes pensar en alguna situación específica de tu vida en la que Dios te haya salvado de una manera diferente a la que tú mismo habrías planeado? Piensa en por qué lo hizo así. Luego, dale las gracias.
Red de Buenas Noticias Ilimitadas
